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En 1939, un periodista le preguntó al doctor Sigmund Freud: ¿cómo definiría a una persona sana? La respuesta del psicoanalista fue práctica y concreta, más no necesariamente sencilla de comprender: una persona emocionalmente sana posee la capaciad de amar y trabajar.
Pero, si bien es cierto que todos tenemos la capacidad de amar, no todos la desarrollamos. Hay quienes dicen tener amor propio; sin embargo, llevan una mala relación con sus pensamientos, su cuerpo y sus emociones, y sus acciones lo demuestran: se alimentan de una forma nada saludable, no hacen ejercicio, experimentan constantemente pensamientos negativos sobre sí mismos. Eso no es amor.
Algo similar ocurre con el trabajo. Se suele decir que es algo que dignifica, ya que otorga beneficios de una forma socialmente aceptable, a cambio de aportar conocimientos, experiencia, habilidades, talento y esfuerzo.
La profesión o el oficio elegido forman parte de la identidad de la persona, y contribuyen de forma positiva a su autoestima si es algo que disfruta o, por el contrario, la deterioran si realiza una actividad que no le gusta o no le genera satisfacción.
El trabajo puede producir sensación de bienestar y gratificación si la remuneración valida y reconoce de una forma justa ese intercambio. Si la elección de la profesión u oficio está en armonía con los deseos y potencial de la persona, además de generar satisfacción habrá un gran sentido de propósito, habrá entusiasmo por dedicarse a lo que le apasiona y que además es debidamente remunerado.
El trabajo es un medio por el cual se puede crear y producir. También da sentido de identidad y pertenencia a un grupo social; permite establecer redes de compañerismo o, incluso, establecer algún vínculo valioso fuera del ámbito laboral.
Con el trabajo se busca mejorar la calidad de vida al tener ingresos para solventar las necesidades básicas y, si es posible, darse algunos gustos por el esfuerzo realizado. Cuando hay sentimientos positivos en relación al trabajo se logra la autorrealización; es decir, es una de las razones para darle sentido a la existencia, porque se contribuye con algo a la sociedad.
CAUSAS
Sin embargo, el ser humano presenta múltiples formas de evación de la realidad cuando algo no le gusta y existen diversos conflictos internos no atendidos. Por ello hay personas que, más allá de cumplir con la responsabilidad laboral, se convierten en adictos al trabajo. Toda adicción es una evasión; la pregunta clave aquí es: ¿qué es lo que quieren evadir?
La respuesta es muy personal y va desde no tolerar estar mucho tiempo en casa, tener conflictos familiares o de pareja, estar solos si no hay alguien que los espere, hasta un sentimiento de culpa porque creen irracionalmente que descansar no es bueno o tienen la necesidad de estar haciendo algo siempre, lo cual es un síntoma de ansiedad e hiperactividad.
El trabajo puede ser un factor de protección para la salud mental, porque una mente ocupada en crear no tiene tiempo de sentir malestares innecesarios. Pero el panorama cambia cuando se está realizando algo en contra de los deseos personales; entonces se convierte en una carga emocional agotadora, llevando a consecuencias muy negativas.
Es importante diferenciar el sentido de responsabilidad y la adicción al trabajo para tener un buen diagnóstico y enfocarse en lograr una mejor calidad de vida laboral y personal.
Lamentablemente, en nuestra realidad social actual, los sueldos son extremadamente bajos y demandan muchas horas de vida de las personas. En estos casos no es que exista adicción laboral, sino la necesidad de tener recursos para comer y cubrir otras necesidades básicas. Disminuir esta desigualdad social sigue siendo una tarea pendiente del gobierno.
Sin embargo, la situación es otra cuando se invierte, de forma autoimpuesta, tiempo excesivo, energía y calidad de vida en el trabajo. Las relaciones externas, inevitablemente, van a ir deteriorándose, dejando sesgos importantes, por ejemplo, en la pareja. Esta podría buscar a alguien que cubra el rol romántico si hay una ausencia constante por parte del workaholic —adicto al trabajo—, propiciando una infidelidad.
La adicción laboral también se relaciona con la falta de interés por cualquier otra actividad. A veces la persona cree que es lo único que es capaz de disfrutar o lo único que le da sentido a su existencia.
CONSECUENCIAS
Llegará el momento en que el estrés alcance a la persona adicta y su vida comience a ir en picada: presentará paualtinamente síntomas de estrés, se reducirá su energía para llevar a cabo sus actividades diarias y mostrará conductas de intolerancia e irritabilidad, conduciendo al desgaste de sus relaciones si no reconoce que hay un problema agravándose.
Cuando el síndrome de estrés empeora, el propio adicto busca evitar los síntomas con medicamentos o alguna sustancia ilícita para tener momentos de evación de la realidad. Al no abordar la situación profesionalmente, no hay un tratamiento adecuado para estabilizar y mejorar la salud del individuo.
Como en toda adicción, es muy común la negación del problema. El afectado puede dar muchas razones —que para él son válidas— de esa dinámica que lo está consumiendo, como tratar de tener una mejor calidad de vida, pero a costa de su salud física y emocional.
Hay síntomas a los que se debe poner atención: cansancio extremo, dolores de cabeza recurrentes, hipertensión, trastornos vasculares y cardíacos, elevados niveles de colesterol, pérdida de cabello, gastritis, dolores lumbares, contracturas musculares y un sistema inmune deteriorado notablemente. Si se presentan, es necesario buscar ayuda profesional.
Existen factores psicológicos y contextuales para que se desarrolle cualquier adicción. En el caso del trabajo, es importante establecer un punto de equilibrio entre responsabilidad, disfrute y sentido de propósito, y hay que estar atentos para distinguir cuando se está conviertiendo en una conducta evitativa de la vida personal.