Tenochtitlan fue probablemente la ciudad más poblada del mundo, tal vez sólo superada por Pekín, en China, pero definitivamente mayor que cualquier urbe europea o americana. Sin embargo, a pesar de sus más de 200 mil habitantes, la caracterizaban el orden y la limpieza.
En su apogeo, en 1518, Tenochtitlan fue probablemente la ciudad más poblada del mundo, tal vez sólo superada por Pekín, en China, pero definitivamente mayor que cualquier urbe europea o americana. Sin embargo, a pesar de sus más de 200 mil habitantes, la caracterizaban el orden y la limpieza.
Hoy los restos de aquella metrópoli yacen bajo los cimientos de Ciudad de México. Cuando inició la Conquista española, los invasores desmantelaron parte del Templo Mayor, el principal centro ceremonial mexica, para erigir lo que hoy es la Catedral Metropolitana. A lo largo de las siguientes décadas, Tenochtitlan quedaría prácticamente enterrada bajo las construcciones que se fueron erigiendo desde que su territorio pasó a ser parte de la Nueva España. Así como se borró de la vista de los habitantes de la región, se borró de su memoria por mucho tiempo, hasta 1978, cuando un grupo de arqueólogos descubrió los restos del templo.
Cuando el artista neerlandés Thomas Kole descubrió que la capital de México cobijaba la monumental ciudad que fuera el eje del Imperio Mexica, quedó impactado.
“Yo soy europeo y el tema de la América Precolombina no se toca en clase, si a caso se le dan cinco minutos. Para mí, es una de las materias de estudio más fascinantes”, expone el artista digital, quien todavía no ha tenido la oportunidad de visitar México, en una entrevista para National Geographic.
Su admiración por aquella cultura que alcanzó su cúspide hace cinco siglos al otro lado del océano, se tradujo en un proyecto publicado a inicios de septiembre y que sorprendió a académicos, historiadores, arqueólogos, profesionales creativos y público general (especialmente al mexicano): una detallada reconstrucción 3D de Tenochtitlan, tan realista que parece como si un fotógrafo de nuestra era hubiera viajado en el tiempo para capturar imágenes de la antigua metrópoli en todo su esplendor.
EL PROYECTO
Generar el modelo 3D de Tenochtitlan, junto con su ciudad gemela Tlatelolco, le tomó a Thomas Kole un año y medio, en el que se dedicó a investigar a profundidad y a trabajar arduamente en Blender, Gimp y Darktable, los softwares que utilizó para materializar sus impactantes imágenes.
Cabe mencionar que las herramientas digitales utilizadas son gratuitas y de código abierto, lo que significa que cualquiera puede tomar el código con el que están programadas, redistribuirlo y modificarlo para mejorar las funciones de la aplicación. Se trata de alternativas con las que, como lo demuestra el neerlandés, es posible llegar a resultados de tanta calidad como la que se puede obtener empleando programas de paga diseñados por grandes compañías.
El proyecto está disponible en la página web tenochtitlan.thomaskole.nl, la cual se puede consultar en inglés, español y náhuatl, gracias a la traducción de Rodrigo Ortega, uno de los mexicanos que participaron en la obra. Además de Kole, otras 15 personas hicieron posible concretar la reconstrucción digital, ya sea apoyando en el proceso de investigación o aportando otro tipo de material para complementar la experiencia digital.
El sitio web abre con una breve descripción del contexto histórico de Tenochtitlan en 1518, año en el que se sitúa el modelo 3D. Luego presenta tres vistas panorámicas de la ciudad. En la primera de ellas, el color blanco del Templo Mayor se perfila justo debajo de la cumbre nevada del Popocatépetl. Alrededor, sobre el lago de Texcoco, se extienden viviendas y otros edificios entre una gran cantidad de vegetación. Las postales aéreas que siguen muestran el cuidadoso trazado urbano del lugar.
