El regiomontano Héctor García Molina es uno de los pocos mexicanos involucrados en lo más avanzado de la investigación en tecnología en un mundo en el que las computadoras dominan cada vez más aspectos de la vida cotidiana.
Si los creadores de Google, quizá la herramienta más popular en Internet en estos días, fueron dos estudiantes de la Universidad de Stanford, los parteros fueron sus profesores. Entre ellos, el mexicano Héctor García Molina, que no creía en la loca idea de organizar toda la Red, pero aún así la ayudó a nacer.
Hace 11 años, Héctor García Molina asesoraba a dos jóvenes estudiantes de doctorado en Computación de la Universidad de Stanford para desarrollar un nuevo buscador que organizara mejor los contenidos en una Internet que todavía estaba en pañales.
Insatisfecho con buscadores como Yahoo o Altavista, los populares en ese entonces, uno de los alumnos, Larry Page, tenía una idea: bajar a su computadora todas las páginas que en ese entonces existían en la Red y crear un sistema de clasificación para que los resultados de las búsquedas fueran lo más cercano a la pregunta del usuario.
García Molina no creía que eso fuera posible. Como director del departamento de Computación de Stanford, debía aprobar el presupuesto de los proyectos de investigación y la ambición de Page le parecía desproporcionada.
“Yo era el que tenía el dinero para el proyecto y Larry venía a pedirme equipo para guardar la información en computadoras”, dice García Molina. “Yo le preguntaba cuántos discos necesitas, para saber cuánto darle, Larry tenía la meta muy alta. Nos preguntábamos dónde íbamos a guardar toda la información”, recuerda.
Page sólo logró bajar a su computadora las páginas generadas en la Red de Stanford, apenas una parte infinitesimal de la Internet. Pero menos de un año después juntó su ambición con un nuevo sistema diseñado por su compañero Sergei Brin para buscar páginas en la Red y todo cuajó en un sitio de nombre raro: google.com
Presente en esa creación, el regiomontano García Molina es uno de los pocos mexicanos involucrados en lo más avanzado de la investigación en tecnología en un mundo en el que las computadoras dominan cada vez más aspectos de la vida cotidiana.
Graduado del Tecnológico de Monterrey, doctor por la Universidad de Stanford, García Molina ha enseñado en esa universidad, luego en Princeton y, de 1995 a la fecha, de nuevo en Stanford, el lugar del que han salido algunos de los proyectos más exitoso en computación, como Yahoo, Google y Sun Microsystems, el gigante de servidores y software, que tiene al mexicano en su consejo de administración.
De visita en Torreón para ver a su familia, nos sentamos en la sala de la casa de sus padres. Con una Coca Cola Zero en la mano y la instrucción de tutearlo, García Molina desmenuza su experiencia de las últimas tres décadas en la élite de científicos e investigadores que están a la vanguardia en Internet y sistemas de computación.
Ambiente de ideas
En la entrevista, explica que el éxito de los proyectos en Internet que han dado vida en el campus de Stanford se debe al ambiente académico que conduce a la generación de ideas.
“Es una comunidad de gente que está creando ideas. Esto no se te ocurre en un vacío”, comenta. Él mismo vivió el ambiente académico desde joven. Su padre, el químico Fernando García Roel, fue rector del Tecnológico de Monterrey en la década de los sesenta.
El ambiente de Stanford no resultó sólo en el hecho de que, por ejemplo, dos de las herramientas que más han transformado nuestro uso de la Red –Yahoo y Google— hayan sido creadas en su campus de California, sino que también fueron creados por alumnos.
Incluso, cuenta, Yahoo no era ni siquiera el proyecto académico de sus creadores, Jerry Yang y David Filo. “Su asesor se fue de año sabático a Europa y los dejó solos. Yahoo no era parte de su investigación (de doctorado), ellos trabajaban en otra cosa y esto lo hicieron como actividad social, de cómo organizar la información”.
Es el caso de otras herramientas que se vuelven cada vez más populares en Internet, los sitios sociales como Facebook y MySpace, creados por alumnos universitarios que sólo querían vincular mejor grupos sociales para encontrar las mejores fiestas, y que luego vendieron a conglomerados de medios en millones de dólares.
De hecho, los sitios sociales son el nuevo tema de investigación de García Molina. “Estamos tratando de entender cómo funcionan, cómo son vulnerables, las interacciones, cómo comparten información”.
Y es que, admite, los desarrollos en Internet se dan tan rápido que cuando se crea uno nuevo, apenas estamos tratando de entender el anterior. Uno de los primeros sitios sociales, por ejemplo, nació en Google, idea de un joven turco, ex alumno de García Molina, Orkut Buyukokkten, que dio su primer nombre para llamar el sitio.
“Ahora hay muchos sistemas y es difícil, predecir cuál será el exitoso y es difícil explicar por qué Facebook es más exitoso que Orkut o difícil explicar por qué, por ejemplo, Orkut es el más popular en Brasil y en otros países”.
