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Día de Muertos, de origen hispánico y medieval

A finales del siglo XIX, las fiestas del Día de Muertos estaban en decadencia y sería hasta el régimen cardenista (1934-1940) que, según el investigador, fueron reinventadas con el propósito de quitarle poder a la Iglesia Católica.

Día de Muertos, de origen  hispánico y medieval

Día de Muertos, de origen hispánico y medieval

DR. ENRIQUE SADA SANDOVAL

Como parte de una de nuestras tradiciones más vivas y festejadas de norte a sur como mexicanos, el Día de Muertos se erige como una celebración multicolorida que contrasta con la típica idea de la muerte como algo lúgubre.

Sin embargo, esta celebración que nos une no ha estado exenta del populismo oficialista y hasta de nuevas modas extranjeras —propias del marxismo cultural como la etnolatría y el falso indigenismo— en nuestro país, donde se ha querido vender la idea de que es una fiesta de origen exclusivamente prehispánico, lo cual es falso, tal como lo demuestra el arqueólogo mexicano Víctor Joel Santos Ramírez, quien subraya que estos festejos nacen nada menos que de la Europa medieval y sus rituales cristianos, por lo que no son resultado del sincretismo indígena y europeo. Así lo refiere en su ensayo El origen del Día de Muertos, como investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y Maestro por la Universidad Autónoma de Sinaloa.

En efecto, es el Papa Bonifacio IV quien inicialmente instaura el 13 de mayo del año 609 como Día de Todos los Santos para honrar a los protectores de la Iglesia y contrarrestar el paganismo, consagrando el antiguo templo romano del Panteón de Agripa como Iglesia de Santa María de los Mártires, mejor conocida actualmente como Santa María la Redonda. La celebración se cambió a noviembre por cuestiones de clima y provisión de alimentos en el viejo mundo, consagrándose a todos los santos y mártires que gozan de la visión de Dios el día 1, mientras el 2 se dedica a quienes reposan en Cristo sin alcanzar aún la visión beatífica.

Ambas celebraciones llegan a México en el siglo XVI, comenzando en las primeras iglesias franciscanas de Texcoco, Tlaxcala y el Convento de San Francisco en la capital de la Nueva España, donde fray Toribio de Benavente “Motolinia” describe que las ofrendas de los indígenas incluían maíz, mantas, comida, pan, gallinas y, en lugar de vino, cacao. Y ponen sus ceras, porque “aunque son pobres… buscan de su pobreza y sacan para una candelilla”.

A finales del siglo XIX, las fiestas del Día de Muertos estaban en decadencia y sería hasta el régimen cardenista (1934-1940) que, según el investigador, fueron reinventadas con el propósito de quitarle poder a la Iglesia Católica y asociarlas con una idea nacionalista, destacando a la muerte por encima de los santos:

“Para tal efecto, Cárdenas se hizo rodear de intelectuales socialistas como Frida Kahlo, Diego Rivera, Octavio Paz y José Clemente Orozco. Lo cierto es que este proceso ya venía desarrollándose desde las reformas de Juárez. Los grabados de José Guadalupe Posada son una muestra de esa desacralización y del divertimento que ya tenía la fiesta del Día de Muertos al inicio del siglo XX. Lo nuevo fue integrarla a la idea nacionalista y exponerla como parte del folclor mexicano, como ya se aprecia en la película ¡Que Viva México! (1930), de Serguéi Eisenstein, asesorada por cierto, por algunos de los intelectuales antes mencionados”.

Como refiere el arqueólogo en su estudio, lo reprobable en este caso no es desconocer el carácter religioso de las festividades, sino vender la falsa idea de un supuesto “origen prehispánico”, que a su juicio es: “Una mentira fabricada que ha venido repitiéndose hasta el día de hoy, legitimada por intelectuales, incluidos historiadores y antropólogos, así como por políticos, ahora con una nueva modalidad, convertirla en un producto de consumo turístico, lo cual se ha venido concretando durante las primeras dos décadas del siglo XXI (el caso más notorio es el famoso Desfile de Muertos de la Ciudad de México) y entonces sí, estaremos hablando de una celebración sincrética, vacua y anticultural”.

Sin duda algo que coincide también con lo asentado, hace más de una década, por otra antropóloga, la doctora Elisa Malvido, fallecida en 2011, quien subrayó a través de diversas publicaciones y presentaciones el origen eminentemente europeo medieval de una de las celebraciones que, gracias a nuestra herencia hispánica, hoy por hoy, todos los mexicanos nos podemos honrar de que nos pertenece.

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