Cholets, creatividad de altura
Bolivia es un país del que el mundo no escucha mucho; siempre es por un tema político, económico o geográfico, porque a nadie se le olvida que les arrebataron el mar y siempre se dice que su capital es tan alta como su dignidad estándar de pueblo latinoamericano. Pero hoy, Bolivia está contando un relato que llena de asombro tanto a turistas como a periodistas, porque combina lo que a ambos especímenes les gusta: experiencias e ideas.
En muchos sentidos, la arquitectura exagerada de los edificios llamados cholets en la ciudad de El Alto, —de gran altura, por cierto— es una metáfora adecuada de la historia reciente del grupo indígena aymara, el más grande del país: cada vez más integrado en la sociedad y en expansión. El Alto existe a más de cuatro mil 145 metros sobre el nivel del mar, en el Altiplano, cerca de La Paz. Es el hogar precario de alrededor de 975 mil personas, lo que la convierte en la segunda ciudad más grande de Bolivia y también es el área urbana de más rápido crecimiento de la nación.
El Alto es una zona ruidosa, concurrida y en su mayor parte no planificada, marcada por un tráfico espantoso, un aeropuerto internacional con pocas conexiones, una red de agitados mercados callejeros y una población de miembros del grupo indígena aymara, en su mayoría trabajadores pobres.
¿UN ARTISTA HECHO A SÍ MISMO?
Freddy Mamani Silvestre es el típico ejemplo de superación que las universidades adoran poner en conferencias. Freddy, que no es un arquitecto de formación, creó un estilo arquitectónico distinto que se conforma por edificios llamados cholets, término que surge de la combinación de las palabras chola — vocablo peyorativo utilizado por los conquistadores españoles para etiquetar a las mujeres aymaras, que recientemente han sido revalorizadas— y chalet —el estilo de vivienda campestre que estuvo de moda entre la burguesía de principios del Siglo XX—. Durante la última década, Mamani ha diseñado y construido docenas de cholets de varios niveles, parte de un estilo a veces llamado arquitectura neoandina, que ha elevado el horizonte y el espíritu de El Alto.
Muchas veces los cholets se construyen para clientes aymaras nuevos ricos. La mera existencia de “aymaras nuevos ricos” es el resultado de un cambio dramático en el papel de los grupos indígenas en la sociedad boliviana, provocado, en parte, por la controvertida presidencia de casi 14 años (2006-2019) de Evo Morales. También aymara, Morales creció en una aldea pobre y remota para convertirse en el primer presidente indígena de Bolivia. Su presencia y sus políticas infirieron más respeto, dignidad y poder a los grupos indígenas del país, lo que facilitó para algunos su ascenso en la sociedad, incluido el ingreso a las clases media y alta.
La arquitectura de Mamani es en gran medida un producto de la cultura aymara. Inspirándose en la vibrante obra del artista Roberto Mamani (sin parentesco; Mamani es un apellido aymara muy común), el arquitecto utiliza colores fluorescentes, formas geométricas, ángulos extremos y mucho vidrio. Es un estilo que también parece canalizar elementos de la bandera indígena geométrica y de colores brillantes, llamada wiphala, que a menudo ondea junto a la bandera boliviana después de que Morales la declarara la bandera dual del país.
QUÉ MÁS
Además de geometría y materiales particulares, los cholets incorporan íconos, que recientemente se han distinguido por su tamaño: superhéroes, personajes de caricaturas, vehículos deportivos y hasta naves espaciales. Generalmente, el cholet, que en promedio cuesta un millón de dólares de alquiler, incorpora un área comercial en la planta baja, un espacio para eventos en el segundo piso, uno o dos apartamentos encima y una mansión en la azotea. El resultado parece algo que podría dibujar un niño o un decorado diseñado para una película futurista o un casino con temática de casa de la risa.
La zona comercial a nivel del suelo de un cholet suele ser humilde, tal vez una ferretería. El sitio para eventos, por otro lado, está elaboradamente decorado desde el suelo hasta el techo con cientos de focos de colores (verde y naranja es una combinación preferida), candelabros, barras, paredes con pinturas y molduras geométricas, y suficientes mesas y sillas para cientos de invitados. Las fiestas cholet que se realizan en estos espacios para celebrar cumpleaños, aniversarios y bodas, pueden costar cinco mil dólares, que además suele ser la denominación con la que se anuncian las cotizaciones, para facilitar la contratación a los extranjeros. La gente local ahorra durante meses para poder organizar una de estas celebraciones.
Hoy en día hay decenas de cholets diseñados por el propio Freddy Mamani, pero también por personas que imitan su estilo, incluidos edificios inspirados en personajes de videojuegos y cuentos infantiles.
Los cholets se han convertido en una parte tan arraigada de la sociedad que los vendedores elaboran miniaturas de estos inmuebles y las venden durante el mercado anual de Alasitas en La Paz, que honra a Ekeko, el dios aymara de la abundancia.
Algunas empresas de turismo ofrecen recorridos por los cholets en El Alto que incluyen guía, transporte y acceso al interior de algunos edificios. Varias reseñas de Tik Tok sugieren que lo mejor es reservar un tour por la tarde, porque es cuando es probable que las salas para eventos estén abiertas y en las etapas finales de decoración para las fiestas de esa noche.
Recorrer un área de fiesta cholet es como transitar un club nocturno popular a plena luz del día: un poco abandonado, ciertamente deteriorado e impregnado con olor a bebidas alcohólicas. Pero, como en todo club nocturno, la oscuridad da vida a estos espacios que han redefinido el paisaje de El Alto, sus batallas con la gentrificación y la narrativa de un pueblo indígena que ha logrado llegar a los encabezados de noticias para que todos los vean.