El Siglo de Torreón / Ramón Sotomayor
Entró al Teatro Isauro Martínez para la prueba de sonido y de inmediato hizo un gesto de sorpresa. Christian McBride (Filadelfia, 1972) vio ante sí los frescos y relieves realizados por el artista español Salvador Tarazona y restaurados por José Méndez Orozco. El contabajista sacó su teléfono celular, comenzó a grabar videos apuntando hacia el plafón y su pintura La inspiración. En un viejo libro titulado Nuestro jazz (1968), el periodista mexicano Jaime Pericás propone que el jazz habita en distintos lugares, incluidos los edificios.
—Siento que cuando vi el teatro, vi mucha historia. No sé si escuché música per se, pero vi mucha
historia y gran arte.McBride está en el camerino. Es un hombre alto, robusto, con gorra plana y gafas de armazón negro. El leitmotiv de su rostro expresa una eterna sonrisa y el timbre grave de su voz emula al de su instrumento: el contrabajo. En media hora se presentará con New Jawn, su proyecto musical integrado por Josh Evans en la trompeta, Nasheet Waits en la batería y J. D. Allen III en el saxofón tenor, quien en esta ocasión sustituye a Marcus Strickland. El nombre de la banda refiere a un argot empleado en Filadelfia: jawn sirve para nombrar a una persona, cosa o lugar.
Si Octavio Paz alguna vez dijo que la poesía es revolucionaria por naturaleza, el jazz comparte esa propiedad. Martin Smith, en su libro John Coltrane. Jazz, racismo y resistencia (2003), afirma: “En el jazz siempre ha existido una tradición de rebelión consciente y de resistencia de los ataques del racismo”.
Nacido en Nueva Orleans como un hijo del ragtime y del blues, símil a una mezcla de culturas entre África, Europa y América, representa la máxima aportación musical de Estados Unidos. Su sonido es universal, ignora las fronteras y es capaz de dialogar con cualquier género del mundo. Ese carácter, junto a fenómenos sociales como la Gran Migración, hizo que forjara identidad en otras capitales de Norteamérica como Filadelfia, Chicago, Kansas City o Nueva York, siendo esta última la más importante.
—Sin duda, el jazz se ha convertido en la música del mundo entero, lo puedes encontrar en todas partes. Quiero decir, estoy aquí en Torreón, México, tocando jazz americano, pero también vamos a Asia, vamos al Sudeste Asiático, vamos a Australia, vamos a Europa del Este, vamos a África. Entonces es música que se ha extendido por el mundo, pero el sistema nervioso central del jazz sigue siendo Nueva York.
¿Qué es el jazz? ¿Es algo que va más allá de las partituras y las improvisaciones?
Hay tantas definiciones de jazz. No creo que pueda decirte ninguna que no hayan escuchado ya, simplemente me gusta tocar música para mi corazón y música que sea pura, y el jazz encaja perfectamente con eso.
Malcolm X dijo en su momento que “el jazz es el único espacio de Estados Unidos en el que el hombre negro puede crear”. Intentaremos modificar un poco la frase: quizá el jazz es uno de los espacios más libres donde el ser humano puede crear, ¿cómo habitas ese espacio?
No podría describirlo mejor, y gracias por hacer referencia a Malcolm X. Creo que ningún músico ha tocado jazz porque quiera ser rico o famoso, lo hacemos porque amamos la música y es el lugar donde podemos estar verdaderamente libres de presiones o expectativas comerciales. Podemos simplemente crear música pura.
Naciste y creciste en Filadelfia, la llamada “ciudad del amor fraternal”, un lugar donde las ideas revolucionarias han permeado desde los tiempos de Benjamin Franklin. Hay otro acento con la Gran Migración que llevó el jazz a Filadelfia y la lucha por los derechos de los afroamericanos. ¿Crees que algo de esta rebeldía histórica permeó en tu composición musical?
No estoy seguro, porque cuando creces no prestas atención a la historia de tu ciudad. Escuchas a tus padres, sales con tus amigos, pero realmente no te importa la historia de tu ciudad. Pero a medida que me hago mayor, me doy cuenta de lo importante que es Filadelfia para la historia de la música, para la historia estadounidense, para la historia negra, y soy muy afortunado de haber crecido en Filadelfia, una de las mejores ciudades del mundo.
RECOMPENSAS
McBride es ganador de ocho premios Grammy, pero el mayor éxito de su carrera ha sido conocer a sus músicos favoritos. Aprendió a tocar el bajo eléctrico a los nueve años gracias a la herencia de Lee Smith, su padre, un bajista de Filadelfia conocido por su amplia trayectoria. A esa misma edad ya estaba enamorado de la música de James Brown, sin planearlo, como si se tratara de una improvisación. Siempre que lo escuchaba se sentía protegido. La crueldad del mundo no podía dañarlo. El contrabajista tuvo la oportunidad de convivir con él en varias ocasiones, incluso tocaron juntos en 2005, en Nueva York. El Rey del Soul le dijo que lo hacía sentir orgulloso.