De Google, por ejemplo, dice que ya se entiende la tecnología que usa, pero el impacto social todavía no. “Ahí vamos atrasados. ¿Por qué cambia la sociedad y la forma en que interactuamos?”. Sobre las redes sociales, explica que “es un área difícil de estudiar porque tienes que tener acceso a los sistemas y por eso desarrollamos nuestros sistemas para conectar datos y gente”.
Le señalo que en algunos segmentos, especialmente entre jóvenes, estar fuera de una Red social es, virtualmente, como no existir. Coincide y señala que hay un aspecto ético que incluso han explorado con psicólogos interesados en este fenómeno.
Pero su interés es el sistema de cómputo. Para entenderlo, García Molina participa en el desarrollo un programa para ayudar a alumnos a escoger sus materias con base en información y comentarios de los propios alumnos. Eso, esperan, les dará alguna idea sobre cómo los sitios sociales intercambian información y el uso que se puede dar a esa información.
Confiesa que estas redes sociales apenas le ayudan a entender mejor a su propia familia. “Una vez estaba viendo la página de mi hijo en Facebook y pensé, ‘no sabía que le gustaba este tipo de música’”.
De ARPANET a Google
García Molina ha sido testigo cercano de todos los desarrollos en computación en los últimos 30 años. “Siempre me interesaron las computadoras, desde el Tec, y en Stanford me interesaron más, el aspecto matemático, lógico”.
Recuerda sus primeros contactos con el Internet: “En 1974 ó 75 estaba en una plática y nos hicieron una demostración de cómo conectar la computadora de Stanford con el MIT (Tecnológico de Massachusetts), pero era muy rudimentario, lo veías teclear”.
Era la primera Red de computadoras, basada en el proyecto ARPANET que había desarrollado el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
Luego vinieron otros desarrollos, cada uno más impactante que el anterior. “Cuando vi el primer e-mail y éramos unos cuantos en el mundo los que teníamos acceso”, recuerda. Luego llegó Mosaic, en 1993, el primer navegador con interfase accesible, precursor de Netscape, Explorer y Firefox, que permitía navegar y construir páginas. “Cuando vimos eso, pensamos que tendría fuerza porque era fácil de crear y accesar y nos empezamos a interesar”.
Luego vendría Google. “Un día llegó Larry Page y nos hizo una demostración del sistema. Ha sido una serie de eventos, todos interesantes y asombrosos”, dice.
Y no ha perdido la capacidad de asombro. “Yo veo de 10 años para acá cómo cambió mi vida en acceso a información. Hace unos meses se fue la luz en mi casa y no puedes hacer nada. No podía leer el periódico porque lo veo en la computadora, no podía ver qué programas había en la televisión, no podía interactuar con mis amigos, no podía trabajar, no podía hacer nada.
“Hace poco me llegó un mensaje de un estudiante en Michigan sobre un artículo mío, que escribí hace años, pero era tan viejo que no lo tenía en mi sitio. Le di el nombre de la publicación, una revista conocida, dónde encontrarlo. Me contestó preguntando dónde lo podría encontrar.
“Le contesté con un mensaje sarcástico diciéndole que en su universidad hay un edificio grandote llamado ‘Biblioteca’, atrévete a entrar ahí y lo encuentras. Ha de pensar que si no estaba en Internet no existía”.
Le cuento que a mí me produce asombro el tener el acceso a la información en Internet en un celular, otro de los grandes desarrollos de la Red, al hacerla móvil. Cualquier conversación en la que los participantes no se ponen de acuerdo sobre un dato, ya puede ser resuelta inmediatamente con una simple búsqueda, en cualquier parte.
Contesta con otra anécdota: “Hace poco estaba en la casa y me habló mi hijo para decirme que estaban en una fiesta y no tenían computadora y querían saber cómo se hacía una bebida. Yo la busqué en Wikipedia y le leí los ingredientes”.
Stanford y México
Durante la entrevista, García Molina regresa varias veces sobre el tema del ambiente académico de Stanford que conduce a las ideas. La universidad tiene un peculiar sistema para estimular la investigación científica. A diferencia de otras universidades, Stanford no reclama para sí la patente de lo que resulte, sino que pide ser incluida en las regalías.
“Ha sido muy inteligente en ayudar a los alumnos y profesores a empezar cosas nuevas y a no pedir mucho inicialmente, sólo una pequeña parte de acciones. La filosofía es, también, que si la compañía tiene éxito, los fundadores nos van a dar dinero, como agradecimiento”.
De ahí que Stanford no haya reclamado la patente de Google, sino que permitió a Page y Brin llevarse la idea consigo cuando abandonaron la escuela en busca de mayor financiamiento. Ahora cada acción de Google vale 700 dólares y Stanford se lleva una buena tajada. Lo mismo con otros proyectos.
Porque, al contrario de otros curtidos por la debacle de la burbuja de Internet en 2001, García Molina no piensa que la riqueza creada en la Red es artificial. “No, porque está cambiando el sistema de anunciarse, de mercadotecnia, de ser en papel a ser basada en páginas Web y es el mismo concepto, pero se encuentran otros canales”.
