'Déjame entrar', soledades unidas por lo sobrenatural
Una noche de invierno, Oskar mira por la ventana de su habitación en lo alto de un edificio ubicado en Blackeberg, suburbio de Estocolmo, Suecia. Un vehículo oscuro se estaciona en frente y de él descienden un hombre y una niña de unos 12 años —más o menos la misma edad de Oskar—, cargando algunas maletas. Son sus nuevos vecinos, quienes ocuparán el departamento contiguo.
El joven no da mucha importancia a la llegada de los inquilinos. Pronto vuelve a algo que parece mucho más importante: saca una navaja y comienza a actuar un enfrentamiento con alguien imaginario, como si estuviera preparándose para un ataque.
Al día siguiente va a la escuela. Un oficial ha acudido a su salón de clases para ofrecer una plática sobre el trabajo policial. Habla de un caso en que los agentes descubrieron que un homicidio había tratado de ser encubierto mediante el incendio de una casa. El objetivo del asesino era hacer creer que la víctima había fallecido a causa del fuego. ¿Cómo pudieron determinar que esa no era la verdadera causa?, pregunta el policía a los alumnos. “No encontraron humo en sus pulmones”, responde Oskar. Tiene razón. Es un chico inteligente, pero también tímido. Poco después se revela que, además, sufre bullying; de ahí sus ensayos con la navaja, que se repiten esa misma noche en el parque frente al edificio donde vive. Tal vez sea un ejercicio catártico, o bien, una práctica para eventualmente usar el arma, ya sea como defensa o como venganza. Eli, la niña recién llegada, lo observa a lo lejos, hasta que él se da cuenta y, entonces, ella le dice simplemente que no puede ser su amiga y se va.
Mientras tanto, Hakan, el hombre con el que llegó Eli, reúne algunos objetos para introducirlos en una especie de maletín que carga consigo hasta un parque, donde se le acerca a un hombre para matarlo. Cuelga al cadáver de la rama de un árbol, lacerado y boca abajo, para que su sangre escurra dentro de un bidón. Sin embargo, un perro se ve atraído al lugar por el olor. Sus dueñas se acercan poco a poco, buscándolo, y el asesino puede oírlas, así que toma el maletín para huir lo más rápido que puede, pero olvida el contenedor de sangre.
Ya en el departamento, se revela más sobre la relación entre él y la niña. Eli es quien tiene el control ahí. Con voz profunda le reclama a Hakan su descuido. Ante la agresividad de la chica, él simplemente pide perdón, apesadumbrado. Ahora ella tendrá que buscar de inmediato a alguna víctima con quien saciar su hambre directamente, sin embargo, eso no significa que el hombre deje de trabajar para la pequeña vampiresa.
A la par de los asesinatos perpetrados por Hakan —cada vez más erráticos—, Eli y Oskar tienen más encuentros y poco a poco entablan amistad, lo cual le causa angustia a Hakan, como si ese vínculo lo hiciera sentir desplazado.
AMBIGÜEDAD VAMPÍRICA
Déjame entrar (2008) es una película sueca dirigida por Tomas Alfredson. Está basada en la novela homónima de John Ajvide Lindqvist, quien también escribió el guion para el largometraje. Ganó a Mejor Película Extranjera en los Premios Goya, en los Gaudí, en el Festival de Austin y por parte de las asociaciones de Críticos de Chicago y de Boston; también estuvo nominada a esa misma categoría en los European Film Awards y los Premios BAFTA. No sólo tuvo una buena recepción por la crítica, sino también por el público, al grado de que dos años después de su estreno se lanzó una versión de Hollywood sobre la misma historia.
Y es que la película es igualmente enternecedora y perturbadora. De acuerdo al propio autor, la trama surgió de una simple premisa: “Si una niña estuviera estancada para siempre en una existencia de 12 años y tuviera que andar por ahí matando a otras personas y bebiendo su sangre para vivir, ¿cómo sería realmente la existencia de esa niña?”. Ajvide Lindqvist cuenta en una entrevista para Ain't it Cool News que, para responder a esa pregunta, tuvo que dejar de lado la generalizada romantización hacia los vampiros que existe actualmente en este género. Entonces cayó en la cuenta de que sería una existencia muy solitaria y miserable, aunque eso no borra el hecho de que se trataría de una criatura depredadora.
Esa ambigüedad en el personaje de Eli es uno de los elementos más interesantes de la película. Por un lado, es conmovedor ver cómo evoluciona su relación con Oskar. La soledad de ambos parece unirlos de una manera muy especial. La niña le da seguridad al chico para responder a las agresiones de sus bullies. Él, por su parte, se muestra comprensivo con ella, sin prejuicios, incluso cuando descubre que no es una humana.
AMOR Y VIOLENCIA
Sin embargo, es imposible dejar de cuestionarse cuántos años tiene Eli en realidad, y si el hecho de haber sido convertida en vampiresa tan joven hizo que su edad mental —por decirlo de alguna manera— permaneciera estancada a pesar de la experiencia adquirida con el paso de los años, o décadas, o siglos. En ese caso, probablemente encontró en Oskar una especie de refugio que tal vez ni siquiera pudo experimentar cuando fue una humana; no le alcanzó la vida para ello.
Entonces, ¿qué hay de Hakan? Él muestra cierta devoción hacia Eli, pero ella no parece tener ningún tipo de afecto hacia él. ¿Acaso la ayuda a recolectar sangre porque le debe un favor? ¿Ella lo chantajea o manipula de alguna manera? ¿O directamente lo domina al tener una fuerza superior a él? Pero, si evidentemente ella tiene la capacidad de cazar por sí sola, ¿qué necesidad hay de que utilice a un simple humano para ello? ¿Lo hace por sadismo? ¿Lo hace para castigarlo por algo hecho en el pasado? Son cuestiones que no terminan de aclararse, pero, de este modo, lo que podría ser una simple historia sobre amor adolescente vampírico se transforma en una reflexión sobre la naturaleza de la violencia.
En un punto de la trama, Eli le dice a Oskar que ambos son iguales, pero el niño le responde que él no asesina gente. La vampiresa, sin embargo, argumenta que ella lo hace por necesidad, mientras que él definitivamente ha fantaseado con matar a sus bullies. Conforme pasan los días, por cierto, las agresiones de este grupo de chicos van escalando hasta que Oskar decide enfrentarlos. Sin dar detalles, no está de más aclarar que eso no detiene el problema.
La violencia también se manifiesta en otros personajes secundarios: el mejor amigo de una de las víctimas de Eli pretende vengar al difunto a cualquier costo, una mujer que sobrevivió a uno de los ataques vampíricos no soporta su transformación y ejerce agresiones contra ella misma, y los gatos del testigo de un homicidio atacan a la presencia no humana que ingresa a la casa de su dueño.
En realidad, las líneas entre los instintos brutales de animales, niños, adultos y bestias sobrehumanas, después de todo, son bastante difusas; pero, afortunadamente, lo mismo podría decirse de la capacidad para formar lazos, incluso si sólo son los lazos imperfectos que este mundo permite.