LOS MEJORES HABITANTES DEL MUNDO
No hace falta ser analista político para darse cuenta de que la humanidad, parece no haber entendido nada. Una rápida miradita a las guerras en turno, por otro lado, el antisemitismo rampante por todos lados, como si un holocausto y más de 6 millones de personas, que perdieron la vida solo por creer de una manera distinta a la que otro creía, y las miles de imágenes terroríficas que todos hemos visto, no fueran suficiente prueba y lección de que eso nunca puede volver a suceder.
La polarización de todo, por todos lados. La intolerancia. Países enteros votando por regímenes totalitarios, extremistas, sin sentido, ni posibilidad de dar buenos frutos. ¿Cómo es posible? ¿Dónde quedó la parte de que un líder tiene que incluir, en su definición, calidad moral? ¿Qué nivel de ignorancia y pobreza existe que la gente no puede ver la sarta de mentiras que nos avientan cada día y se cree absolutamente todo lo que nos dicen? ¿Cómo es que un puñado de depredadores pueden destruir al mundo con tanta facilidad?
¿Qué mundo les estamos dejando a nuestros hijos? Una cosa que nunca nos dijeron, cuando decidimos ser papás, es cuanto trabajo cuesta ser la figura de seguridad y reafirmación de alguien más, cuando a ti también te está cargando el payaso y, en este caso particular, compartes la misma desesperanza.
Creo que nuestros hijos, a diferencia de nosotros cuando éramos chicos, en donde los adultos se cuidaban más y el acceso a la información estaba mucho menos a la mano, ahora nos escuchan continuamente hablar, discutir, comentar, opinar, de nuestras preocupaciones, opiniones políticas, enojos, miedos y me parece que es importante que pongamos atención y nos empecemos a filtrar un poco.
Para empezar, hay que saber que, aunque tus hijos sean pequeños, te están oyendo. Y que muchas veces, no tienen aún el contexto necesario para procesar información tan desconcertante y grave. De ninguna manera quiero decir que los mantengas al margen de las cosas que ya tienen edad para saber, es importante también que estén informados y sepan el mundo en el que vivimos, claro, pero de ahí a que todo el día estén expuestos, chance podemos ahorrarles un poco. Si a nosotros nos da ansiedad la situación, imagínense a ellos.
¿Qué hacemos entonces? Pues miren, yo quisiera decirles que huir y largarnos a vivir a una isla desierta en otro planeta. Pero como eso no creo que vaya a pasar, me parece que es importante empezar a cambiar nuestra estrategia y dirigir nuestra energía hacia cosas que sí podemos hacer, que sí podemos controlar y sobre las que sí tenemos injerencia, siendo la primera de la lista: formar mejores habitantes del mundo.
El primer paso es formar personas que sepan encontrar su propia voz. Y la aprendan a usar. Pero es más importante, todavía, personas que sepan escuchar la voz de los demás. Y la aprendan a respetar. No podemos seguir creciendo gente que piensa que solo lo que ellos piensan está bien y que el otro es el enemigo. Si algo nos tiene completamente hundidos, es la polarización en todos los sectores y a niveles alarmantes. Necesitamos formar personas que sepan que la diversidad, en todas sus formas, nos hace más fuertes.
Necesitamos fomentarles 3 habilidades importantes que necesitarán como adultos en el futuro y que tenemos que asegurarnos que nuestros hijos aprendan y fortalezcan como un músculo más: la resiliencia, la empatía y la solidaridad.
Necesitamos formar personas fuertes que sepan buscar soluciones en lugar de sentarse a hacer berrinche. Capaces de ponerse en el lugar del otro y tomar una postura siempre que haga falta. Y que estén comprometidas con formar sociedades más justas, más inclusivas y fuertes.
Personas, que sepan identificar un problema y lo quieran resolver, que se indignen lo suficiente por algo y que eso les mueva a hacerlo mejor. Que sepan que no se trata de posar, ni de estar, ni de tener…se trata de ser, de dar, de sumar, se trata de servir.
Necesitamos enfocarnos en que lejos de educarlos para sentirse superiores, hay que crecerlos con los pies en la tierra, para ser humildes, para aprender a tender puentes, para ser seres humanos decentes, íntegros, leales, no mercenarios que se vendan al mejor postor o que tengan tanta cola que les pisen que sean sujetos a doblarse ante la presión.
Necesitamos formar personas con valores morales sólidos, que sepan que lo que está mal, está mal, aunque todos lo hagan y lo que está bien, está bien, aunque nadie lo haga. Que sepan poner límites. Decir no. Y cumplir su palabra cuando dicen, sí.
Personas que vean más allá de ellas mismas y entiendan la responsabilidad social que conlleva su lugar privilegiado. Personas, que por ningún motivo se presten a defender lo indefendible.
Necesitamos seguir chambeando en construir personas que el día de mañana sepan que apoyar a un criminal o a un terrorista es ser cómplice. Y que el peligro principal de los discursos de odio es que, eventualmente, nos alcanzan a todos. Necesitamos hijos que quieran sumar y no solo comprar. Y que se sigan preparando, sin importar su profesión, para trabajar duro por un país que los necesita a todos.
¿Cómo contenerlos mientras tanto en medio de todo lo que estamos viviendo?
Ayudándoles a enfocarse en ver un día a la vez, haciendo lo que pueden hacer, cuidando su salud mental, asegurándonos que estén haciendo ejercicio, comiendo bien, limitando los tiempos de pantalla y conectando con otras personas, en persona.
Enfocándolos en lo que a ellos les corresponde: la escuela, la dinámica familiar y el servicio. Canalizar a nuestros hijos a instituciones con causa, o con familiares que necesiten ayuda, donde puedan voluntariarse y dar su tiempo a alguien más es una gran herramienta para a) sentirse mejor b) tomar perspectiva c) ver que lo que hacen tiene un impacto positivo y quieran volverlo a hacer.
Enseñándoles a decir la verdad. Buscar la verdad. Defender la verdad.
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