
Michel Houellebecq, autor de 'Ampliación del campo de batalla'. Crédito: Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina
Dos ingenieros jóvenes son contratados por el Ministerio de Agricultura Francés para impartir cursos de informática en distintas ciudades de provincia; ambos, además de profesión y juventud, comparten dos características determinantes: son feos y poco carismáticos, lo que los convierte en hombres poco exitosos con las mujeres. La diferencia estriba en que uno de ellos, el protagonista sin nombre, sumergido en un estado de abulia total, rechaza al mundo y a todo lo que de él venga (incluidas las relaciones sexo-afectivas); mientras que su compañero, Raphaël Tisserand, anhela tener lo que no tiene: mujeres y, en el fondo, cariño (deseo que en el mundo de Houellebecq solo puede conducir a la destrucción). Esta es la trama de Ampliación del campo de batalla (Maurice Nadeau, 1994), la ópera prima de uno de los escritores más controversiales de la Europa contemporánea.
ESCRITOR CONTROVERSIAL
Nacido en Saint Pierre, Isla de la Reunión, Francia, en 1956, Houellebecq es, como se dijo, uno de los escritores más constantes en sus controversias: con los años se le ha acusado, entre otras cosas, de ser misógino, racista, sexista y xenófobo. Sus pleitos con la comunidad musulmana son de larga data y lo han llevado, casi desde el principio de su carrera, a enfrentar juicios y amenazas terroristas en múltiples ocasiones. Por otro lado, los colectivos feministas lo acusan de reducir a sus personajes femeninos a objetos que sirven principalmente para la gratificación sexual masculina, y que son desechados en cuanto dejan de cumplir dicha función. Otros, en cambio, admiran a Houellebecq por el ojo clínico con el que diagnostica la enfermedad que asfixia al mundo moderno: la banalización de todos los aspectos de la vida (la libertad, el sexo, las relaciones humanas, la comunidad misma).
Es pertinente citar un fragmento de la novela que hoy nos ocupa: “No volvería a ver a Jean-Yves Fréhaut, y, además, ¿por qué debería volver a verlo? En el fondo no habíamos simpatizado de verdad. De todas maneras, en esta época uno se vuelve a ver poco, incluso cuando la relación arranca con entusiasmo. A veces hay conversaciones anhelantes sobre aspectos generales de la vida; a veces hay abrazo carnal. Desde luego, uno intercambia números de teléfono, pero en general se acuerda poco del otro. E incluso cuando uno se acuerda y los dos se vuelven a ver, la desilusión y el desencanto sustituyen rápidamente el entusiasmo inicial. Créeme, conozco la vida”.
SEXO Y CAPITALISMO
Uno de los temas en los que insiste el libro es la comparación del sistema capitalista con el estado actual de las relaciones sexo afectivas. Houellebecq dice que, de la misma manera en que las compañías compiten entre ellas por los profesionistas mejor cualificados (como los protagonistas de la novela), las mujeres compiten por los compañeros sexuales más atractivos; circunstancias que, en ambos casos, producen situaciones de desigualdad.
“Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca”.
Los protagonistas de la novela viven a caballo entre ambos mundos, pues, como uno de ellos reflexiona: en el terreno económico se encuentra entre los ganadores, pero en el sexual es uno de los perdedores. Y, aunque el protagonista sin nombre es capaz de aceptar esa condición sin aspavientos, a Tisserand le produce un grado de frustración tan extremo que lo lleva a considerar el asesinato de una chica que lo rechazó y del hombre que esta eligió en su lugar.
LOS GRADOS DE LA LIBERTAD
Si bien Houellebecq expone el problema de manera concisa, queda la pregunta de cuál es el origen del padecimiento. La respuesta, por supuesto, no es clara, y el propio intento del autor por encontrarla es impreciso. Se reduce, en resumen, a lo que uno de sus personajes incidentales expone como “los grados de la libertad”, es decir, a la teoría de que la felicidad humana está ligada a la libertad, pero entendiendo como libertad a la capacidad de elegir de entre la mayor cantidad de opciones posibles. En la novela, esta es la motivación de algunos personajes que trabajan en el desarrollo de lo que después será Internet.
Sin embargo, como sabemos por estudios conducidos en las últimas décadas, una mayor cantidad de opciones solo provoca ansiedad e insatisfacción constante, pues no importa qué tan bueno sea lo que se elija, siempre quedará la duda de si fue lo mejor.
EL JUICIO PORNOGRÁFICO
Como si se tratara de uno de sus propios personajes, Houellebecq nunca anda lejos de los problemas que retrata en sus novelas. En un artículo anterior (publicado en este mismo espacio) se habló acerca del proceso legal y de las amenazas terroristas que distintos grupos musulmanes lanzaron contra él, y de cómo esto se ligaba a novelas como Sumisión (2015), en la cual retrata a una Francia dominada por el Islam.
Ahora, sin embargo, la controversia que lo rodea no es religiosa, sino sexual. En resumen: un director de cine experimental propuso al escritor organizarle una serie de encuentros sexuales con chicas jóvenes y atractivas, a cambio de que permitiera que las sesiones se grabaran para hacer una película. Houellebecq aceptó, firmó el contrato y se acostó con varias veinteañeras frente a las cámaras. Después, cuando el filme estaba a punto de estrenarse, Houellebecq demandó al director, argumentando que al dar su consentimiento se encontraba en un periodo de profunda depresión y, por lo tanto, el contrato carecía de validez.
Los tribunales neerlandeses encontraron el argumento del novelista poco menos que convincente, y parece que el veredicto beneficiará al director de cine. Como sucede con los protagonistas de las novelas, queda la duda de cuántos problemas podría evitarse Houellebecq si lograra contener los impulsos de su pene. Dicho esto, y más allá de la anécdota rocambolesca, este nuevo episodio de la vida pública del autor tiene un resabio amargo, pues parece corroborar el vacío tremendo en el que vive (al igual que miles de personas en el mundo), y que recuerda a aquellas palabras que aparecían ya en su primera novela:
“Grande es el deseo de amor en el hombre, hunde sus raíces hasta profundidades asombrosas, y sus múltiples raicillas se afincan en la materia misma del corazón. A pesar de la avalancha de humillaciones que constituían su vida cotidiana, Brigitte Bardot — la Brigitte Bardot de la novela nada tiene que ver con la famosa actriz— tenía esperanzas y esperaba. Probablemente, sigue teniendo esperanzas y esperando. En su lugar, una víbora ya se habría suicidado. Los hombres no temen a nada”.