Con frecuencia el presidente López Obrador da cuenta de la proeza que significa mover al gobierno, ese elefante reumático y mañoso heredado del periodo neoliberal que, aunque ya está caminando, requiere seguir siendo empujado. Aun así, evalúa el Ejecutivo: En tres años de gobierno se logró la "revolución de las conciencias", se cambió la mentalidad del pueblo y eso es lo más cercano a lo esencial, a lo irreversible. Adversarios conservadores, intelectuales orgánicos, una gran mayoría de articulistas e incluso los partidos políticos se resisten a aceptar que la política ya no es igual y que habrán de ajustarse a esta nueva realidad en que el pueblo, ya politizado, transita por un proceso de cambio de mentalidad que favorece su participación en asuntos de la vida pública. "México está situado a la vanguardia del mundo en la revolución de las conciencias". Sentimos exagerada la creencia de que un régimen político en escasos tres años haya logrado sacudir las conciencias populares -como si se tratase de un ente homogéneo- al grado de unificar la mentalidad colectiva.
Sorprende la actitud triunfal del presidente López Obrador, defensor a ultranza de la no intervención y de la autodeterminación de los pueblos, que súbitamente por su propia iniciativa, envió a Perú al secretario de Hacienda, a la subsecretaria de Bienestar y a la directora Ejecutiva de Amexcid "a apoyar en lo que podamos al Gobierno del Perú, que está atravesando por una situación difícil... Nos pidió apoyo el presidente -Pedro Castillo-, porque hay toda una campaña en contra, mediática...". Creo que sobran las interpretaciones ante esta manifiesta intromisión en los asuntos internos de otro país. Es inaceptable aplicar la doctrina Estrada a contentillo, máxime cuando somos reacios a que otro país intervenga en el nuestro.
Revolucionar las conciencias es un lento proceso generacional, arduo y no pocas veces violento. Tres escasos años de predominancia de la llamada 4T, gobernando a una polarizada y confrontada sociedad son insuficientes para preciarse de haber borrado todo vestigio de la hoy tan censurada doctrina neoliberal dominante a lo largo de 36 años.