En otra serie de imágenes se pueden apreciar los detalles arquitectónicos del Recinto Sagrado, el palacio de Motecuhzoma Xocoyotzin (mejor conocido como Moctezuma II) y demás edificaciones, entre ellas escuelas, jardines y un zoológico que, por cierto, fue el primero del continente americano.
El nivel de cuidado de la reconstrucción es evidente hasta en la paleta de color utilizada, donde acertadamente predomina el blanco: todas las construcciones estaban recubiertas de cal. De ahí que la primera vez que los españoles vislumbraron la ciudad, creyeron que estaba hecha de plata debido al resplandor de sus superficies.
Otro aspecto destacable del proyecto es la preocupación por capturar los paisajes, tanto urbanos como naturales, en diferentes momentos. Por ejemplo, hay una imponente imagen del Templo Mayor a contraluz, al amanecer. También hay una toma aérea que deja ver una suave neblina, y otra en un día de fuerte lluvia alrededor de la isla.
Sin embargo, quizá la más especial sea la serie correspondiente a la ceremonia del Fuego Nuevo, donde Tenochtitlan yace iluminada por hogueras que contrastan con la oscuridad de la noche en el lago. Estas imágenes hacen referencia a la ceremonia con la que los mexicas renovaban los ciclos de 52 años que marcaban la continuación de la vida. Al deshacerse de sus posesiones y encender fuego en sus hogares, aseguraban la permanencia del mundo por otros 52 años.
URBANISMO AVANZADO
Una obra como esta permite apreciar la magnitud de una ciudad cuyo trazado urbano supera incluso el de muchas de la modernidad, pues permitía una movilidad sumamente fluida. Tres calzadas principales cruzaban la isla; a ellas se añadía el resto de las calles para el tránsito pedestre. Asimismo, estaba atravesada por numerosos canales que se podían recorrer en canoa (de las cuales había miles). Prueba del diseño eficiente del Imperio es que el servicio postal era de lo más veloz: de un día para otro, el tlatoani podía recibir pescado desde Veracruz.
Cabe destacar que el agua del lago de Texcoco era salada, por lo que había un complejo sistema hidráulico, conformado por acueductos y diques, cuyo objetivo era evitar las inundaciones y que toda la población pudiera acceder a agua potable para su consumo y aseo. Como la higiene social era sumamente importante, se contaban con suficientes baños públicos y había más de mil personas dedicadas a la limpieza diaria de la ciudad. Los desechos orgánicos, además, se aprovechaban como abono para los cultivos.
El sistema agrícola estaba optimizado para las condiciones de la isla. Cultivaban en chinampas, parcelas artificiales que flotaban en el lago sujetas por pilotes. Se componían de barro y hierbas entretejidas cuyo riego se hacía tanto por canales como por la infiltración del cuerpo acuífero donde estaban asentadas.
La distribución de la población, y de los servicios para satisfacer sus necesidades, también estaba cuidadosamente planeada. La urbe estaba dividida en barrios llamados calpullis, cada uno de los cuales tenía sus propias tierras comunales, un jefe, un mercado, un templo y una escuela a la que todos tenían acceso, pues la educación era gratuita y universal, algo que no existía en ninguna otra ciudad del mundo.
Si la detallada reproducción de Thomas Kole no fuera suficiente para hacerse una idea de la grandeza de Tenochtitlan, el proyecto está complementado por fotografías de Andrés Semo, tomadas con un dron, gracias a las cuales es posible comparar la metrópoli mexica con la capital del país en la actualidad. Aún hoy se conserva buena parte del trazado original en el centro histórico, lo cual habla de un diseño efectivo que ha superado la prueba del tiempo.
El proyecto del neerlandés tiene un valor educativo innegable, especialmente porque está disponible para todo público con acceso a Internet. Esto es prueba de que las herramientas digitales tienen un gran potencial para conservar y difundir el patrimonio cultural, ampliando las perspectivas que se tienen de él y abriendo nuevas reflexiones sobre su alcance histórico.
