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Ya, en serio, ¿qué se trae Trump?

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Me queda claro que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, está acelerando la mayor transformación global en ocho décadas. Pero, ¿qué está haciendo en verdad? ¿Hay estrategias detrás de sus acciones o se trata sólo de peligrosos disparates y caprichos? ¿Por qué hace lo que hace? Y, sobre todo, ¿para qué? Vayamos por partes.

Trump no es una causa, es un síntoma. Hay quienes ven a Donald Trump como la causa de la decadencia de la hegemonía estadounidense. No es así. El declive de Washington como hegemón global viene por lo menos desde 2001. Una secuencia de hechos que evidencian la pérdida de poder, prestigio y capacidad de liderazgo de EUA antes del arribo de Trump al poder en 2017, abarca los atentados terroristas del 11 de septiembre, los desastres de las guerras en Afganistán e Irak, la Gran Recesión y sus consecuencias, las caóticas intervenciones en Libia y Siria, la anexión rusa de Crimea y la irrupción de China como nuevo eje de la economía mundial. Piezas de un rompecabezas llamado límites del imperio liberal. No obstante, aún como síntoma, las acciones de Trump retroalimentan las causas que lo llevaron a la Casa Blanca.

Trump no es un paréntesis, es un parteaguas. Cuando el republicano perdió la elección de noviembre de 2020, se creyó que su administración significaba un paréntesis. Tampoco fue así. Y no sólo porque Trump ha regresado, sino porque el expresidente demócrata Joe Biden mantuvo muchas de las políticas emprendidas por el magnate republicano en su primer mandato e, incluso, las profundizó. Un ejemplo fue la guerra comercial con China. De alguna forma, Trump nunca se fue y campeó como una sombra durante los cuatro años de la administración Biden, la cual ha quedado, esta sí, como un paréntesis en la nueva historia del imperio americano.

Trump 2.0 no llega como llegó Trump 1.0. En 2017 el republicano llegó por sorpresa, sin la mayoría del respaldo popular, sólo con la alquimia de los votos del Colegio Electoral. Su agenda contradijo buena parte de lo que EUA había construido como el imaginario de un mundo regido bajo su liderazgo "benigno". Al orden liberal, Trump opuso un nacionalismo iliberal. A la diversidad cultural, étnica y de género, Trump reaccionó con un nativismo blanco, patriarcal y xenofóbico. Contra la globalización económica, Trump planteó guerras comerciales, proteccionismo y regionalismo. Pero no consiguió mucho de lo que se propuso. Dentro del propio gobierno federal hubo candados y contrapesos que lastraron sus intenciones dado el limitado apoyo que recibió en las urnas, además de no contar con la mayoría en la Cámara de Representantes ni la absoluta en el Senado.

Pero Trump regresó a Washington con más respaldo, poder y experiencia. Uno de sus principales objetivos es la ruptura del orden global liberal que su país construyó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y expandió desde el fin de la Guerra Fría. Una lectura crítica del discurso del presidente de EUA me lleva a pensar que cree que a su país le ha costado demasiado la hegemonía mundial… como si no hubiera sacado provecho de ella. Además, da alas a la creencia racista de que el alma de la Unión Americana se ha perdido en medio de la creciente multiculturalidad. Su visión de una "América" próspera es la de aquella nación que en algún momento de su historia fue mayoritariamente blanca y cristiana, gobernada por hombres ricos, que no disfrazaba sus ambiciones, ya fuera presionando para comprar territorios o haciendo la guerra.

En su segunda administración, Donald Trump gobierna a través de órdenes ejecutivas, muchas de ellas cuestionables incluso desde el ámbito constitucional. En 45 días de mandato, el republicano ha firmado 111 órdenes, es decir, 2.5 cada día en promedio, un récord en la historia presidencial de EUA. Sólo como referencia, en todo su primer año de gobierno, Joe Biden firmó 77 órdenes, 34 menos que las firmadas por el magnate neoyorquino en tan sólo dos meses y medio. Y la mayoría de las órdenes de Trump 2.0 son para deshacer lo construido por las pasadas administraciones demócratas y republicanas en materia económica, política y geopolítica.

Y justo en el plano geopolítico observo en Washington el ejercicio de una política exterior descarnada, sin disimulos. Si durante la segunda mitad del siglo XX EUA se preocupó por convencer que sus acciones en el mundo eran necesarias y hasta benéficas para establecer un orden global próspero y pacífico, aunque detrás estuvieran sus intereses, hoy con Trump el disfraz de líder hegemónico resulta no sólo prescindible, sino incluso estorboso. Y en ese camino, las amenazas son descaradas: la potencia americana ambiciona Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá, como en el siglo XIX deseó los territorios indígenas, las colonias francesas (Luisiana) y españolas (Puerto Rico, Cuba y Filipinas) y la América Mexicana, a la cual arrebató más de la mitad de su superficie.

Los aranceles son en lo económico lo que las amenazas en la política exterior. En su discurso, Trump defiende la idea de que los aranceles son necesarios para acabar con un régimen global "injusto" para EUA. Como si su país no se hubiera aprovechado del orden mundial de las últimas décadas. Sus empresas pudieron expandirse por todo el orbe y elegir los mercados en donde les fuera más barato producir para ofrecer al mercado estadounidense productos a precios mucho más accesibles. Para mantener la capacidad de consumo de los ciudadanos en medio de la desindustrialización y el desmantelamiento del Estado social, el crédito financiado a través de bonos del Tesoro en manos de extranjeros, principalmente China y Japón, se volvió una necesidad.

En medio de todo esto, la Unión Americana exportó su cultura y recibió una cantidad enorme de mano de obra barata inmigrante. Los aranceles no son una estrategia para corregir una "injusticia" ni para liberar a EUA como quiere hacernos creer Trump. Se trata del mecanismo de defensa que han usado todos los imperios del pasado para evitar perder su posición de privilegio. La historia enseña que el proteccionismo aparece siempre en el ascenso de una potencia emergente, y se convierte en guerras comerciales cuando esa potencia, tras décadas de hegemonía, inicia su declive.

Lo que hace Trump en los tres ámbitos -política interna, exterior y comercio- no son simples ocurrencias, aunque así parezcan. Son estrategias basadas en sendas doctrinas que tienen nombre y apellido y que el gobierno de EUA sigue al pie de la letra. Conocerlas a detalle es obligado para quien quiere comprender lo que está pasando y para tomar mejores decisiones. Si quieres entender y saber de qué van las tres estrategias que mueven al gobierno de Trump, te invito a registrarte a la conferencia virtual que impartiré el miércoles 9 de abril de 2025 a las 5:00 pm. Escríbeme al correo [email protected] y yo te diré cómo hacerlo. Te veo ahí.

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