—James Brown y su música para mí han sido como una armadura; su música siempre me ha hecho sentir fuerte, orgulloso y a salvo del peligro.
McBride se mudó a Nueva York en 1989. Realizó estudios clásicos en la Juilliard School, un centenario conservatorio de artes. Su talento llamó la atención y fue reclutado para la gira del saxofonista Bobby Watson. Era una época donde el contrabajista exploraba dentro de sí mismo para encontrar su voz propia, rodeado por músicos del más alto nivel.
En 2000 fundó la Christian McBride Band y el proyecto fue elogiado por el escritor Alan Leeds como una de las bandas más embriagadoras y menos predecibles de ese tiempo. Desde entonces, el éxito lo ha acompañado en proyectos como la Christian McBride Big Band, el Christian McBride Trio y el cuarteto New Jawn, cuya portada de su primer álbum, publicado en 2018, muestra a dos habitantes de Filadelfia conversando.
—No he vivido en Filadelfia durante casi 35 años, pero mis padres todavía viven allí, todavía tengo amigos allí y por eso mi espíritu y mi corazón siempre estarán en Filadelfia.
La tarea de este jazzista no sólo habita en eln estudio y el escenario, también es un educador y dirigente. Años antes, en 1997, emitió el discurso Racism in the Performing Arts durante el Town Hall del presidente Bill Clinton. Fue nombrado director artístico del Jazz Aspen Snowmass Sessions (2000), codirector del National Jazz Museum en Harlem y Segundo Catedrático Creativo de Jazz en la Asociación Filarmónica de Los Ángeles (2005). Hoy es director artístico del Newport Jazz Festival.
Su virtud en el contrabajo le ha permitido tener créditos de grabación junto a titanes de la talla de Willie Nelson, Paul McCartney, Sting, Freddie Hubbard, Abbey Lincoln, Queen Latifah y el baterista Questlove de la banda The Roots, entre otros. McBride es sinónimo de calidad artística y calidez humana.
El contrabajo es de una sonoridad grave, su tono fundamental está entre los 60 y 250 hercios. Dicen los expertos que cuando estamos en el vientre materno estamos rodeados de frecuencias graves, ¿su sonoridad te remite al sonido de algún origen o cómo lo percibes?
Sin duda. Siempre digo que el bajo es más efectivo cuando se siente y no se escucha. Siento que el bajo eléctrico es el hijo y el contrabajo es la madre. El gran Joe’s Avenue dijo una vez que el bajo y la batería son la madre y el padre de toda la música. La batería es el padre, el bajo es la madre.
Llegas a Nueva York, una tierra donde triunfaron grandes como Charlie Parker, Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Billie Holiday, entre otros. Tú has dicho que todos ellos provienen del bebop.
Cuando tenía unos quince años me di cuenta de que todos los héroes del jazz que había tenido vivían en Nueva York, ¡así que tenía que ir a Nueva York! Filadelfia no está muy lejos, sólo a unos 120 kilómetros, pero en términos de lo que puedes aprender es como si las separara un universo entero. Por eso creo que todos los músicos que van a Nueva York sienten esos fantasmas del bebop de los años cuarenta y cincuenta. Siempre estarán dentro de los músicos de jazz que viven y tocan en Nueva York.
Tienes ocho premios Grammy, pero sabemos que la música va más allá de los premios. ¿Hay momentos en tu carrera que valgan más que esas condecoraciones? Si es así, ¿cuáles serían?
Ser amigo de James Brown, lo más importante en mi carrera. Es una historia larga, muy larga, pero conocer a James Brown y a Ray Brown, quien fue mi héroe del bajo número uno, a todos estos músicos que admiro, trabajar con ellos y conocerlos, es el regalo más grande que he recibido.
UNA NOCHE LLENA DE JAZZ
Eric Nisenson, autor de El nacimiento de Kind of Blue, obra maestra del jazz (2000), escribe en ese libro que para entender cómo se crea un álbum de jazz se deben tomar en cuenta diversos aspectos: “la época; los hechos y las ideas musicales que dominan ese periodo de la historia; los músicos que participan, sus historias individuales y sus aportaciones; y en general, las características del líder”, en este caso, Christian McBride.
Prime es el segundo y más reciente álbum de New Jawn, publicado en febrero de 2023. Se nutre por cinco composiciones originales y tres estándares de jazz sin acordes de Larry Young, Ornette Coleman y Sonny Rollins. Fue grabado a finales de 2021. Para McBride, el jazz tiene un paso en el pasado y otro en el futuro, por eso ha apostado por esta mezcla de épocas en cada uno de sus trabajos. No se puede ir hacia adelante sin saber donde se ha estado.
