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De cada mil casos de abuso sexual contra menores en México, sólo cien se denuncian, de los cuales únicamente diez llegan ante un juez y, de estos, sólo uno recibe sentencia condenatoria. Seis de cada diez casos de abuso sexual infantil se producen en casa. En el 60 por ciento de ellos, el agresor es un miembro de la familia o un elemento cercano a esta.
Si bien hablar con niños acerca de ciertas cuestiones suele ser un reto para los adultos, abordar esos “temas incómodos” se convierte en un punto importante para tener infancias sanas, seguras y felices.
Uno de los asuntos clave en el desarrollo físico y emocional de un niño es el cómo, cuándo y dónde respecto al contacto físico. Esta es una de las principales manifestaciones de un vínculo emocional y es una manera innata de establecer comunicación. El contacto físico no se limita a tocarse; involucra también el espacio entre las personas e incluye comentarios acerca de la apariencia. Es por ello que, en todos los casos, el consentimiento hacia el contacto físico marcará la diferencia en el establecimiento de vínculos sanos y, sobre todo, la seguridad de los niños.
¿QUÉ ES EL CONSENTIMIENTO?
La mayoría de las veces se puede pensar en hablar de consentimiento con los menores como algo abrumador, sin embargo, establecer parámetros al respecto es importante, pues culturalmente existe una tendencia natural de los padres a querer tener hijos “bien educados”. Esos niños que “no dan problemas”, que “no son groseros” o que no los hacen “quedar mal”; es decir, complacientes. Pero la interacción social ha de ser calibrada y regulada en la infancia.
El consentimiento es darle a alguien la posibilidad de elegir sobre el tacto o las acciones sobre su persona y respetar su respuesta. En los niños se entiende como “pedir permiso para…”. Debemos tener en cuenta que el lenguaje se encuentra en desarrollo durante la infancia y, por lo tanto, es importante utilizar frases como: ¿Quieres que te dé un abrazo de despedida hoy? ¿Puedo sentarme a tu lado mientras leemos este libro? ¿Puedo ayudarte a ponerte el suéter? ¿Esta broma te parece divertida?
Aquellos niños que han sido abordados acerca del consentimiento físico, pueden sentirse capacitados para tomar decisiones sobre su cuerpo con confianza y hablar cómodamente con adultos acerca de estos temas. Además, conocen la importancia de establecer y respetar los límites.
Enseñarlos a respetar su propio cuerpo y el de los demás les ayuda a empoderarse y a reducir las posibilidades de convertirse en víctimas. Esta es la primera oportunidad que tenemos los adultos para prevenir el abuso sexual infantil. Con demasiada frecuencia, los problemas sobre el consentimiento en las relaciones se deben a la confusión sobre lo que cada persona siente que es o no seguro, respetuoso o apropiado.
Existen cuatro principios clave para abordar el consentimiento con los niños:
- Te perteneces a ti mismo. Cada quien se pertenece a sí mismo.
- Algunas cosas no son opcionales. Ir al médico cuando lo necesitas no es una opción.
- Los problemas no deben ser secretos, y tampoco deben serlo los regalos o los favores.
- Cuenta tus preocupaciones hasta obtener ayuda. A veces los adultos pueden parecer muy ocupados. Si es así, cuéntaselo a alguien más.
¿CUÁNDO HABLAR DEL TEMA CON LOS HIJOS?
La respuesta es simple: siempre. El abordaje con naturalidad del consentimiento, es el factor determinante para que los infantes tengan autonomía. Si bien decirles que las más de las veces un agresor será alguien que ellos aman o en quien confían es un mensaje demasiado fuerte para ellos, podemos poner en práctica la conversación cuando ellos preguntan al respecto, pues es porque están listos para entenderlo. Es importante siempre enfocarse en que, si alguien se comporta lastimándolos o haciéndolos sentir incómodos, es porque esa persona tiene problemas, incluso si es alguien que aman o en quien confían, que nada de eso es su culpa o es porque hayan hecho algo malo, y que nunca es demasiado tarde para contarlo o pedir ayuda.
Es probable que, ante estas charlas, los niños pretendan pedir detalles acerca de lo que podría pasar. No es necesario dar detalles, sino enfocarnos en lo que a ellos podría parecerles incómodo o inseguro. Esta técnica es útil para conocer inquietudes que el menor pueda tener. Es importante preguntarle: ¿qué te hace sentir incómodo?, ¿cómo me lo dirías aunque yo te parezca muy ocupado?, ¿qué harías si por alguna razón yo no puedo escucharte?
Recordemos que, en todo caso, la mejor protección que podemos brindar a nuestros niños es la posibilidad de que establezcan límites poderosos, respetuosos y apropiados, que aprendan a protegerse de las palabras hirientes, alejarse de los problemas y hacerse cargo de lo que dicen y hacen.
¿CUÁNDO MI HIJO NECESITA CONTACTO?
Las necesidades afectivas están siempre presentes a lo largo de la vida, sin embargo, el comprender que estas varían en cada individuo es el primer paso para que sean satisfechas a plenitud. Una de esas variables es el contacto físico, ya que cada persona puede sentirse más o menos cómoda con ciertas manifestaciones culturales.
Es importante mantener la congruencia cuando explicamos a un niño que nadie debe obligarlo a tocar o dejar ser tocado y luego le reprendamos cuando no quiso saludar de beso a sus abuelos, tíos o primos. La clave en estos sucesos, además de la congruencia, es reconocer las necesidades individuales del infante a través de su sensorialidad y su gusto o disgusto por la interacción.
En algunos casos entran en juego las neurodivergencias como el Trastorno por Déficit de Atención (con o sin hiperactividad) y el Trastorno del Espectro Autista, mismos que abarcan una percepción completamente distinta de lo que involucra ser tocado.
Al poner en práctica las condiciones del consentimiento, no solamente se está protegiendo a las infancias de un abuso sexual, sino de un daño a su integridad emocional y a su dignidad. En los casos de acoso escolar (bullying) no sólo tenemos como víctimas a quienes reciben una agresión, sino que los niños que agreden suelen venir de contextos en las que son violentados.
Como padres, eliminemos el temor al juicio social de tener “hijos maleducados”, comprendiendo que nada tienen que ver nuestros métodos de crianza con la necesidad que tienen otros individuos de ser complacidos. Es nuestra responsabilidad generar un entorno seguro en el que no existan los temas prohibidos, sino los contextos de apertura y seguridad, donde nunca haya un niño que sienta que fue su culpa haber sido incomodado, donde no haya padres juzgados por tener hijos fuertes, seguros y que sepan elegir siempre ponerse a salvo.