La vista desde la carretera que bordea los cerros ofrece un campo tapizado de color naranja. Paulo recuerda que, desde que tiene uso de razón, la flor de cempasúchil ha decorado el paisaje del ejido. Su cultivo ha sobrevivido al relevo de generaciones: su padre trabajó los campos durante 70 años, él lleva 20 haciéndose cargo de ellos. "Mi padre inculcaba que es una tradición que uno debe de seguir y que cuando él no estuviera, le daría gusto que uno la siguiera".Es el ejido Monterrey, a media hora de la cabecera municipal de Lerdo, Durango. La vista desde la carretera que bordea los cerros ofrece un campo tapizado de color naranja. A mediodía, los rayos inclementes del sol desafían a un otoño que parece verano. El acceso a los campos de cempasúchil se da tras cruzar las vías del ferrocarril, justo después de pasar una pequeña plaza en el pueblo.
Autor: VERÓNICA RIVERA , publicada el 28 de octubre de 2020