Iván tiene tatuado a Borgetti en un brazo. (Fotos de Claudia Landeros y E. Sepúlveda
Desde muy pequeño conoció al Santos. Cuando tenía 10 años fue por primera vez al viejo Estadio Corona. Inició la aventura de ser guerrero al lado de su tía a quien acompañaba a los partidos.
"Fui creciendo de la mano con mi equipo, estoy muy orgulloso de que gracias a Santos, La Laguna sea conocida, y me emociona mucho que nos volteen a ver", dice.
A Iván Olivares Borjón el Santos Laguna le ha dado mucho, constantes alegrías, pero también tristezas y todo tipo de emociones. No fue de la noche a la mañana que nació su amor por el futbol. De inicio se entretenía en todo menos en el juego, pero cada 15 días que acudía a ese mágico coloso de La Laguna se fue identificando y enamorando del equipo.
A lo largo de 20 años ha perdido días de trabajo, ha tenido problemas familiares, gastado gran cantidad de dinero por seguir y apoyar incondicionalmente a los Guerreros.
Pero no sólo ha perdido por el Santos, este gran guerrero hace 8 años conoció en el mismo estadio, siendo ya miembro de la barra "La Komún", a Meche, su compañera de aventuras y con quien comparte su afición y amor a la camiseta.
También ha conocido gran parte del país, al viajar para apoyar al equipo, a muchas personas, jugadores y ha vivido grandes experiencias gracias a esto.
Para Iván ser un fiel guerrero es trasladarlo a la vida misma, es tomar el ejemplo de constancia, esfuerzo, ser positivo y enfrentar las adversidades, así como ser humilde en la victoria.
Para un aficionado como él esta final es muy importante porque hay mucho en juego y es por el honor, siente los mismos nervios que la primera vez que los Guerreros lograron calificar a una final y asegura que un título para ellos lo es todo, es por lo que se lucha día a día, jornada tras jornada y por lo que ellos siguen de pie, aunque no decaerán ni en los peores momentos.
Su máximo ídolo ha sido siempre Jared Borgetti, quien asegura no sólo le dio mucho al equipo, sino que fue un referente para él y marcó su vida cuando sólo era un adolescente y llegó a Santos en 1996.
"Lo mejor fue haberlo conocido y que me diera su amistad, aunque nunca dejaré que se pierda esa admiración y la magia entre el ídolo y el fanático".