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Crisis y creación: arte en la Venezuela actual

Los artistas venezolanos presentan todo un abanico de propuestas en que denuncian las estructuras sociales, políticas y económicas de su país, promoviendo la reflexión y la participación de la comunidad.

De la exposición 'Teatro de sombras' (2018), de Javier Téllez.

De la exposición 'Teatro de sombras' (2018), de Javier Téllez.

AURORA HERNÁNDEZ

Desde finales del siglo XX, el entorno político, económico y social ha afectado todos los aspectos de la vida venezolana, incluida la producción artística. Esta situación tiene sus raíces en la corrupción, el mal manejo de recursos y las políticas económicas fallidas implementadas durante el gobierno de Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro. La dependencia excesiva del petróleo, la nacionalización de industrias, la centralización del poder y la represión contra la oposición han provocado una hiperinflación, la escasez de bienes básicos y el deterioro de las instituciones democráticas, originando así una profunda crisis humanitaria. 

En tiempos difíciles, el arte ha demostrado ser una forma poderosa de documentar las realidades sociales y políticas, actuando como medio de protesta. A través de diversas corrientes y prácticas, los artistas convierten sus obras en declaraciones contundentes sobre la injusticia, el sufrimiento y la lucha por la libertad, abriendo espacios para la resistencia y la crítica. En Venezuela, el arte ha jugado un papel crucial en tiempos de conflicto. 

Durante las décadas de 1980 y 1990, en medio de la crisis económica y política, el venezolano Jacobo Borges abordó en sus obras la fragmentación social y la incertidumbre. Artistas como Deborah Castillo y la Organización Nelson Garrido han utilizado su trabajo para confrontar la represión y la censura. La expresión artística venezolana contemporánea ha manifestado estos hechos mediante metáforas, crítica velada e ironía, posicionándose como clave en la lucha por la justicia, la transformación social y la libertad en el país. 

ARTE URBANO 

Una de las manifestaciones artísticas más destacadas en Venezuela es el arte urbano, que por medio de murales y grafitis denuncia la escasez, la violencia y la represión, ejerciendo un impacto significativo en la conciencia colectiva. 

Un grupo importante en el arte público venezolano es Tiuna El Fuerte, un colectivo cultural que ha sido fundamental en la promoción del grafiti en Caracas. Este equipo, además de hacer murales, también organiza eventos y talleres para jóvenes y niños, utilizando la creación como herramienta de transformación social. Tiuna El Fuerte es conocido por su enfoque en la autogestión y la sostenibilidad en un parque cultural que busca fortalecer la identidad y la participación comunitaria. 

ARTE CONCEPTUAL 

Otra corriente destacada es el arte conceptual, que mediante instalaciones, performances y videos explora la crisis de un modo más introspectivo. Aquí, los artistas se enfocan en la pérdida de identidad, transmitiendo las heridas que atraviesan como sociedad. 

El colectivo Tiuna El Fuerte convirtió un estacionamiento abandonado en un Parque Cultural. Imagen: developingsolutions.weebly.com
El colectivo Tiuna El Fuerte convirtió un estacionamiento abandonado en un Parque Cultural. Imagen: developingsolutions.weebly.com

Líneas de Fuga fue una exposición que exploró cómo las jerarquías se transforman en lugares donde se intersectan categorías raciales, étnicas, de clase y género. La exhibición se presentó en el Centro Cultural Español en Miami, un espacio dedicado a promover la cultura hispana. En esta muestra se abordaron temas relevantes para la crisis en Venezuela y en un contexto global. A través de obras conceptuales, los espectadores pudieron reflexionar sobre las intersecciones de poder y cómo estas influyen en la construcción de nuevas realidades. 

ARTE SOCIAL 

El arte social es otro movimiento que paralelamente ha ganado fuerza en Venezuela, con proyectos que buscan involucrar a las comunidades directamente en la creación artística, generando espacios de diálogo y solidaridad. 

La Organización Nelson Garrido (ONG) fue un centro cultural autogestionado en Caracas, fundado en 2002 por Nelson Garrido —primer fotógrafo venezolano distinguido con el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1991—. El lugar funcionó —hasta su cierre en 2022— como una comunidad cultural, plataforma artística, proyecto educativo, biblioteca pública y espacio expositivo. Durante dos décadas, la ONG operó de manera independiente y disidente, enfocándose en prácticas radicales de libertad y terrorismo poético, que se refiere a acciones artísticas o intervenciones que buscan sacudir las estructuras establecidas, generar reflexión y subvertir el orden social, utilizando la poesía y otras formas de expresión creativa como herramientas. 

