Juana María Solís de 74 años de edad acudió ayer al Panteón Municipal a visitar a sus difuntos. (ANGÉLICA SANDOVAL)
La muerte de José Ángel dejó una herida profunda en Juana María, su madre. Por ley natural, los hijos deben sobrevivir a los padres pero la mujer nunca se imaginó que sucedería lo contrario.
Durante la pandemia, José Ángel, de 54 años, murió a causa del COVID-19 en el Hospital de Especialidades número 71 del IMSS en Torreón. Por las restricciones sanitarias, no alcanzaron a despedirse. "Yo siempre le pedí a Dios que me llevara a mí primero y no a mis hijos. Este dolor lo tendré toda mi vida, es muy duro. ¡Vida mía, siempre te tendré en mi corazón, nunca te olvidaré!, chiquito de mi vida", expresó Juana María y segundos después rompió en llanto.
En este Día de Muertos, la señora recuerda a su hijo como un hombre respetuoso, trabajador, de familia y que siempre estaba al pendiente de ella.
Desde el 31 de octubre fue a visitarlo a un panteón particular de esta ciudad y le dejó flores artificiales. Su amor por José Ángel rebasa el plano terrenal y no hay día en que no piense en él. "Todos celebramos a nuestros muertos y no nada más el 2 de noviembre, todos los días pensamos en ellos, que Dios los bendiga y los tenga en su santo reino, toda la vida y mientras Dios nos dé licencia, seguiremos pensando en ellos".
En el Día de Muertos se acostumbra visitar los cementerios, además de dedicar ofrendas florales y montar altares en memoria de las personas que se adelantaron en el camino.
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Lo que para la gran mayoría de las personas sería una experiencia traumática, embalsamar es el pan de cada día para José JuanEste 1 y 2 de noviembre de 2021 revivieron los cementerios luego de que el año pasado se suspendieron las visitas a los mismos por la alta incidencia de contagios, hospitalizaciones y fallecimientos por el virus SARS-CoV-2.
Ayer, Juana María Solís recorrió el Panteón Municipal número 1 de la colonia Aquiles Serdán, ubicado al poniente de Torreón, para visitar a sus padres, Francisca y Juan Antonio; a sus suegros, Antonio y Aurelia; y a su cuñada, Julia. La mujer llegó al camposanto a bordo del transporte público desde la colonia Santa Teresa de Gómez Palacio.
Consideró que la celebración del Día de Muertos es hermosa pues implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos. Ellos regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con su familia y para nutrirse de la esencia de los alimentos que se les ofrece en los altares.
A las 10 de la mañana había una afluencia regular en este panteón. Poco a poco iban llegando las familias a visitar a sus difuntos.
Se pudo observar que al ingreso se entregó gel antibacterial y se tomó la temperatura. Aunque estaba prohibida la entrada a menores de edad, se pudo observar a niños y niñas al interior del cementerio. No pudo faltar la venta de agua para la limpieza de las lápidas y los floreros y también acudieron algunos músicos para ofrecer sus servicios.
Al exterior de igual manera se pudo observar la presencia de personas ofertando una variedad de flores, aguas frescas, gorditas, pan de muerto y frituras, entre otros productos alusivos al Día de Muertos.