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La figura del mundo

Villoro aclara que no se trata ni de un ajuste de cuentas ni de una hagiografía, sino de una construcción de sentido con la que busca entender a su padre y entenderse en él.

La figura del mundo

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VICENTE ALFONSO

“Giordano Bruno aconsejaba organizar la memoria como un escenario. Si a cada recuerdo se le asigna una recámara, pensar en ese ‘lugar’ significa ir a ese pasado”, escribe Juan Villoro en su más reciente libro, La figura del mundo (Random House, 2023), una certera y emotiva serie de evocaciones en torno a su padre, el pensador mexicano-catalán Luis Villoro.

El libro parece construido bajo ese método: estructurado en nueve capítulos más un epílogo, privilegia el orden temático. A cada apartado corresponden ciertas memorias: el movimiento estudiantil de 1968, la afición al futbol como territorio de convivencia entre padre e hijo, el exilio español y la preservación en ultramar de los ideales republicanos, las luchas sociales y sus turbulencias, las búsquedas y aportes de don Luis en el terreno de la filosofía.

La figura del mundo nos comparte el perfil de un hombre que apoyaba al Cruz Azul porque fue fundado por una cooperativa, que se asoció con Heberto Castillo para montar una taquería por razones políticas, que a sus setenta años era capaz de caminar muchos kilómetros para visitar los caracoles zapatistas, que a los 19 años ya buscaba por medio de la razón pruebas de la existencia de dios, y que llegó a conclusiones muy parecidas a las que José Revueltas alcanzaría más de veinte años después. Pero La figura del mundo trasciende al simple anecdotario. Villoro analiza las posturas políticas de su padre, así como el empeño constante de don Luis por mantenerse congruente respecto a esas posturas. El autor de De la libertad a la comunidad admiraba a George Washington por su incapacidad para mentir, pero al mismo tiempo desconfiaba de los excesivos pragmatismos y concesiones que la política exige.

Resulta clave un pasaje evocado varias veces a lo largo del libro: durante una comida familiar, agotados los temas de conversación, Juan Villoro pregunta quién les parece el personaje más relevante del siglo XX. Don Luis responde que Gandhi, y su argumentación convierte una charla de sobremesa en una inolvidable lección sobre la búsqueda de congruencia. Lo importante no son las ideas, sostiene el filósofo, sino la conducta a la que llevan esas ideas. Su argumento final demuestra por qué don Luis es uno de nuestros mayores pensadores: “todo conocimiento es frívolo comparado con una conducta íntegra”.

Hacia la página 166, en el momento en que Villoro rastrea los puntales de la postura de su padre frente a la religión y la espiritualidad, nos damos cuenta de que el hijo ha logrado llevarnos de la mano hasta el corazón de las búsquedas vitales del filósofo. Estamos lejos del territorio de lo tangible, pero en el área que dota de sentido a este mundo palpable donde hay balones, motocicletas y guitarras Fender stratocaster. Cuando ha logrado seducirnos por la vía de la razón, Juan logra el nocaut enfrentándonos a un nuevo capítulo en clave emotiva. Así pues, una de las muchas virtudes del volumen radica en eso que los músicos llaman preparar el repertorio: el ordenamiento, la trayectoria emotiva para hacer del concierto una experiencia memorable.

Villoro aclara que no se trata ni de un ajuste de cuentas ni de una hagiografía, sino de una construcción de sentido con la que busca entender a su padre y entenderse en él. Es comprensible, por lo tanto, que más de una vez salten chispas, por ejemplo cuando el autor recuerda que, en la polémica Sartre-Camus, padre e hijo militaban en bandos diferentes. Lo mismo ocurre respecto a la apreciación que cada uno tenía respecto a Octavio Paz, con quien don Luis tuvo acuerdos y diferencias, y que resulta una figura central en el epílogo. Lo que el cronista y novelista no señala, pero queda muy claro, es que del México pos-revolucionario a la caravana neo-zapatista, pasando por el movimiento estudiantil del 68, don Luis vivió no pocos entre los momentos clave del siglo XX, y por lo tanto estas evocaciones trazan un apasionante repaso de los esfuerzos humanos por aprender a vivir en comunidad. Un libro imperdible.

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Escrito en: Vicente Alfonso Juan Villoro La figura del mundo reseña literaria. padre e hijo exilio

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