Al norte con Pancho Villa
Hace unas semanas, en el auditorio del Museo Regional de La Laguna, los escritores Paco Ignacio Taibo II, Pedro Salmerón y Jesús Vargas participaron en una mesa en torno a Pancho Villa en el marco del centenario del asesinato del revolucionario, ocurrido el 20 de julio de 1923 en Parral. Villa es sinónimo de polémica, sobre todo en el norte. Y del norte, especialmente, en Torreón. Fundamental para la historia de nuestro país fueron las dos tomas de esta ciudwad, encabezadas ambas por Villa. Así, la ocasión es propicia para rescatar fragmentos de una entrevista que publiqué en este mismo diario hace ya dieciséis años, en torno a un libro que muestra no las dos caras, sino las muchas que tenía el caudillo: Pancho Villa. Una Biografía Narrativa, del ya mencionado Paco Ignacio Taibo II.
El volumen de 854 páginas esclarece mitos y verdades acerca del líder de la División del Norte. Así revela un Villa que no bebía alcohol pero sí malteadas de fresa, asiduo a las palanquetas de cacahuate, que fue ladrón de ganado y asaltante de caminos; un hombre cuya vida cambió en 1913 en Torreón y que al año siguiente, en la misma ciudad, cambió el rumbo del país entero. El fantasma de Villa cabalgaba desde hace tiempo entre las obsesiones del autor, quizá por eso esbozó una sonrisa cuando le recordé que su novela Cuatro Manos comienza con el asesinato del caudillo. Ese libro también habla de un Premio de Periodismo Pancho Villa. Y en Mi Amigo Morán, otra de sus novelas, Villa figura entre los personajes.
Para escribir esa biografía, Taibo II pasó muchas semanas investigando las huellas del personaje por el norte del país. Asegura que donde quiera encontraba objetos, testimonios, fotografías. Ese exceso de pistas fue una de las dificultades de la investigación: “Donde quiera había material, pero más que información, encontraba desinformación. [Eso] me obligó a una revisión desesperada de centenares, millares de periódicos. Estaba buscando testimonios más o menos directos, tantos como pudiera, que me permitieran confrontar para desarmar las versiones falsas. Había que trabajar quitando, no poniendo, y sobre todo confrontando y ordenando”.
Como ejemplo, Taibo II citó entonces una de las versiones más difundidas acerca de Pancho Villa: que tomó su nombre del de un viejo bandolero con el que había estado en Chihuahua.“El problema —aclaró entonces el autor mientras negaba con la cabeza— es que no coinciden las fechas: encuentro en unos archivos cómo este viejo bandolero salió de la región de Chihuahua rumbo a El Paso hacia 1893. Villa no pudo sumarse a la partida de este bandolero sino hasta 1902, por lo tanto no lo conoció. Además si te quieres esconder es absurdo usar el nombre de un viejo bandolero, ¿no?”.
Al redactar, la dificultad estuvo en tomar distancia para dejar que fuera el lector quien juzgara al personaje: “Mi misión era contarlo, y contarlo lo mejor posible. Establecer cuándo sucedía algo, por qué, en qué contexto. Por qué Villa estaba enfadado con éste o con el otro, por qué era un hombre irascible y por qué era al mismo tiempo un hombre de emociones fáciles. Quise contarlo, no juzgarlo”.
Pero en Pancho Villa. Una Biografía Narrativa se ve la intención de contar no sólo al hombre, también los mitos que lo rodean. Al respecto, Taibo me dijo: “Hay capítulos enteros dedicados a contar la construcción mítica de Villa. Todo ese material me parecía muy interesante, pero había que darle su verdadero valor. Recurro muchas veces a esas frases como ‘de esto se dice’ y ‘dicen que dijo’ porque no tengo manera de establecer certidumbre sobre algo que me gusta. Algunas veces descarto directamente y digo ‘esto no es cierto’. Otras descarto con una sonrisa, diciendo ‘esto no es cierto, pero es bonito’. A fin de cuentas todo forma parte de lo que fue luego el personaje. El anecdotario es de una riqueza inmensa. Me podría pasar horas contando anécdotas de Pancho Villa yo también, ¡ya me volví villista!”.