La asociación actuó como un sistema no jerárquico, facilitando la formación de fotógrafos y artistas visuales, organizando exposiciones, y sirviendo como una plataforma digital para artistas internacionales. Uno de sus miembros más notables es Jesús Briceño Reyes. Su exposición No tengo punto, pero acepto Zelle es un ejemplo de cómo los artistas de la Organización Nelson Garrido expresan las realidades cotidianas de un país en crisis. El título de la muestra de Briceño Reyes hace referencia a la frase comúnmente utilizada en Venezuela para indicar que los comercios y las personas aceptan transferencias electrónicas a través de Zelle, un sistema de pago ampliamente usado debido a la falta de efectivo y la escasez de métodos de pago tradicionales, poniendo en evidencia cómo las prácticas económicas informales se han normalizado y adaptado a las circunstancias extremas y al deteriorado sistema financiero del país. 

Pintura de Jesús Briceño Reyes expuesta en la muestra 'No tengo punto, pero acepto Zelle'. Imagen: El Universal
Pintura de Jesús Briceño Reyes expuesta en la muestra "No tengo punto, pero acepto Zelle". Imagen: El Universal

La Organización Nelson Garrido cerró en 2022, pero su impacto y legado continúan a través de sus exalumnos y la comunidad que la formó. Muchos de los artistas y fotógrafos que se formaron allí siguen activos, plasmando en sus obras los principios y enseñanzas de la ONG, y continúan influyendo en la escena artística contemporánea en Venezuela. 

FIGURAS DEL ARTE CONTEMPORÁNEO 

Además de los colectivos que han marcado la escena cultural en Venezuela, es relevante destacar a los artistas individuales cuyas obras han dejado una huella indeleble en el arte contemporáneo del país. Entre ellos, Jacobo Borges (Caracas, Venezuela, 1931) se erige como una figura central. Su obra no sólo refleja la complejidad social y política de su tierra natal, sino que también ha influido profundamente en generaciones posteriores de artistas con obras emblemáticas como Reunión con un círculo rojo (1973). En esta pieza explora el poder de los gestos a través del teatro, transformando la tradición expresionista en un estilo distintivamente teatral donde las figuras asumen roles socialmente determinados, como el general, el aristócrata, el prelado, el magistrado y la prostituta, presentándose de manera cada vez más siniestra. Además de su labor pictórica, Borges es autor de cuentos, fusionando en sus trabajos la escritura y la pintura en una narrativa de carácter onírico e imaginativo. 

Otro personaje destacado del arte contemporáneo en Venezuela es Deborah Castillo, cuya obra desafía los límites de la representación política y cultural. 

Castillo ha desarrollado una carrera multidisciplinaria que abarca el video, la fotografía, la escultura, la cerámica escultórica y el performance. Desde sus inicios ha sido reconocida por su capacidad para fusionar referencias históricas y filosóficas en una narrativa visual compleja y provocativa. 

Uno de los aspectos más distintivos de la obra de la artista es el uso del propio cuerpo como herramienta crítica y política, cuestionando los estereotipos femeninos, la explotación sexual y la iconografía patriarcal en la sociedad contemporánea. A través de performances inmersivos y esculturas que desafían la épica heróica y caudillista, su trabajo busca confrontar y subvertir las narrativas dominantes. 

Sus instalaciones provocan una reflexión sobre la naturaleza efímera y consumible del arte en la era digital, y también exploran la persistencia de estructuras de poder arraigadas en la historia y la política de Venezuela. Ejemplos de esto son sus trabajos que abordan iconos políticos y épicas históricas, desafiando la tradición mesiánica y el culto al líder. Su trabajo confronta las teorías fundacionales que han moldeado las aspiraciones socialistas y los cambios geopolíticos en su país y en el mundo. 

