Julián y Luis Damián, archiduques de Hasburgo. (El Universal)
MÉXICO, DF.- Tienen 13 y ocho años de edad y ostentan los títulos de archiduques de Austria y príncipes de Hungría; además de español, hablan con soltura francés y alemán, y entre sus familiares existen un beato, reyes y emperadores, incluido el último que gobernó a México hace siglo y medio.
Tanta prosapia no impide que, al igual que el resto de los niños de su edad, jueguen con sus mascotas y les emocione la inminencia de las vacaciones de verano.
En fechas recientes, Julián y Luis Damián realizaron un paseo dominical con sus padres, Carlos Felipe y Annie Claire de Habsburgo. El lugar que escogieron fue el restaurado Castillo de Chapultepec, a cuyos atractivos se sumaría el hecho de haber sido la residencia de sus antepasados, el emperador Maximiliano y su esposa la emperatriz Carlota .
Los pequeños archiduques -nacidos en Montreal, cuando sus padres laboraban en la Consejería Comercial de México en aquella ciudad canadiense-, hicieron el recorrido guiados por su progenitor, quien les señaló cómo el bosque que circunda el cerro donde se levanta el Castillo fue mandado a plantar por su antepasado, quien también ordenó la edificación del Paseo de la Reforma, en principio llamado Paseo de la Emperatriz, inspirado en la famosa avenida parisina de los Campos Elíseos.
Un poco tímido, Julián relata las impresiones de su visita: “Me gustó mucho el lugar, con sus salas amplias y techos muy altos, y que bastante gente vaya a ver dónde vivió su emperador. Yo encuentro que mi antepasado hizo muchas cosas buenas por México; me gustó mucho visitar el lugar donde vivía, e imaginármelo en una de las salas, comiendo”.
Entusiasmado por lo que viene a ser su primera entrevista, Luis Damián interviene en la charla: “Vi cosas muy bonitas y me sentí muy bien; sé que Maximiliano hizo cosas buenas al igual que Benito Juárez, a quien me imagino como un buen hombre aunque, claro, no siempre pueden hacerse cosas buenas.”
UNA NIÑEZ, COMO CUALQUIERA
Dentro de algunos años, a Julián le gustaría estudiar abogacía; mientras, se dispone a disfrutar de sus vacaciones luego de terminar el primer año de secundaria. En la escuela acostumbra escuchar, en las clases de historia, versiones distintas sobre Maximiliano y Carlota a las que circulan en casa.
Algo similar le ocurre en la primaria a su hermano Luis Damián, quien piensa dedicarse en el futuro a la ciencia, y habla de los altercados que todavía genera su ascendencia en sus clases que, no por ser de primaria, quedan exentas de la pasión del debate histórico.
“Mis profesores me dicen: ‘¡Eres un príncipe!’, como si fuera algo malo. Yo me quedo callado”, dice con serenidad el pequeño entrevistado, quien de paso se queja de la aburrición que le producen algunos ejercicios escolares.
Es finalmente la madre de ambos, Annie Claire de Habsburgo, quien resume la actual visión del mundo en la que se desenvuelven sus hijos, con todo y la tradición y responsabilidad familiar que conlleva su apellido.
“El cambio paulatino en cuanto al papel desempeñado por Maximiliano ha permitido que nuestros hijos no tengan que mantener una discreción sobre su apellido en la escuela, para evitar posibles agresiones. Ellos son niños que viven y se divierten como cualquier otro”.
Siglos de linaje familiar
El linaje aristocrático de Julián y Luis Damián se remonta a casi un millar de años, e incluye a otros personajes históricos como los reyes españoles Carlos V y Felipe II, y Francisco José, emperador del imperio austro-húngaro.
Éste último fue el hermano mayor del malogrado Maximiliano y desempeñó uno de los reinados más longevos de la historia, que abarcó de 1830 a 1916. A su muerte, le sucedió un sobrino nieto que ascendió al trono como Carlos I -bisabuelo de los pequeños entrevistados, declarado beato hace tres años-, quien vivió la Primera Guerra Mundial, misma que culminaría dos años después con la derrota y desmembramiento de su imperio.
“Al término de la guerra exiliaron a todos los Habsburgos de Austria”, relata el archiduque Carlos Felipe de Habsburgo, padre de Julián y Luis Damián. “La familia divagó por Europa y, al estallar la Segunda Guerra Mundial, mi padre, Félix de Habsburgo, se fue a los Estados Unidos, donde se convirtió en asesor del presidente Roosevelt”.
La fascinación de don Félix por nuestro país, luego de haber pasado aquí unas vacaciones, lo llevó, una vez terminado el conflicto, a radicar en nuestro suelo, después de haber contraído nupcias en Europa. “Nacimos en el exilio”, enfatiza el padre de los pequeños entrevistados y señala que, a la fecha, la constitución austriaca prohíbe a cualquier integrante de la familia Habsburgo acceder a la presidencia de su patria.