La tercera llamada se anuncia en el Teatro Isauro Martínez. Christian McBride sale a escenario acompañado por los integrantes de New Jawn. La sonrisa en su rostro no desaparece. Toma su contrabajo, hace un breve estiramiento con los brazos y, ante al aplauso del público, inaugura el concierto perteneciente al ciclo New York Jazz All Stars 2023 de DeQuinta Producciones.
Las piezas de Prime serán el eje de la noche. Abre con “Head Bedlam”. Las primeras notas en el escenario son como una chispa; desencadenan una descarga eléctrica de disonancias virtuosas. La energía de la banda se opone la del “jazz de elevador” que poca atención demanda del público. En cambio, el cuarteto arrastra al oyente a un viaje que contrasta sutilezas y explosiones sonoras.
Para esta composición, McBride y sus músicos se inspiraron en el comportamiento de Twitter durante la pandemia de covid-19. Al inicio existe un caos entre los instrumentos. El saxofón y la trompeta se enredan como una avalancha de comentarios sin sentido, hasta que poco a poco se dirigen hacia cierto orden.
En el jazz, la acción individual importa tanto como la grupal, por eso cada músico tiene un espacio para lucirse con un solo. Christian, Josh, J. D., Nasheet, parecen perderse en un universo distante, donde las reglas de la música se quebrantan, para luego retornar y dejar en claro que ellos se desentienden de las fórmulas, que están dispuestos a romper los moldes.
Has mencionado que hoy el jazz está con un paso en el pasado y un paso en el futuro, ¿esa es la misma filosofía con la que se ha creado Prime?
He intentado hacer eso en cada trabajo que he hecho. No puedes seguir adelante sin saber dónde has estado en el pasado. Hay muchos compositores de jazz que siempre dicen a los músicos jóvenes “olvídate del pasado, sigue adelante, haz algo diferente, haz algo nuevo”, pero no puedes hacer eso a menos que sepas lo que ya se ha hecho.
En este álbum no hay instrumentos que den acordes como el piano y la guitarra, ¿cuál es la libertad que te brinda componer sin acordes?
De hecho, creo que esto hizo que fuera un desafío mayor para mí. Como no hay acordes, ahora tengo una mayor responsabilidad, así que tocar sin piano o guitarra no es del todo… ¿sabes?, la palabra “libertad” no es lo primero que me viene a la mente; “responsabilidad” es lo primero que me viene a la mente.
La primera pieza aborda su visión de Twitter durante la pandemia. En la introducción, el sax y la trompeta suenan incontroladamente, como si fuesen esta avalancha de comentarios que invade la red. Luego hay una mayor claridad y orden. ¿Es esto lo que quisieron mostrar?
Cuando escribí esa canción por primera vez, no sé por qué lo primero que me vino a la mente fue decirle a la banda que tocaran algo caótico y ruidoso. Creo que quería algo que impactara, quería que la audiencia escuchara la primera canción y dijera “¿Qué pasa? ¿Qué está sucediendo?” y con suerte la gente prestaría atención el tiempo suficiente para esperar hasta que comenzara el ritmo. Entonces, después de escribir la canción, se me ocurrió que ese tipo de caos es el que vemos todos los días en nuestro teléfono.
¿Cómo eliges una situación tan específica y la conviertes en algo abstracto?
No lo sé, tengo una lista de títulos de canciones porque a veces simplemente me resulta difícil componer una canción. A veces necesito una imagen que me ayude. Tengo como 100 títulos de canciones en mi teléfono porque a veces una imagen me ayuda a componer más rápido.
¿Crees que estamos tan acostumbrados al orden que las disonancias nos asustan?
Sí, no sé cómo es en otras partes del mundo, pero siento que en Estados Unidos la gente no gravita hacia lo desconocido. Por eso la música pop es tan… por eso la llaman música pop, es predecible, sabes a dónde vas con la música, sabes a qué vas a llegar con las imágenes. A la gente le gusta lo que conoce, pero cuando se trata de jazz no hay una fórmula, ¿sabes? Por eso digo que esta música es muy honesta y muy pura.
Se ha dicho que muchos músicos han roto las fronteras del jazz a lo largo de los años, pero ¿en realidad algún día esas fronteras existieron en el jazz?
No creo que ningún estilo de música tenga límites, todo lo que necesitan es un músico que realmente lo ponga a prueba. Creo que Jimmy Hendrix hizo eso en el rock, creo que alguien como Kanye (West) hizo eso en el hip hop, aunque está loco. Creo que ha habido grandes músicos en cualquier género que no querían ser normales, no querían ser regulares. Lo que necesitamos es que alguien popular diga: “Oye, quiero romper el molde”.