La discusión sobre el ambiente académico nos lleva, inevitablemente, al tema de México.
“Una cosa que he visto es que en México hay poco interés en estudiar ciencia y tecnología. Los mejores estudiantes de México se quieren meter a negocios o se van al extranjero. Pero en Stanford, en computación, nos llegan cientos de solicitudes de todas partes del mundo. De India, China, Grecia, Alemania, pero de México llegan muy pocas. A la maestría de vez en cuando, al doctorado casi nunca. Y muchas veces no son las mejores calificaciones”.
Suelta algunas cifras que leyó recientemente: “En la UNAM hay 6 mil 500 estudiantes de Filosofía y Letras y 343 en Ciencias de la Computación”.
El caso de México no es similar al de otros países en vías de desarrollo, comenta, porque países como India o China exportan alumnos. “Un alumno mío de Corea platica que en computación y electrónica hay decenas de estudiantes de su país en Stanford, y de México no hay nadie en doctorado. La sociedad, la cultura no aprecia la ciencia y tecnología, hay poco interés de estudiantes mexicanos por estudiar eso”.
Lo que viene
La diversidad de ideas generadas en el área de la informática es parte de la aparente anarquía cibernética, en donde nuevos productos saltan como hongos después de la lluvia y que luego se van depurando.
Google, por ejemplo, no ha estado exento de la evolución. “La idea del buscador fue muy exitosa, pero ahora no es la más importante en búsqueda. La Red es más complicada, hay más contenido generado y enlazado automáticamente, cada vez hay menos contenido humano, lo que hace más difícil la búsqueda y la jerarquización”, dice García Molina.
La empresa, por tanto, decidió ser más agresiva y plantarse nuevas metas para organizar todo tipo de contenidos: imágenes, videos, mercancías, blogs, libros.
“Han sido muy visionarios y buenos para no quedar satisfechos con lo que habían hecho sino más agresivos para organizar toda la información. Lo importante de la contribución de Google es que han expandido sus metas y otras cosas que pocos se dan cuenta es que se han enfocado mucho en contratar la mejor gente”, dice.
No sólo en el campo de Internet está el desarrollo de la computación. De hecho, para García Molina, la Red es sólo una parte. Actualmente participa en el desarrollo de dos proyectos para crear sistemas que tengan un impacto en la forma en que interactuamos con las computadoras.
Uno de los proyectos se llama “PhotoSpread”, basado en el simple uso de la popular hoja de cálculo Excel, pero hace que las celdas que contienen datos no manejen sólo números, sino también imágenes y acompañen cada imagen con información adjunta.
La idea nació a raíz de la preocupación de biólogos que hacen investigación sobre mariposas en una reserva natural de la Universidad de Stanford. García Molina se deleita mostrando en su IBM ThinkPad, de modelo algo viejo, una muestra del programa.
Los biólogos, dice, “usaban Excel para organizar los datos de las fotos, el archivo, fecha, hora, temperatura, el tipo de animal. Nosotros les creamos un sistema, una hoja de cálculo, pero cada celda puede tener un conjunto de cosas y además cada foto tiene su información”.
En su laptop, va a las celdas, toma imágenes, les cambia la información y muestra cómo automáticamente la foto es movida a la columna que corresponde. Toma el cursor y cambia una foto de columna para pasarla a otra categoría y señala cómo automáticamente se actualiza la información.
Viendo el programa, le pregunto por qué, si Excel tiene casi dos décadas en el mercado, a nadie se le había ocurrido antes ampliarlo a las imágenes. García Molina sólo levanta los hombros: “Nadie se lo había preguntado. Lo más difícil es la idea”.
Otro de los proyectos es el de automóviles a control remoto, y relata emocionado que Stanford ganó un concurso reciente de automóviles robots organizado por el Departamento de Defensa en el desierto de Nevada.
“Nos asociamos con Volkswagen, nos dieron automóviles y le agregamos sensores y computadoras. Se trata de ver cómo navegaban los autos robots. Había calles con señales de altos que tenían que parar y ver el tráfico”.
El Ejército tiene interés en desarrollar esto para enviar vehículos no tripulados a misiones peligrosas. “Nosotros les diseñamos el software”, dice y explica que eventualmente el sistema “nos ayudará a manejar en ciudades”.
Quién sabe dónde va a parar todo esto, dice García Molina, pero eso es parte de lo interesante de su campo.
La capacidad de almacenamiento de las computadoras sigue creciendo, se duplica cada medio año, según un axioma ya probado. “Siempre va a crecer y el precio va a bajar y vamos a ser capaces de almacenar cada vez más información”.
A este paso acelerado, reflexiona García Molina, “siempre están cambiando las reglas y siempre sorprende. Siempre hay cosas nuevas, llevo 30 años de profesor, pero es cosa de estar haciendo preguntas”.
Ahora dice no saber cuál será el siguiente desarrollo que le hará abrir los ojos de asombro. “Predecir no se me da. Ya sabes que nunca imaginé que Google iba a ser tan exitoso”.