Performance Slapping Power (2015), de Deborah Castillo. Imagen: Vimeo/ Deborah Castillo Imagen: Museo de Arte Carrillo Gil
Performance Slapping Power (2015), de Deborah Castillo. Imagen: Vimeo/ Deborah Castillo Imagen: Museo de Arte Carrillo Gil

En Slapping Power (2015), Castillo realizó un performance donde abofetea simbólicamente a un ícono de poder. Cada golpe deforma física y metafóricamente la figura, cuestionando su autoridad y provocando una reflexión sobre el papel del símbolo nacional en la resistencia y el cambio. 

En Parricidio (2017), la artista presenta un monumento híbrido que fusiona el cuerpo de Simón Bolívar con la cabeza de Lenin, figuras emblemáticas que han marcado la historia moderna y contemporánea de Venezuela. A través de una narrativa ficticia, Castillo dispara simbólicamente al héroe, planteando un desenlace alternativo que busca alterar el imaginario colectivo y la mitología política. 

En Las dictadoras (2017), organiza una serie de acciones donde cinco cuerpos femeninos parodian a figuras como Mao Zedong, Stalin, Marx, Lenin y Fidel Castro. Cada gesto y ademán específico de estas figuras históricas representa y critica los estereotipos de poder que han dominado diferentes momentos y geografías. La venezolana ataca así los pilares del patriarcado ideológico desde múltiples ángulos, ofreciendo una perspectiva crítica y provocativa sobre la historia y la política. 

Deborah Castillo continúa hoy en día expandiendo los límites del arte y la crítica social a través de una práctica artística innovadora y comprometida, haciendo de su obra un espacio de reflexión profunda y acción política en un mundo cada vez más complejo y cambiante. 

Siguiendo la línea de artistas venezolanos, Javier Téllez se destaca por su exploración de la enfermedad mental y la otredad a través del cine y la instalación. 

Javier Téllez (Valencia, Venezuela,1969) creció en un entorno familiar influenciado por la psiquiatría, ya que sus padres se dedicaban a esta profesión. Desde joven estuvo expuesto a conceptos relacionados con la enfermedad mental, experiencia que marcaría su obra artística. 

Su padre trabajaba en el Hospital Psiquiátrico de Bárbula, donde Téllez presenció métodos de tratamiento alternativos, como carnavales donde pacientes y psiquiatras intercambiaban roles, lo que despertó su interés en el uso de máscaras y lo carnavalesco. Influenciado por la historia cinematográfica familiar, ya que su abuelo fundó uno de los primeros cines en Venezuela, el artista desarrolló un temprano interés por el séptimo arte. Sus visitas a museos en la infancia lo llevaron a comparar museos y hospitales mentales, considerándolos representaciones simbólicas de la autoridad. 

Reunión en un círculo rojo (1973), de Jacobo Borges. Imagen: Jacobo Borges
Reunión en un círculo rojo (1973), de Jacobo Borges. Imagen: Jacobo Borges

Téllez es conocido por sus películas que incluyen a pacientes psiquiátricos, dándoles voz para narrar sus propias historias, lo que genera resultados inesperados que mezclan elementos de ficción y documental. Su obra explora la construcción de la enfermedad mental y su representación en oposición a los ideales occidentales. Además de cine, el venezolano utiliza elementos escultóricos en sus instalaciones para expandir conceptos como la arquitectura del confinamiento, ilustrando cómo las instituciones psiquiátricas actúan como una especie de camisa de fuerza arquitectónica. 

El artista ha sido crítico de la corrupción y los conflictos de clase en Venezuela. Su decisión de rechazar la invitación para representar a su país en la 50ª Bienal de Venecia refleja su postura crítica hacia la situación política de su tierra natal. Al centrar su arte en las experiencias de pacientes psiquiátricos y personas marginadas, Téllez pone en evidencia las dinámicas de poder y la marginalización, temas relevantes en el contexto venezolano. 

Sus obras, como Caligari y el sonámbulo (2008), exploran la construcción de identidades y el impacto de las instituciones en la percepción de la enfermedad mental. Estos temas pueden ser interpretados como una crítica a las estructuras sociales y políticas en Venezuela. 

El arte contemporáneo venezolano se erige como un testimonio vital de la lucha y la resistencia frente a la crisis. A través de diversas corrientes y prácticas, los artistas continúan desafiando las normas establecidas, cuestionando la autoridad y representando las realidades de un país que busca la transformación. 

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