Bajo la sombra del eclipse
Sólo en los eclipses es posible observar con claridad la corona solar, es decir, la atmósfera exterior del astro. Ésta no suele verse comúnmente porque el sol emite una luz demasiado brillante. Lo tenue de la corona, pese a que alcanza temperaturas demasiado altas (hasta dos millones de grados Celsius), se debe a que es 10 millones de veces menos densa que la superficie solar.
Un eclipse de estas características se genera cuando la Luna se coloca entre el Sol y la Tierra, arrojando una sombra que oscurece el día. El fenómeno natural se compone de distintas fases como parcial, anular y total, y según el punto del planeta donde se encuentre la persona que observa es posible apreciarlo en una de estas etapas; la total es la más importante de ellas, precisamente porque revela la corona solar.
No hay que confundir el eclipse solar con el lunar, pues éste último ocurre cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, bloqueando los rayos solares que deberían llegar al satélite. Ambos son fenómenos impresionantes, pero sus estudios tienen fines distintos.
La aparición de los eclipses solares ha sido registrada por las crónicas antiguas. En sus Historias, el historiador griego Heródoto narra la batalla de Halys entre los medos y los lidios, acontecida el 26 de mayo del 585 antes de Cristo, en lo que actualmente es Turquía. Durante el combate ocurrió un eclipse y al ver el día convertirse en noche, ambas partes desistieron de las armas, pues lo interpretaron como un presagio, y firmaron un tratado de paz tras cinco años de conflicto.
Algo similar escribe el pensador romano Plutarco en Vidas paralelas. En el 365 antes de Cristo, el general tebano Pelópidas (conocido por sus triunfos ante los espartanos) atestiguó un eclipse total de sol antes de partir hacia una batalla. Ante tal impresión, se atemorizó al punto de ya no querer participar en la lucha.
Se estima que un eclipse total de sol puede verse desde el mismo lugar cada 300 o 400 años. Se trata de una espera larguísima, de ahí la importancia del que ocurrirá el próximo 8 de abril, cuya umbra de 197.5 kilómetros de anchura —la parte más oscura y profunda de su sombra— cubrirá a la Comarca Lagunera. Aunque en esta ocasión sólo pasaron 101 años desde el último eclipse total que pudo verse en la región: el de septiembre de 1923. Y pocos meses tras el eclipse parcial de 2023.
El eclipse total de 2024 dará inicio a las 10:59 del 8 de abril, llegará a su totalidad a las 12:19, y la misma llegará a su fin a las 12:21, para concluir a las 13:41. En el fenómeno en todas sus etapas tendrá una duración de dos horas y 42 minutos.
En México, la umbra de este fenómeno entrará por Mazatlán, pasará por Durango, por La Laguna, por Monclova y se dirigirá a Piedras Negras, para luego seguir su marcha hacia Estados Unidos. Su paso por esta región da pretexto para abrir las páginas del pasado y preguntarse cómo los antiguos habitantes observaban los eclipses.
ASTROS EN EL DESIERTO
Escala las rocas del desierto como si fuese un lugar sagrado. Los rayos del sol que caen a plomo no lo intimidan, tampoco las espinas de los cactus que se clavan en sus botas. Yuri de la Rosa lleva años sumergido en la arqueología, donde estudia los petrograbados dejados por las antiguas tribus de cazadores-recolectores, sobre todo aquellos que parecen indicar las primeras lecturas que se hicieron sobre el cielo lagunero.
No, no hay que temer al desierto, indica el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Lo acompaña Snoopy, su fiel compañero de cuatro patas que curioso se adelanta a olfatear las madrigueras. Yuri sube una loma ubicada en la localidad de San Rafael de los Milagros, Coahuila, donde se ubica uno de los 200 sitios arqueológicos que el INAH ha registrado en el estado. Una vez en la cima, contempla la gran llanura agrietada de la extinta Laguna de Mayrán; allí solía desembocar el río Nazas y en su parte sur ahora cruza la autopista Torreón-Saltillo.
La mirada hacia el norte, con las montañas sobrepuestas a la laguna de Mayrán, permite imaginar la vista que tuvieron los primeros pobladores. El arqueólogo está rodeado por piedras grabadas con extrañas figuras. A soslayo se pueden ver algunas líneas, aristas, figuras geométricas, pero a profundidad también parecen emerger soles, estrellas, lunas, quizá uno que otro cometa. El cerro en sí es una constelación terrestre, como si el firmamento hubiese sucumbido y tatuado el terreno en un momento de la historia.
