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600 años de dudas

CLAUDIO PENSO.-

En 1834 el gobierno británico tomó una decisión histórica: terminar con 600 años de costumbres monetarias. Durante ese tiempo las deudas se registraban mediante un sistema simple y efectivo: tablas de madera de sauce de 20 centímetros de largo, llamadas palos tallados del erario. Se dividía en dos a lo largo. El deudor se quedaba con una mitad, llamada “foil” y el acreedor con la otra parte, llamada “stock”. Debido a que el sauce tiene unas vetas singulares, las dos mitades solo encajaban uniendo las partes, haciendo imposible la falsificación. Sin duda, ingenioso y pragmático. 

Los sauces se cultivaban en la ribera del Támesis, no lejos del Palacio de Westminster, con lo cual, los insumos estaban muy cerca del epicentro de decisiones. 

Tras décadas de intentos de modernización, el sistema de palos finalmente fue abolido y en lugar de las antiguas tablas de madera se comenzó a usar el papel. Como una forma simbólica de darle la bienvenida a la modernidad, para celebrar el acontecimiento se decidió quemar los seis siglos de registros en una estufa de carbón de la Cámara de los Lores. A poco de comenzar el fuego, sucedió algo imprevisto, las llamas alcanzaron el edificio y voraces comenzaron a devorar la Cámara de los Comunes y el Palacio de Westminster.

El incendio resultante se convirtió en la mayor conflagración en Londres entre el Gran Incendio de 1666 y los blitz de la Segunda Guerra Mundial. El evento atrajo a grandes multitudes, podían verse a varios artistas que se pusieron manos a la obra para inmortalizar la catástrofe mientras se producía.

El incendio duró la mayor parte de la noche y destruyó gran parte del palacio, incluida la convertida Capilla de San Esteban, el lugar de reunión de la Cámara de los Comunes, la Cámara de los Lores, la Cámara Pintada y las residencias oficiales del presidente y el secretario de la Cámara de los Comunes.

Las acciones del superintendente James Braidwood del London Fire Engine Establishment aseguraron que Westminster Hall y algunas otras partes de las antiguas Casas del Parlamento sobrevivieran al fuego. Como una extraña paradoja, a veces, algunos acontecimientos, fuertemente resistidos, celebran con sus catástrofes la tozudez de los hombres que desean reemplazar lo viejo con algo nuevo, aunque funcione.

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