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Matrimonio no consumado
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Matrimonio no consumado

Cuando el temor a la penetración se interpone al placer

SILVESTRE FAYA

Muchas parejas tienen actividades sexuales no copulativas antes del matrimonio. Sostienen encuentros íntimos donde se desnudan, acarician, practican sexo oral e incluso el varón frota el pene sobre el trasero o senos de su pareja. En apariencia, la vida íntima trascurre sin dificultad. La mujer presenta lubricación vaginal, se encuentra excitada, pero teme quedar embarazada, por lo que argumenta que solo cuando estén casados podrá consumarse el coito sin ninguna limitación. Sin embargo, puede que eso sea un pretexto para postergar la cópula y que, llegado el momento, se presenten dificultades para lograrlo.

En otros casos, la mujer ha consentido la penetración vaginal con su novio o esposo, pero a pesar de desearla intensamente, al momento de pretender introducir el miembro viril, ella cierra sus piernas o experimenta un horrible dolor. Su pareja observa sin entender que está pasando.

A esta condición se le llama vaginismo y consiste en la presentación involuntaria de espasmos en el tercio externo vaginal, los cuales impiden la introducción del pene, dedo o cualquier dispositivo de placer sexual. Dicha indisposición está asociada a un miedo irracional al dolor que pudiera causar la penetración.

La consulta clínica psicosexológica constantemente interviene en estos casos de vida sexual no consumada. La pareja busca ayuda profesional porque en verdad se aman y desean consumar su unión afectiva en el plano sexual, pero la mujer presenta Imagen: Adobe Stock un inesperado temor durante el encuentro íntimo.

En estos casos, cuando se acude a valoración ginecológica, la mujer se niega a la exploración. No tolera ser tocada en su vagina y mucho menos que se introduzca cualquier instrumento médico en ella. Es tal su miedo que la consulta debe ser diferida para otra ocasión, que a veces no llega a ocurrir.

VIEJAS GRABACIONES

El cerebro tiene una particularidad al manejar la información que procesa durante la niñez: muchos conceptos erróneos se insertan en la mente infantil y, sin un juicio racional, se dan por verdaderos, en especial los prejuicios sexuales que pudieron ser escuchados cuando la niña estaba acompañando a su madre o a otras mujeres adultas, y una de ellas habló sobre una experiencia dolorosa al sostener relaciones. La inocencia de la infancia impide valorar si lo afirmado es verdadero o tan solo un tabú, por lo que envía a lo más profundo de la mente ese recuerdo para ser evocado en otra época de la vida, tal vez inconscientemente.

Las experiencias sexuales precoces con amiguitos o familiares, donde los tocamientos y conversaciones alrededor del sexo resultan intimidantes, también pueden llegar a deformar la idea del placer asociado a las relaciones y hacer creer que estas son dolorosas. Al llegar al inicio de la vida sexual activa, se reactivará este recuerdo y se asociará al dolor, a la agresión o al miedo, impidiendo el goce del placer compartido. La educación restrictiva o culpabilizante sobre la sexualidad es otra posible causa del vaginismo, así como el temor a contraer una enfermedad de trasmisión sexual o un embarazo no deseado.

Los enojos no expresados hacia la pareja, la posibilidad de ser víctima de un engaño, trastornos emocionales como ansiedad o depresión, son algunos de los detonantes de esta desesperante condición.

VEINTE AÑOS SIN CONSEGUIR LA PENETRACIÓN VAGINAL

Existe la idea errónea de que el matrimonio no consumado es un hecho poco común. Sin embargo, muchas parejas que se aman intensamente sopor tan este calvario emocional al ver frustrados sus intentos de consumar los encuentros íntimos.

Es tanto el amor que se profesan, que elaboran un ritual sexual que evita la penetración vaginal, pero que permite la eyaculación del varón, a fin de lograr al menos una respuesta de mínima satisfacción.

La experiencia clínica muestra casos de veinte años o más sin lograr la cópula, pero sí el embarazo, ya que el varón llega a eyacular sobre el vello púbico de su pareja, o bien, ella moja sus dedos en el semen y frota su vulva con él, consiguiendo en ocasiones uno o varios embarazos sin introducir el pene en la vagina.

ENFRENTAR EL MIEDO

Sustituir el miedo por la aceptación del placer erótico mediante la penetración vaginal, requiere de expresar verbalmente todo aquello que asocie el coito con una amenaza.

La asistencia psicosexológica es indispensable porque permite la libre expresión de cualquier pensamiento o recuerdo que cause angustia, en particular en lo referente a la autoaceptación y la confianza. Promover el conocimiento del cuerpo y sus funciones mediante la fisioterapia, hará una enorme diferencia. Los ejercicios de este tipo se centran en el piso pélvico, estructura responsable de la contracción y relajación de los músculos causantes del dolor que experimenta la mujer ante la penetración. Una vez capacitada en el control voluntario del piso pélvico, tendrá la posibilidad de relajarse antes y durante las relaciones, contribuyendo de esta manera a disfrutar su sexualidad sin ninguna molestia.

El acompañamiento psicológico también beneficiará al varón, pues le permitirá reconocer sus angustias y temores ante las dificultades que presenta su pareja. Además aclarará sus dudas y prejuicios, y enfrentará sus sentimientos de culpa asociados a la imposibilidad de consumar el coito.

Una vez obtenida la primera penetración vaginal sin experimentar ningún dolor, aparecerá de manera progresiva la confianza y dará inicio el camino al descubrimiento del placer erótico coital.

El abanico de propuestas incluye el apoyo psiquiátrico farmacológico y diferentes psicoterapias. Quienes reconocen su problema íntimo y buscan ayuda, obtienen en la mayoría de los casos resultados positivos en los primeros doce a dieciocho meses de tratamiento.

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