—¿Qué edad tienen estos petrograbados?
—No existe una técnica para fechar directamente la roca y el petrograbado. Entonces, ¿qué es lo que nosotros hacemos? Bueno, nosotros los asociamos a distintos vestigios arqueológicos que existen en la región. Estos petrograbados pueden tener desde 500 hasta tres mil años de antigüedad.
Yuri de la Rosa es originario de Ciudad de México. Llegó a Coahuila en 2002, casi recién graduado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Al contrario de sus compañeros, no se interesó por las culturas mesoamericanas, su mirada estaba fija en el misterio de Aridoamérica. Entonces se integró al Centro INAH Coahuila, para inicialmente trabajar en el Proyecto Arqueológico Cuatro Ciénegas, dirigido por la investigadora Leticia González. El joven se lanzó al trabajo de campo, tomó experiencia al registrar sitios arqueológicos y excavar cuevas mortuorias. Desde 2006 es el responsable del Proyecto Protección Técnica y Legal del Patrimonio Arqueológico de Coahuila.
En 2019, De la Rosa publicó Los astros en las rocas de Coahuila: arqueología de los antiguos habitantes del desierto, libro editado por la Secretaría de Cultura estatal. Allí realiza una introducción a la cosmovisión que posiblemente tuvieron los antiguos laguneros, enfocándose en el “estudio de los motivos astronómicos, sus posibles interpretaciones y su inserción en la cosmovisión de los grupos que la produjeron”.
En este supuesto, la observación de los astros era vital para las tribus. Leer a la naturaleza a través del cielo les permitía establecer las fechas para los ciclos de recolección, caza y migración. El cielo era su reloj, minutero ante constelaciones, por eso grababan las rocas con la técnica de percusión (empleaban otras piedras como herramientas). También era una forma de marcar territorios.
Contrario a lo que se piensa, estos nómadas no vagaban errantes por el desierto, sino que movían sus campamentos en ciertos territorios según los ciclos que leían en los astros. De la Rosa indica que los petrograbados se pueden encontrar por miles en toda la cordillera que va desde San Rafael de los Milagros hasta Parras de la Fuente, en una extensión aproximada de 70 kilómetros.
En la mudez del desierto, el arqueólogo es una especie de traductor: intenta hacer hablar a las rocas para extraer la mayor información de quienes las grabaron. “Porque nadie nunca las ve a esas piedras que son de nadie”, canta un verso del poeta chileno Gonzalo Rojas. “Y si ellos callan, las piedras gritarán”, reza el versículo 19:40 del Evangelio de Lucas.
Sin embargo, los petrograbados del desierto coahuilense son representaciones abstractas que no forman una lengua articulada. Por tal motivo, se debe tener sumo cuidado y rigor académico para su interpretación. La metodología empleada por Yuri de la Rosa ha consistido en registrar y comparar las figuras, determinar en qué lugar y orientación están situadas, su morfología, junto a qué otros petrograbados se encuentran, y qué escenas articulan con esas formas conjuntas. Se adentra así en la arqueoastronomía, una disciplina que integra el estudio de los astros con un enfoque arqueológico.
El rumor de los automóviles y tráileres irrumpe en ocasiones la paz del lugar. Algunas ventiscas barren el relieve y refrescan el rostro. Cuando se le pregunta por las condiciones extremas del ecosistema, el arqueólogo frunce el ceño, no concuerda con esa idea de que se venció al desierto. El desierto, indica, no es ningún enemigo, los antiguos tampoco lo veían así. Para ellos, el lugar que habitaban estaba lleno de recursos que sabían aprovechar al máximo.
—Su cosmovisión era concebirse a ellos mismos como parte de este desierto. Nosotros somos ajenos a eso. Nosotros ahora vivimos en una ciudad concentrada, con luz artificial. La gente ya no voltea al cielo.
—¿Has registrado algún petrograbado que pueda representar a un eclipse?
—Aquí no. Hay un sitio que se llama La Gualdria y cuando se remodeló el MUREL (Museo Regional de la Laguna) se tomaron unas piezas. Ahí hay algo que podría ser un eclipse, porque está el círculo concéntrico y tiene una media luna, como tapando el sol.
