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En 2019, el astrofísico Neil deGrasse Tyson compartió en Twitter (ahora X) una reflexión que suscitó debate: “El universo es ciego a nuestras penas e indiferente a nuestros dolores”. Tyson, conocido por su destacada carrera en la divulgación científica, recibió una respuesta aguda del comediante Norm Macdonald, quien falleció en 2021. Con su característico humor, replicó: “Neil, hay un error en tu aforismo que resulta bastante revelador. Dado que tú y yo somos parte del universo, también seríamos indiferentes e insensibles. Quizás olvidaste, Neil, que no somos superiores al universo, sino apenas una fracción de él. ¡Qué buen día, en verdad!”.
Este intercambio pone de relieve una crítica fundamental al cientificismo, que se define como la idea de que la ciencia puede explicar todos los aspectos de la realidad sin considerar las dimensiones subjetivas y emocionales de la experiencia humana. La figura de Tyson, consolidada con la serie Cosmos: Una odisea en el espacio-tiempo —una modernización del programa clásico creado por Carl Sagan— ha sido objeto de críticas por una percepción de arrogancia y una tendencia a presentar lo científico como la única vía para entender la realidad. A diferencia de Sagan, conocido por su habilidad para conectar la ciencia con la experiencia humana y por su respeto hacia el público, Tyson ha sido acusado de ofrecer una visión más reduccionista.
El problema del cientificismo se manifiesta cuando esta perspectiva se lleva al extremo, utilizando la ciencia para manipular la percepción pública y promover agendas específicas. En el pasado, esto se evidenció en la minimización de los riesgos del tabaquismo, cuando investigadores financiados por la industria tabacalera afirmaron que fumar no causaba cáncer. De manera similar, ciertos intereses económicos han intentado desacreditar el consenso académico sobre el cambio climático para evitar regulaciones ambientales.
En el programa Hot Ones de YouTube, donde celebridades son entrevistadas mientras comen alitas con salsas picantes, Neil deGrasse Tyson, al final de su participación, hizo eco de la observación de Macdonald sobre la irrelevancia humana en el universo. Al ser cuestionado sobre esto, el astrofísico, afectado por el picante, respondió: “Hemos llegado a definir la importancia como si yo fuera especial y todo lo demás no lo fuera… la religión se cree especial, la cultura se cree especial… individuos que piensan que sus teorías son especiales. Los cuatro principales elementos en tu cuerpo son hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno. ¿Sabes cuáles son los cuatro elementos más importantes en el universo? Los mismos.” El conductor respondió: “Yo soy el universo”, y el invitado asintió: “¡Sí!”. Esta respuesta destaca la habilidad de Tyson para redirigir la conversación hacia su figura y sus ideas.
El cientificismo a menudo se enfrenta a un desafío en la práctica: tratar los problemas con una objetividad que a veces ignora la manipulación, como en el caso del tabaquismo y el cambio climático. Al confiar ciegamente en las afirmaciones “científicas”, la humanidad enfrenta ahora las consecuencias. ¿Cómo pudo el cientificismo llevar a tales resultados?
EL CASO DE LAS TABACALERAS
En el video titulado 1994 - Tobacco Company CEOs Testify Before Congress (1994 - Los CEOs de las compañías tabacaleras testifican ante el Congreso), disponible en YouTube en el canal Tobacco Free Florida, podemos ver a los principales ejecutivos de las tabacaleras responder con total seguridad a la pregunta de si creen que la nicotina es adictiva. Cada uno afirmó que no lo creía. Durante más de seis horas de intenso interrogatorio, se mantuvieron firmes en su negación. Luego se justificaron utilizando la semántica de la pregunta, argumentando que se les había preguntado si “creían” personalmente que la nicotina era adictiva, en lugar de si la evidencia científica lo demostraba. Esta estrategia les permitió evitar ser procesados por perjurio, ya que su testimonio se basaba en su opinión personal y no en la verdad objetiva.
El video concluye con una impactante cita del Informe del Cirujano General de 1988, emitido seis años antes de las audiencias en el Congreso: “La respuesta corta es que los cigarrillos son adictivos. Los procesos farmacológicos y conductuales que determinan la adicción al tabaco son similares a los que determinan la adicción a drogas como la heroína y la cocaína.”
