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La Pianista, un retrato de la represión

La película, ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes en 2001, explora la relación insana entre una prestigiosa profesora de piano y su alumno.

La Pianista, un retrato de la represión

La Pianista, un retrato de la represión

ABRAHAM ESPARZA VELASCO

La vida de una pianista de carácter firme y con una vida aparentemente normal, toma otro enfoque cuando vemos a través de las paredes de su casa, cuando descubrimos quién es luego de que su faceta profesional es diseccionada con un bisturí.

La pianista (2001) es un filme dirigido por Michael Haneke, una personalidad bastante única en el mundo del cine de autor, que se caracteriza por sus dramas de tono inquietante y transgresor. Ha demostrado su rango cinematográfico con trabajos que van desde Funny Games (1997), que critica la violencia mórbida en las pantallas mediante un tono cruel y cercano al horror; hasta Amour (2012), un drama tan hermoso como desolador, en el que explora la vejez y el final de la vida.

El director austriaco es capaz de ser intimista hasta límites poco soportables, y puede tocar fibras profundas de la personalidad. El conflicto en su filmografía suele estar ligado a las pulsiones humanas descontroladas.

La pianista revela con su título únicamente la profesión que desempeña la protagonista, sin revelar nada más, lo cual es básicamente lo que ella permite que los demás vean de sí misma.

Estrenada en el festival de Cannes, la película fue acreedora del Gran Premio del Jurado, y los actores que dieron vida a sus dos protagonistas (Isabel Huppert y Benoit Magimel) fueron galardonados a la Mejor Interpretación. El guion, escrito también por Haneke, se trata de una adaptación de la novela homónima (1983) de Elfriede Jelinek, gracias a la cual ganó el Premio Nobel de Literatura en 2004.

Las diferencias entre el material de origen y la película no son marcadas, aunque la historia es llevada a un terreno menos explícito por Haneke, quien transforma los lugares aparentemente cotidianos en atmósferas propicias para la opresión y la manipulación psicológica. De manera sutil, el director muestra a una pianista devorada por su madre controladora, quien la obliga a tocar y a quien debe rendir cuentas de su vida personal en todo momento.

LA MÁSCARA DEL ÉXITO

Erika Kohut es una exitosa profesora de piano, aparentemente imperturbable, cuya vida está escindida entre su ocupación y sus deseos más profundos.

La manera estricta en la que lleva su vida profesional es contrastada con las actividades que realiza en el anonimato, por ejemplo, asistir a funciones de películas pornográficas. Su expresión seria o su forma de vestir no cambian al pasar de un entorno a otro, por lo que la protagonista mantiene un halo de misterio que los personajes incidentales notan.

Su máscara, la que usa en su vida profesional, se mantiene en su vida personal y trastoca su propia personalidad, como quien logra creer en sus propias mentiras. El aparente éxito que tiene en un ambiente tan estricto como el de la música académica, es solo una fachada de lo que puede existir en la mente de una persona traumatizada.

La narrativa de Haneke es extraña en sí; mantiene un tono opresivo e inquietante que hace que el espectador tenga siempre la incertidumbre de lo que ocurrirá en el siguiente cuadro. Sin embargo, no utiliza esta táctica únicamente para mantener la atención, sino que juega a un nivel más profundo con lo indeterminado. Lo que se espera de una historia donde los personajes no tienen el control de sus vidas es, por supuesto, que empeoren las situaciones en las que están inmiscuidos hasta llegar a un punto de no retorno; o bien que, por el contrario, logren redimirse y superar las adversidades.

En La pianista es un poco más complicado que esto: juega todo el tiempo con la insatisfacción. El espectador puede estar esperando que ocurra algo, sin saber si se resolverá o, de una vez por todas, Erika logrará satisfacer sus deseos sexuales más profundos. Lo inconcluso es uno de los elementos centrales de la trama, pero también de la manera de abordarla. La enfermedad y la represión son elementos que determinan al ser humano y que no dejan de incomodar en el filme.

EL RETORNO DE LO REPRIMIDO

Erika vive con su madre, quien controla su vida y la humilla. La trama tiene su primer vuelco cuando la pianista conoce a un admirador, un estudiante que se interesa sentimentalmente por ella e intenta llamar su atención con su talento en el instrumento. En este momento, la profesora hace notar una de las características que la definen: mantiene una apariencia de desinterés por él, incluso ante ella misma; no se permite aceptar la atracción que siente. Reprime su deseo sexual como consecuencia del control que su madre tiene de ella en todos los ámbitos de su vida.

Es entonces cuando el retorno de lo reprimido, concepto acuñado por Freud, se hace visible: los deseos de la pianista se convierten en fantasías masoquistas. La desviación surge ante la represión autoinflingida.

La relación emergente entre Walter y Erika es tormentosa. Sienten atracción el uno por el otro, pero nunca se resuelve sanamente, ni expresan de manera no ambigua sus deseos. La profesora no se puede permitir eso, puesto que nunca ha podido hacerlo en su relación con su madre. Esto es lo que ha aprendido y, ahora que ha entrado una nueva persona a su vida, no es capaz de cambiar.

La pianista rechaza a su admirador, pero también lo cela. Al ver que él ayuda a una compañera de clases y nota su interés por ella, Erika sabotea a la joven poniendo un vaso roto en su abrigo para que se lastime la mano y no pueda tocar durante una audición importante.

Walter podría haber percibido ese proceder como extraño y perturbador, pero ocurre lo contrario: él se interesa más por Erika al descubrir que su rechazo anterior no era definitivo. Lo que sigue es una dinámica donde la atracción que sienten el uno por el otro avanza y se repliega, sin que nunca culminen el acto sexual. La forma en que la pianista expresa su represión es dejando salir a cuentagotas el deseo de la persona que se ha interesado por ella, de ahí lo insatisfactorio de la situación.

Es casi hasta el final que Erika expresa en una carta sus fantasías masoquistas, las cuales son rechazadas con violencia por su pretendiente. La tensión sexual irresoluta termina en una explosión de todo lo que había sido reprimido por tanto tiempo en aquella relación tormentosa: un regreso potente de la violencia que se había ejercido entre la pareja y que, al final, tiene un vuelco más extremo aún.

Sin duda, se trata de un drama que hace cortes precisos en la personalidad de la protagonista para dejar al descubierto la violencia que puede surgir al quebrantar la voluntad y la individualidad que se deberían expresar en cualquier persona.

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Escrito en: Michael Haneke La Pianista cine de autor Cannes adaptación Abraham esparza

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