El arqueólogo pone en claro que una cosa era representar los fenómenos regulares, como las estaciones y el movimiento de las estrellas en el cielo, pero fenómenos como un eclipse, que acontecen cada cierto tiempo, pudieron generar otro tipo de impacto en los nativos debido a su intermitencia.
“Ahora nosotros podemos calcular perfectamente un eclipse. Sabemos cuál es el fenómeno astronómico, que si el sol se pone adelante, que si la luna se pone atrás. Sabemos perfectamente cómo son los eclipses y hasta los podemos predecir, ¡y todavía les ponemos seguros a las embarazadas para que el niño no salga malo! ¡Todavía! ¡En este tiempo! […] Bueno, imagínate en aquellos tiempos que no se conocía la ciencia, que de repente se te fuera el sol, que la luna que siempre la ves en la noche invadiera el día”.
¿Cómo presenciaron los eclipses nuestros antepasados?, ¿qué lecturas realizaron en esa breve oscuridad del día? Para tener respuesta habrá que seguir preguntando a las rocas. Lo cierto es que no todas las señales astronómicas eran tomadas como benéficas y que algunos movimientos de los astros se interpretaban como malos augurios. Por tal motivo, el arqueólogo celebra el flujo de información que se ha generado en miras al eclipse del próximo 8 de abril.
“Yo esperaría que con todo este auge, con toda esta información, si de esta generación de niños te salen cinco astrónomos, ¡pues ya con eso! Esto genera un interés por la ciencia que no se tenía en Torreón, particularmente por la ciencia de la astronomía. Hay que disfrutarlo, que un eclipse total de sol te caiga del cielo a la zona es fantástico. Ninguna ciudad del mundo, en la historia, se había preparado tanto para un eclipse”.
La fecha será histórica. Tan sólo en Torreón, la Oficina de Convenciones y Visitantes (OCV) ha anunciado que la infraestructura hotelera de la ciudad estará ocupada a su máxima capacidad, que se tendrá una derrama económica cercana a los 50 millones de pesos y que se espera recibir a 100 mil visitantes provenientes del resto del país y del mundo.
LA OSCURIDAD DE 1923
Como si se tratase de un verso de Xavier Villaurrutia, la noche vespertina cubrió con sus manos de sombra a los poblados duranguenses de Pasaje y Yerbanís. El campo era todo un alboroto el 10 de septiembre de 1923. A ambas localidades acudieron grupos de científicos internacionales (fue el primer eclipse observado en México donde se invitó a instituciones extranjeras), especialistas que tenían el firme objetivo de estudiar el singular fenómeno.
La crónica registrada por El Siglo de Torreón indica que en Yerbanís se congregaron hasta tres mil personas para ver el eclipse total de Sol. El día estaba medio nublado, jornadas previas habían arribado las lluvias y sobre el barro formado se instalaron los campamentos de astrónomos estadounidenses —quienes construyeron una gran cámara de madera— y del Observatorio Nacional de Tacubaya, encabezados por Joaquín Gallo.
El cronista afirma que hubo vigilancia militar, que la música tocó al mediodía, que en el campo se levantaron carpas para vender alimentos y bebidas, y que al iniciar el eclipse los excursionistas se distribuyeron por todo el campo. Mientras tanto, en la comunidad de Pasaje ocurría algo similar. Hasta ese poblado, perteneciente al municipio de Cuencamé, llegaron científicos alemanes que tenían como consigna validar la teoría de la relatividad propuesta por Albert Einstein. El grupo era liderado por Hans Ludendorff, director del Observatorio de Potsdam, y Arnold Kohlschütter. Ellos también colocaron sus telescopios y cámaras, y se dispusieron al correspondiente registro fotográfico.
La luna comenzó a tapar el disco solar a las 13:35 horas, alcanzó su totalidad a las 14:35 y terminó a las 16:12. Si bien el eclipse ocurrido en mayo de 1919, que pudo verse en Brasil, había puesto las bases para la teoría de la relatividad, el de 1923 reconfirmó lo ya descubierto: la luz se curva por efecto de la gravedad.
“La teoría de Einstein establece que la luz sufre una desviación al pasar por un cuerpo de bastante masa para que la atraiga y, por lo tanto, se ha tratado de investigar si realmente el rayo luminoso proveniente de una estrella se desvía debido a la atracción del sol”, escribió Joaquín Gallo en su artículo El eclipse total de sol de septiembre de 1923, publicado en el Anuario del Observatorio Astronómico Nacional de Tacubaya en 1925.
