El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz estuvo envuelto en la polémica, porque se esperaba que se daría a Su Santidad Juan Pablo II o al ex presidente checo Vaclav Havel, quienes, independientemente de que pudieran tener más méritos, son personas con un precario estado de salud y se piensa que será difícil ser candidatos para el año entrante. Sin embargo, si tenía que dársele a alguien, nadie más calificada que Shirin Ebadi, abogada, profesora, jueza, escritora y activista iraní.
Actualmente en la mayoría de los países árabes existe una actitud muy marcada de desprecio hacia la mujer. Desde la costumbre de la circuncisión en las niñas de 5 años, que es un acto tan aberrante que se me ha borrado de la memoria cómo se le llama, hasta el ridículo uso (difundido ampliamente a raíz de la Guerra del Golfo, la de Afganistán y la de Iraq) de la famosa “burka” en las mujeres, que pareciera que éstas fueran fenómenos o engendros que no pueden ser mostrados, así como otro tipo de vestimentas, como la “hijab” que consta de chaqueta negra hasta el muslo o abrigo hasta las rodillas, con el manto cubriendo toda la cara excepto por una ventanita a nivel de los ojos. También existe el negro “chadar” que es un lienzo plegado que cae desde la frente hasta los tobillos. En Irán los hombres pueden usar la ropa que quieran: pantalones, camisas, jeans, playeras, tenis, etc., caminan, compran y trabajan sin ninguna traba. Cuando visité Estambul, país eminentemente musulmán, me sorprendió que después de las 5 de la tarde ya no se veía ninguna mujer en la calle, sólo hombres que, además, caminaban cogidos de la mano, pero no por ser gays, sino porque sienten tanto orgullo por ser hombres que se identifican con mucho afecto. Las mujeres ya no quieren luchar por sus vestimentas porque dicen tener cosas mucho más importantes para lograr.
Shirin Ebadi, radicada en Therán, que ha trabajado ampliamente defendiendo los derechos de las mujeres y los niños en su país y más allá de sus fronteras, fue la primera juez en Irán, pero fue destituida a raíz de la llegada al poder del Ayatola Khomeini, cuyo nieto Hussien Khomenei, gran defensor del neoliberalismo, actualmente abandonó Irán para radicar en otro país aduciendo que el régimen iraní era la peor dictadura del mundo.
Sólo para darnos una idea del papel de la mujer en esas latitudes: las mujeres adquieren responsabilidad legal a los 9 años, los hombres a los 15 (a esa edad pueden ser castigadas porque se supone que ya saben lo que deben hacer); 2 mujeres equivalen a un hombre como testigos en un juicio (si es que se les permite serlo); las mujeres necesitan permiso escrito por el esposo para salir del país, los hombres no; la mujer requiere de permiso del padre para casarse, el hombre no, y éste puede tener hasta 4 esposas si lo desea. Además existe un contrato matrimonial llamado “sigheg” que les permite a ellos estar casados por horas o años, como lo quieran, pero éste no es válido para las mujeres. Shirin Ebadi, comenta que “el problema no es la religión, sino la cultura chauvinista imperante en el país”.
Lo más importante del Premio Nobel de la Paz concedido a Shirin Ebadi, es la esperanza de que con esta presea se logre la atención del mundo hacia la discriminación a la mujer en esos países para tratar de buscar una solución al problema.