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Diferencia entre crianza respetuosa y permisividad

Existen padres que educan a sus hijos con violencia —desde bromas humillantes hasta golpes—, mientras que otros dejan fuera las agresiones, pero tampoco aplican límites. Cualquiera de los dos extremos puede desarrollar disfunciones en la conducta.

Foto: Adobe Stock

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PRISCILA CASTAÑEDA

La comprensión del comportamiento de los niños es una tarea compleja y multidisciplinaria. A muchos de ellos se les exige y son condicionados a ser “bien portados”, sin que siquiera entiendan el sentido de las peticiones de los adultos. Es por lo que, sin una guía adecuada, el camino se vuelve dicotómico: el niño complaciente o el niño desafiante. 

Actualmente y gracias a distintas fuentes de información, han surgido discusiones respecto a los “estilos de crianza”, es decir, la forma en que los padres o cuidadores interactúan con sus hijos, ya sea en la forma de hablarles, actuar o en lo que les permiten o no hacer. Desde la psicología se han estudiado también estos estilos con la finalidad de comprender el impacto que pueden tener en el desarrollo emocional y conductual de los infantes. 

La llamada crianza respetuosa se caracteriza por el amor incondicional, la empatía y el respeto hacia los niños. En ella se resalta la importancia de la comunicación abierta y del entorno seguro que los menores tanto necesitan. Esto tiene importantes beneficios como el respeto a la individualidad del pequeño, el fomento de su autonomía e independencia, la validación de sus sentimientos y emociones, y, asimismo, les permite aprender a desarrollar la empatía.

Además de lo anterior, la crianza respetuosa tiene como elemento principal la ausencia de violencias ejercidas de todo tipo, lo cual incluye correctivos físicos o verbalizaciones que denigren o exhiban públicamente las fallas de los hijos. 

Adicionalmente, se trata de hacer evidentes los daños ocasionados por una paternidad que involucre violencia. Esto recae en un profundo conocimiento de los padres acerca de las agresiones, pues cabe mencionar que muchos cuidadores no tienen noción de lo que es un acto de violencia más allá de los golpes, por ejemplo, hacer chistes respecto a la apariencia física del niño o sus habilidades, o ponerles apodos relacionados con cualquiera de las anteriores. 

Para que los padres apliquen una crianza respetuosa es fundamental que desarrollen una gran empatía hacia sus hijos. Foto: Freepik
Para que los padres apliquen una crianza respetuosa es fundamental que desarrollen una gran empatía hacia sus hijos. Foto: Freepik

Un padre que pretende aplicar una crianza respetuosa ha de comprender en toda su magnitud el alcance de las palabras y los golpes que se utilicen a manera de correctivo, porque no solamente se trata del daño físico que llegue a causar a los hijos, sino las implicaciones emocionales, como la sensación de haber sido humillados y violentados, especialmente en situaciones donde la “falla” ha sido mínima y el castigo excesivo; por ejemplo, cuando un pequeño tira la leche a la hora del desayuno y, en lugar de ayudarle a realizar la limpieza, se le golpea y se le excluye de los alimentos por su “torpeza o descuido”. Entonces, es absolutamente necesario que los cuidadores generen una conciencia y suma empatía hacia sus hijos, las cuales suelen emerger a través de un viaje a través de sus propias heridas, cosa que habitualmente ocurre en un entorno psicoterapéutico. 

¿QUÉ NO ES CRIANZA RESPETUOSA? 

Quienes desconocen este aprendizaje suelen confundir la crianza respetuosa con la permisividad. Es importante mencionar que esta última puede generar incluso más problemas que la crianza “tradicional” o violenta, pues en las primeras etapas de desarrollo de los pequeños es cuando más necesarias son las estructuras emocionales, que a su vez brindarán seguridad en las interacciones de la vida cotidiana de los niños. 

Dichas estructuras consisten no solamente en pretender que la concepción del mundo de los menores se ajuste a la vida de los adultos, sino en entender que las necesidades de los infantes son particulares y no están determinadas para satisfacer las necesidades adultas, como en el caso de que “jueguen demasiado” o “tengan excesivo tiempo libre”, pues está comprobado que el juego es un pilar fundamental en el desarrollo físico, emocional e intelectual infantil. 

El que los niños aprendan a seguir una rutina de manera ordenada determinará una relación amigable con sus estudios, sus alimentos y sus juegos, además de que resulta en seguridad para resolver conflictos, apertura hacia diferentes puntos de vista y tolerancia y empatía para situaciones donde no se vean precisamente favorecidos. 

La crianza respetuosa incluye procurar un entorno seguro para el infante, así como fomentar su autonomía. Foto: Unsplash/ José Ángel Ríos
La crianza respetuosa incluye procurar un entorno seguro para el infante, así como fomentar su autonomía. Foto: Unsplash/ José Ángel Ríos

LOS RIESGOS DE CRIAR SIN RESPETO 

Una de las consecuencias con mayor visibilidad acerca de las crianzas violenta o permisiva, son las dinámicas disfuncionales de los hijos en el ambiente familiar. Tales son los casos que enlista el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en el apartado de los trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta. Estas afecciones se manifiestan como problemas en el autocontrol del comportamiento y las emociones, mismos que se pueden traducir en violaciones a los derechos de los demás, por ejemplo, agresiones, destrucción de la propiedad, etcétera. Estas conductas también pueden llevar a los individuos a conflictos importantes frente a las normas de la sociedad o las figuras de autoridad. 

Los casos más extremos pueden desarrollar trastorno negativista desafiante, trastorno explosivo intermitente, trastorno de la personalidad antisocial, piromanía, cleptomanía y otros trastornos de la conducta. 

Cabe mencionar que los estilos de crianza no son el único factor desencadenante en estas afecciones, sino que tienen un origen multifactorial, como lo son la cultura, el estilo de apego que se desarrolle con los padres o cuidadores, incluso cuestiones socioeconómicas. 

Adicionalmente, la variación entre los trastornos reside en dos tipos de autocontrol: el primero es un control deficiente de las conductas, que terminan por violar las normas sociales fundamentales o los derechos de los demás; el segundo se centra en gran medida en un déficit de la regulación emocional, tales como arrebatos de ira que son desproporcionados a una provocación interpersonal o simplemente a factores estresantes psicosociales. 

Recordemos, entonces, que como padres se adquiere una enorme responsabilidad, no sólo de disciplinar, sino de ser el eje de aprendizaje de autorregulación para los más pequeños. En el caso de la crianza, es necesario que el cuidador primario aprenda a regularse emocionalmente, de manera que pueda colaborar con la regulación del niño en cada evento desencadenante.

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Escrito en: Priscila Castañeda crianza respetuosa falta de límites

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