La incursión de estos científicos ha sido estudiada por el ingeniero Alejandro Ahumada, quien incluso ha restaurado fotografías de la época, añadiéndoles color para tener imágenes de mayor comprensión. El investigador asegura que fue el propio Einstein quien designó a los científicos alemanes para que, a invitación del presidente Álvaro Obregón, viajaran a México y observaran el cielo de La Laguna.
El suceso también es narrado por el historiador Domingo Deras. Su tía, Dolores González, originaria de Pasaje, le platicaba de este suceso al que los lugareños denominaron “la oscuridad”. Añadido a eso, tuvo la oportunidad de entrevistar a la señora Herminia Licerio de Lugo, originaria del ejido Dolores (municipio de Nazas), quien vivió hasta los 107 años de edad.
“Recuerdo que mi tía Dolores me narraba que las gallinas se subieron a los mezquites cuando el día empezó a oscurecerse, cuando el disco lunar fue ocupando el espacio del disco solar. Y cuando empezó a retirarse la luna del sol, se produjo un fenómeno parecido al del amanecer: los gallos cantaron como cantan al amanecer. La reacción de estos animales es tal vez una de las facetas más importantes del eclipse solar”, afirma Deras.
El fenómeno no estuvo exento de supersticiones. Se registró que en esas localidades, algunas mujeres embarazadas se colocaron candados en el vientre y otras personas empezaron a rezar; creyeron que podrían suscitarse cambios drásticos en la vida cotidiana. Además, cuando la oscuridad gobernó Pasaje, se pudieron escuchar las notas musicales de un clarín y aclamaciones de asombro por parte de la gente, lo que añadió una fuerte sensación de emotividad. Hoy, tras más de un siglo, los restos de los campamentos científicos todavía pueden verse en estas localidades. Aunque la mayoría de personas que presenciaron el eclipse de 1923 ya murieron, la narración pasó a sus hijos y de ahí a sus nietos y bisnietos.
EN PREPARACIÓN
Eduardo Hernández heredó la pasión por la ciencia gracias a su madre, quien trabajó en un laboratorio clínico durante 32 años. Su primer acercamiento con el cosmos ocurrió gracias al paso del cometa Halley en 1986, cuando tenía tan sólo ocho años de edad. En esa ocasión asistió a la laguna de Mayrán, en cuya extensión se estableció un punto de observación por parte de personal del Palacio Federal.
“A diferencia de como se vio en 1910, el cometa Halley de 1991 fue muy desapercibido, se vio muy pequeño en realidad. La única manera de verlo era a tra vés de telescopio en cielos oscuros. Entonces, la laguna de Mayrán presentó un increíble cielo estrellado y el cometa se veía como en las fotografías: un pequeño cometa en el ocular del telescopio. Tal vez no era nada impactante, a comparación de cómo suelen verse los cometas en el cielo, pero para mí sí lo fue”.
Y es que el automóvil donde se transportaba se detuvo en el camino; los tripulantes se habían extraviado. El pequeño Eduardo se asomó por la ventana y asombrado contempló un cielo invadido por estrellas, de lo más hermoso que había visto en su corta vida. Al llegar a la explanada que se había montado en la laguna de Mayrán, subió hasta en 10 ocasiones al telescopio.
El segundo acercamiento, detonante para que Hernández decidiera dedicarse a la astronomía, fue el eclipse solar del 11 de julio de 1999, cuya umbra pasó por Ciudad de México, Baja California, Nayarit, Puebla y Chiapas. En La Laguna pudo verse de forma parcial, por lo que Hernández asistió al Centro Cultural Pablo C. Moreno para presenciar el fenómeno, justo en el momento en que fue fundada la Sociedad Astronómica de La Laguna A. C. (SALAC).
“Ya tenía 13 años. La gente fue muy amable conmigo, me explicó qué pasaba y a partir de ahí me enganché con la astronomía […]. En Torreón el eclipse se vio espectacular, con cerca de un 80 por ciento de cobertura. Lo recuerdo mucho, lo vi en un telescopio de la SALAC”.
Eduardo Hernández es ingeniero en Sistemas Computacionales por el Instituto Tecnológico de La Laguna (ITL). Hizo una residencia en Astronomía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se capacitó como divulgador de esa ciencia, y en la actualidad dirige el Planetarium Torreón, fundado en 2014, el cual constituye el principal espacio para el estudio astronómico que existe en la Comarca Lagunera. Por eso, Hernández reflexiona sobre el paso del tiempo: hace 33 años no imaginaba que sería una de las personas encargadas de encabezar las actividades respecto al eclipse de abril de 2024.
