El pasado 16 de abril, la Presidenta anunció que autorizó la compra de cuatro medicamentos contra el cáncer. Cuatro. Si debe estar pendiente de los detalles de la compra de cuatro medicamentos, y hacerlo público, hay un problema de fondo con la estrategia de adquisiciones gubernamentales. Pero lo hace porque hay presión de la sociedad por el desabasto y porque desconfía de Birmex, la empresa responsable de adquirir medicamentos para todo el sector público.
La secretaria Raquel Buenrostro canceló la primera compra consolidada de medicamentos del sexenio después de haber investigado los convenios de 175 categorías de medicamentos firmados por Birmex y en los que supuestamente había un sobrecosto de 13 mil millones de pesos. Se ha publicado en los medios de comunicación abundante información sobre la incompetencia y los presuntos actos de corrupción de funcionarios de Birmex que justifican esta medida. Tras siete años en el poder, los gobiernos de Morena no han aprendido a comprar medicinas.
En ecosistemas con instituciones fuertes y donde no sólo se pregona, sino se castiga la corrupción, los titulares de las entidades buscan tener procesos confiables y una contraloría fuerte e independiente que asegure se respeten las reglas. En la medida en que se erosionan las instituciones diseñadas para hacer cumplir las reglas, aunque molesten al poder, quien encabeza una institución se queda sin mecanismos regulares para estar informado y reaccionar frente a las violaciones a la ley. Cuando es evidente que muchos se están enriqueciendo y que las instituciones son débiles y están controladas por una sola persona, más de uno estará dispuesto a correr el riesgo de favorecer a sus amigos o de enriquecerse y esperar que su caso no llegue hasta la Presidencia (y que, si llega, no sea suficientemente importante como para que esta reaccione). Además, cuando el poder tiene más peso que las reglas, siempre se puede apostar por los apoyos políticos para sortear cualquier inconveniente.
Un sistema que centraliza hasta las decisiones menores no tiene capacidad para atender todas sus responsabilidades y muchos temas se van rezagando. Ello complica aún más decidir correctamente. Ya sea por las prisas, por la falta de procedimientos basados en las mejores prácticas o falta de gente experta, el de arriba fácilmente se puede equivocar.
AMLO supervisaba directa y personalmente todo lo relacionado con el Tren Maya. Su objetivo era terminarlo a tiempo. Lo logró. Para ello se tomaron decisiones absurdas, como que los trenes no llegaran a los centros de las ciudades, ya que era más rápido hacer las estaciones en las periferias. Pero si el tren queda lejos, no se usa, como cualquier comité de expertos hubiera podido explicar si lo hubieran consultado.
Centralizar es el eje de este y del anterior gobierno. Todos los cambios legales hechos hasta ahora traen ese objetivo. Basta con ver la reforma de telecomunicaciones que querían aprobar a todo vapor.
La centralización es útil para castigar a los adversarios, pero no es un modelo de gestión eficiente. Primero, porque el éxito de una institución depende casi exclusivamente de quien es su titular, y con mucho poder es fácil que pierda el piso. Segundo, porque con una burocracia mal pagada y con poca experiencia y competencias técnicas, es improbable tomar las mejores decisiones en términos de maximizar el bienestar de la población. Incluso una buena decisión es complicada de implementar si todo depende del jefe. Por eso es común que los gobiernos donde se centraliza el poder terminen en crisis profundas.
Tampoco es políticamente rentable que la Presidenta sea la responsable de la compra de medicamentos oncológicos. Los pacientes que tengan acceso a esos cuatro medicamentos podrán darle las gracias, pero quien no consiga las demás medicinas se preguntará por qué no impulsó su compra.
@carloselizondom
ÁTICO
Un sistema que centraliza hasta decisiones menores no tiene capacidad para atender todas sus responsabilidades.