La vista desde la carretera que bordea los cerros ofrece un campo tapizado de color naranja. A la sombra de un gran moro, Paulo Calderón Delgado extrae agua de una noria para regar la parcela que pertenece a su madre. Allí relata que su relación con el cempasúchil se dio desde muy joven y que su padre le dio instrucción para trabajar correctamente la flor. "Mis papás empezaron a trabajarla. Uno va creciendo y sigue la tradición de ellos".Es el ejido Monterrey, a media hora de la cabecera municipal de Lerdo, Durango. La vista desde la carretera que bordea los cerros ofrece un campo tapizado de color naranja. A mediodía, los rayos inclementes del sol desafían a un otoño que parece verano. El acceso a los campos de cempasúchil se da tras cruzar las vías del ferrocarril, justo después de pasar una pequeña plaza en el pueblo.
Autor: VERÓNICA RIVERA , publicada el 28 de octubre de 2020