“El ser humano ha visto el cielo por querer encontrarse a sí mismo. Decía Carl Sagan, cuando escribió Cosmos (1980), que el ser humano es el Universo intentando entenderse a sí mismo. Y es cierto, nosotros estamos hechos de lo que alguna vez fue una estrella. Nuestros átomos de hierro alguna vez formaron parte de una estrella que explotó. Ese material viajó por el espacio, se juntó con una nebulosa que tenía menos elementos químicos, se formó nuestro sol, nuestro sistema y aquí estamos platicando y pensando sobre el universo, cuando somos parte de él”.
Durante el eclipse del próximo 8 de abril, el espacio principal de Planetarium Torreón, ubicado en el Bosque Urbano, será sede de las transmisiones de la National Aeronautics and Space Administration (NASA). La agencia estadounidense empleará los dos observatorios de este recinto para manejar sus telescopios de manera remota. Es por eso que a finales de 2022 Planetarium fue sometido a un proceso de remodelación, en el cual se invirtieron 4.8 millones de pesos, monto compartido entre el municipio de Torreón y la iniciativa privada. Las obras incluyeron la remodelación de la Sala Planetarium y los observatorios, la adquisición de un sistema láser 6K y cinco proyectores láser 4K. El museo astronómico fue reabierto a finales de enero de 2024.
“Ya todos nuestros observatorios son robóticos, te puedes conectar desde cualquier parte del mundo, te conectas a una terminal remota y tú puedes mover robóticamente nuestros observatorios, que es algo que la NASA necesitaba. Van a manejar tres telescopios de nuestros observatorios de forma remota. Ellos traen otros tres equipos y tendremos cuatro señales de diferentes aspectos del sol: uno con mucho detalle en Torre Coecyt, otro con campo muy alto, otro con un filtro de hidrógeno ionizado”.
La agencia traerá también cámaras de alta velocidad, estaciones de Internet, plantas de luz y una estación satelital. La llegada de los científicos de la NASA a Torreón, liderados por la investigadora Isabel Hawkins, recuerda a los investigadores de Alemania y Estados Unidos que en 1923 observaron el cielo de La Laguna mientras el día se oscurecía. Además de la NASA, el 8 de abril se reunirán 200 investigadores más en la explanada de Planetarium, quienes colocarán sus telescopios y antenas de medición de radiación. El museo astronómico se cerrará desde el jueves 4 hasta el domingo 7 de abril, debido a que se preparará el montaje para observar el eclipse (durante ese lapso se impartirán 50 conferencias en distintos foros de la región).
Para el 8 de abril se espera la visita de 35 mil personas en el Bosque Urbano y se dispondrán cinco mil filtros de rayos ultravioleta. Ver el eclipse de manera directa puede generar daños en la visión, por lo que Planetarium recomienda usar lentes de Mylar certificados, lentes de soldador de 14 sombras o telescopios con filtro de luz blanca o H-Alfa. Otra opción es observar sólo las sombras a través de objetos con orificios.
Se descarta el uso de radiografías, vidrios polarizados, lentes de sol u observar el eclipse en el reflejo del agua. Por tal motivo, también se instalarán 200 puntos seguros de observación en Plaza Mayor, Puerto Noas y otros lugares.
La seguridad de los ciudadanos es un tema que también preocupa a David César Fabián Esparza, integrante del Grupo Astronómico Gómez Palacio. Tras impartir una conferencia en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN), enfatiza que ver eclipses sin protección puede generar un efecto químico que eleva la temperatura del ojo y daña su mácula (pequeña área amarilla que se encuentra en la parte central de la retina y permite tener una visión detallada para distinguir rostros, leer o apreciar la gama de colores).
La primera vez que observó el cielo fue en el rancho de su abuelo. César tenía ocho años cuando contempló aquel concierto de estrellas. Su historia es similar a la de Eduardo Hernández, pues también recuerda el paso del cometa Halley en 1986 y el eclipse parcial de sol de 1991.
“Estaba en secundaria o preparatoria y nos dijeron que no iba a haber clases por el eclipse. Yo hice entonces el experimento de reflejarlo con un espejo en el patio, hacia el muro del vecino. En la radio o en la televisión escuché esa forma de ver el eclipse”.
