El respeto y la amabilidad deben ser clave en la crianza. Imagen: Unsplash / Jonathan Borba
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el 63 por ciento de los menores de 14 años sufre agresiones físicas y psicológicas como parte de su formación.
En nuestro país, desde la Conquista por parte de Hernán Cortés, en nombre de la Corona española, se sometió con extrema violencia al Imperio Azteca. Esta se transmitió de generación en generación hasta normalizarla a través de un estilo de crianza autoritario y abuso de poder.
Desafortunadamente la mayoría de las enfermedades mentales se gestan en la familia. Si bien es cierto que algunas son hereditarias, como la esquizofrenia, otras son propiciadas por el contexto en el que crecen los niños sin importar su condición socioeconómica.
Actualmente prevalece entre la juventud el trastorno límite de la personalidad, que se desarrolla por haber vivido negligencias en la crianza durante la infancia y adolescencia, como el abandono de una o ambas figuras parentales, así como violencia emocional, física o sexual. Quienes padecen este trastorno difícilmente están en el presente. Cualquier experiencia que les recuerde de alguna forma las sensaciones del evento traumático, activa el dolor que dejó la herida emocional que vivieron.
Estos rasgos de personalidad coinciden con el incremento en el abuso de sustancias y suicidios en adolescentes, quienes ocupan el primer lugar en cometer este acto. Eso se debe a que reaccionan emocionalmente, no racionalmente. Recuerdan su historia personal, reviven aquellas sensaciones de malestar y piensan que jamás van a dejar de sentir ese dolor o enojo por el abandono y/o la negligencia que vivieron cuando eran más vulnerables. La mente se disocia y no logran ver que en el presente ya se pueden defender, poner límites o irse de cualquier lugar donde no sean respetados, aprendiendo que en el mundo hay papás y mamás que no saben transmitir amor porque no lo recibieron como ellos lo necesitaban, o incluso fueron maltratados.
Nada justifica la violencia de la crianza irrespetuosa o el maltrato infantil, pero se puede llegar a comprender que no es algo personal o intencional hacia los hijos. Simplemente los padres repiten, desde su cerebro primitivo, lo que ellos tuvieron que normalizar para sobrevivir a su propia historia. No hay familia perfecta, hay familias que dan lo mejor de sí para el buen desarrollo emocional, cognitivo y social de los hijos.
RESILIENCIA
Hay niñas y niños que a pesar de vivir una crianza negligente, desarrollan su capacidad de resiliencia; se adaptan para sobrevivir a su entorno, observando e integrando otras realidades que lo rodean. En algún momento se permiten buscar formas adaptativas de sanar, dando paso al desarrollo de su personalidad y a vivir nuevas experiencias en el presente. Son conscientes de su fortaleza interna y poseen la confianza para hablar con alguien y pedir ayuda en cualquier situación que lo requiera.
La crianza respetuosa se puede observar en niños que se sienten seguros de sí mismos. A pesar de que hay momentos en que sus padres pueden perder el control de lo que dicen o hacen, estos tienen la capacidad de reconocer sus errores, hablar sobre lo sucedido y explicar a los hijos que sus reacciones negativas nada tienen que ver con el amor que les tienen. De esta forma, los infantes crecen sintiendo que tienen una base estable, comprendiendo que no hay padres perfectos, pero que los suyos hacen lo mejor que pueden y se esfuerzan con lo que tienen para cumplir con sus responsabilidades, y que eso es un gran acto de amor.
En la crianza respetuosa hay validación, reconocimiento y espacio para expresar las emociones sin ser juzgadas, pero también hay límites firmes que ayudan a los menores a desarrollar estilos de afrontamiento sanos ante cualquier situación adversa, de modo que no van a sentirse abrumados frente a lo que les cause incomodidad.
APRENDIZAJE
Los niños observan, escuchan y aprenden todo el tiempo de los adultos que les rodean; se identifican con las conductas de sus padres y las repiten, integrándolas como rasgos de su personalidad. De esta manera la crianza respetuosa promueve la autonomía, pues implica permitir el libre desarrollo de la personalidad y favorece el autoconocimiento al dejar que los infantes experimenten sus reacciones ante diferentes situaciones, sin juzgarse. Así ejercitan su capacidad de autorregulación, aceptando que están aprendiendo a relacionarse con el mundo a través de una identidad propia. Con esta estructura se adquieren, además, la autodisciplina, paciencia y motivación necesarias para navegar la vida.
El autoconocimiento es muy importante para todo ser humano, porque ayuda a identificar qué patrones de conducta dañinos se heredaron y se hicieron propios, para a partir de entonces aprender a diferenciarse de eso y trabajar en la construcción de una identidad genuina. También permite reconocer con qué herramientas se cuenta o cuáles se pueden desarrollar para afrontar el estrés de la vida diaria en cada etapa del ciclo vital.
Aprender métodos de autorregulación, por ejemplo, es uno de los caminos a la estabilidad emocional. Hay herramientas muy efectivas, como la meditación, que logra reducir la sobreproducción de cortisol (la hormona del estrés), o salir a caminar mientras los pensamientos se centran en las soluciones a los problemas (si es que las hay, y si no, aceptar con serenidad lo que no está bajo nuestro control).
Otro beneficio de la crianza respetuosa es transmitir a los niños el poder de usar los pensamientos a su favor y que estos logren tener un impacto positivo en la salud mental. También promueve la búsqueda de relaciones saludables, pues al haber experimentado el afecto de forma asertiva, se llega a la conclusión de que todos merecen ser tratados con respecto.
Hay niños y niñas que diariamente son sometidos a algún tipo de maltrato. Por lo tanto, existe una gran responsabilidad desde la atención primaria para valorar la importancia de ejercer una maternidad y paternidad responsables y emocionalmente nutricias.