A medida que se acercaban los años noventa, el respaldo del cientificismo que las tabacaleras habían utilizado durante décadas para negar la adicción al tabaco empezaba a desmoronarse. Finalmente, esta industria se encontraba en apuros. Hoy en día, las cajetillas de cigarros presentan advertencias explícitas y contundentes, con imágenes gráficas de pulmones devastados por el tabaquismo, que ilustran de manera directa y cruda los peligros inherentes al consumo de esta sustancia.
Para comprender la confianza inquebrantable de los ejecutivos tabacaleros durante su comparecencia ante el Congreso, es necesario retroceder en el tiempo. En la década de 1950, mientras la ciencia empezaba a establecer la conexión entre el tabaquismo y el cáncer de pulmón, la industria diseñó una estrategia para contrarrestar estos hallazgos. Según el sitio Tobacco Tactics, en diciembre de 1953 se fundó el Comité de Investigación de la Industria del Tabaco (TIRC). Esta asociación, creada por los líderes de las tabacaleras en colaboración con la firma de relaciones públicas Hill & Knowlton, tenía como misión desacreditar los estudios que vinculaban el consumo de tabaco con enfermedades graves como el cáncer de pulmón y padecimientos cardíacos.
De acuerdo con el artículo de Tobacco Tactics, en enero de 1954, el TIRC presentó el Frank Statement, un comunicado que se distribuyó en 448 periódicos y se difundió ampliamente por radio y televisión. Este documento contenía varias afirmaciones clave: señalaba que la investigación médica había identificado múltiples posibles causas para el cáncer de pulmón, que no existía un consenso sobre cuál era la causa específica y que no había evidencia concluyente de que fumar fuera una de ellas. Además, cuestionaba la validez de las estadísticas que vinculaban el tabaquismo con la enfermedad, sugiriendo que estas podrían aplicarse también a otros aspectos de la vida moderna.
Distribuir su mensaje en 448 periódicos y difundirlo ampliamente por radio y televisión en aquel entonces, sería el equivalente a que las tabacaleras tuvieran el control de Internet hoy en día, algo que afortunadamente ya no es posible. Tan grande fue su influencia que la United States Tobacco Company (UST) —la Compañía de Tabaco de Estados Unidos— se convirtió en patrocinadora de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1980 en Lake Placid, Nueva York. Sería interminable enumerar todos los esfuerzos de estas compañías para ocultar la verdad sobre su producto.
AVANCES CONTRA LA MANIPULACIÓN
Lo que hicieron las tabacaleras sirvió de mal ejemplo para las industrias de la comida chatarra y para los negacionistas del cambio climático. Es interesante notar que el mal uso de la ciencia para manipular no significa que los científicos mismos desconocieran lo que las grandes empresas intentaron y, en muchos casos, consiguieron con éxito ocultar a la humanidad.
Entonces, ¿cuál debería ser el enfoque de la persona común que sabe que la ciencia puede tener la razón, pero también puede ser manipulada?
Actualmente, la cultura popular se esfuerza por dejar en claro que fumar es perjudicial. Desde un corto de Los Simpson en Disney Plus, donde las hermanas de Marge mencionan que dejarán de fumar por órdenes de Disney, hasta una película de A24, Amor, mentira y sangre, en la que la protagonista, interpretada por Kristen Stewart, escucha una grabación que le dice: “cuando fumas un cigarrillo inhalas una droga llamada nicotina… podrías cambiar la palabra droga por veneno”. Esta escena refleja la dificultad que enfrentan millones de personas para dejar de fumar.
La sociedad está enferma, pero en proceso de recuperación. Estos ejemplos ilustran cuán profundos son los estragos que la manipulación de la ciencia por parte de las tabacaleras ha dejado en la sociedad. Sin embargo, también muestran un cambio positivo: la divulgación científica efectiva ha comenzado a prevalecer.
Este mismo patrón se ha observado en otras industrias, como la del azúcar, que siguió la estrategia de las tabacaleras, financiando estudios para minimizar los riesgos del consumo de este edulcorante y su relación con las enfermedades cardiovasculares. En la década de 1970, las grandes compañías de combustibles fósiles, como ExxonMobil, adoptaron tácticas similares para ocultar la verdad sobre el cambio climático, retrasando la aceptación pública de que el calentamiento global es real y está causando estragos en el planeta. Llamarlos “diabólicos” puede sonar imparcial, pero pocos estarían dispuestos a defender a estas empresas sin rostro. Es necesario que la ciencia que abarca múltiples perspectivas siga ganando terreno sobre aquellos estudios que limitan la información para ofrecer una mirada sesgada del mundo.