El astrónomo aficionado y colaborador de El Siglo de Torreón, vivía entonces en la colonia Las Fuentes. Al proyectar el reflejo del eclipse parcial sobre la pared, pudo ver cómo la luna invadía el sol. Emocionado llamó a sus tres hermanas. Aquel espectáculo le pareció imperdible. Con el combustible de esos recuerdos, ha reservado sus emociones para el eclipse del 8 de abril. En primer lugar espera que el día esté despejado, que las nubes no se interpongan con la puesta en escena que tiene preparada la naturaleza ni se suelte la lluvia como en los días previos al eclipse de 1923.
Junto a los otros integrantes del Grupo Astronómico Gómez Palacio, David César Fabián Esparza estará en el Parque La Esperanza. Allí desenterrará los objetos que niños de primaria depositaron durante el eclipse parcial de Sol que se observó en agosto de 2017. La actividad se replicará, enterrando otros recuerdos que volverán a emerger para el eclipse solar que ocurrirá el 25 noviembre de 2030.
NAZAS, EL EPICENTRO
Fundado en 1725, Nazas es uno de los 39 municipios que conforman el estado de Durango. Tiene una población de tres mil 622 habitantes, está situado a 139 kilómetros de Torreón y posee una altura de mil 250 metros sobre el nivel del mar. En 2010, el territorio, que cuenta con una extensión de alrededor de dos mil 412 kilómetros cuadrados, fue inscrito por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, por ser parte del camino Tierra Adentro. A Nazas lo cruza el río del mismo nombre y entre sus personajes célebres se encuentra el destacado compositor y pianista Ricardo Castro.
será donde el eclipse del 8 de abril podrá apreciarse con mayor plenitud en su fase total: cuatro minutos con 27.3 segundos. Allí, la Red Geodésica Nacional Activa (RGNA), conjunto de estaciones de monitoreo continuo de datos del Sistema Global de Navegación Satelital (GNSS), ha colocado una placa con los datos y coordenadas exactas para indicar el epicentro del evento astronómico. Según información recabada por la periodista Mary Vázquez de El Siglo de Torreón, el campo de beisbol de Dolores Hidalgo será utilizado por los científicos para observar el eclipse.
Agregado a esto, se habilitarán las instalaciones de la escuela primaria y la telesecundaria. Mientras tanto, en el ejido La Flor, ubicado a 10 minutos de la cabecera municipal de Nazas, se alista un encuentro cultural en el marco del fenómeno astronómico. Con una organización encabezada por el escultor Rafael Torres Lugo, el evento denominado Eclipsorama tendrá como sede una antigua hacienda del siglo XIX. Ésta será empleada como galería y teatro, pues se tendrán actividades los días 6, 7 y 8 de abril, con la participación de más de 30 artistas.
Hasta ese sitio ha arribado la compañía teatral Ponle como quieras, para realizar los ensayos de La mujer más hermosa, obra basada en la novela rulfiana Pedro Páramo y cuya adaptación es crédito del maestro Juan Salvador Salas Tinoco, Se trata de una lectura en atril que narra la muerte de Susana San Juan. La actriz Perla Castillejos es quien interpreta a la mujer que tanto obsesionó a Pedro Páramo.
Sentada en el pasillo de la vieja edificación, indica que dar vida a Susana San Juan le permite conectar con sentimientos profundos de nostalgia y esa dificultad que surge cuando se quiere soltar a personas que ya partieron. Montar este proyecto en el marco de eclipse le parece de suma relevancia para mostrar la obra de Juan Rulfo, por la gran cantidad de visitantes que asistirán a La Flor. En total el municipio de Nazas espera a 10 mil visitantes.
Tal como lo hiciera la filósofa Hipatia al observar el cielo de Alejandría, Perla Castillejos también se sorprendió cuando de niña levantó la mirada y descubrió a los astros que orbitaban encima de ella.
“La primera vez que vi el cielo me pareció un misterio de inmensidad. ¿Qué hay más allá?, ¿qué está pasando ahí?, ¿qué está pasando en ese lugar que está fuera de nuestro alcance?”.
En este tenor, cabe citar los versos del poema “Eclipse” de la mexicana Elsa Cross: “Noche-día / bajo su velo se agolpan sentimientos / su sombra se pega en la piel / sol comido”, pues los laguneros tendrán otra oportunidad el 8 de abril para observar el cielo.