Dos décadas del American Idiot
Hace dos décadas, una imagen recordada hasta la fecha por toda una generación se repetía constantemente en las listas de los discos más vendidos alrededor del mundo: una mano sosteniendo una granada sangrante en forma de corazón. Se trataba de la portada del American Idiot, quizás el álbum más ambicioso y celebrado en la trayectoria de Green Day, banda californiana de pop punk cuyas canciones combinan la comedia y la crítica político-social, con un ocasional toque de romance. Si bien esos temas ya habían sido abordados en sus proyectos anteriores, alcanzaron un nuevo nivel de madurez, cohesión y creatividad en aquel álbum lanzado en el 2004.
Una de las características más sobresalientes de American Idiot es que su formato es el de una ópera, es decir, cuenta una historia, tal como lo hizo, por ejemplo, The Who con su álbum Tommy en 1969 –el cual, por cierto, sirvió como inspiración para Billie Joe Armstrong, vocalista y guitarrista de Green Day–.
Así, American Idiot gira en torno a los conflictos de Jesus of Suburbia, un adolescente desencantado con el mundo, especialmente con su país, Estados Unidos, al cual considera básicamente una máquina de guerra, racismo, xenofobia, adicciones, consumismo y doble moral, con una población mayormente carente de sentido crítico.
LA HISTORIA
En la primera canción, homónima del álbum, el protagonista se niega a formar parte de esa farsa. Critica particularmente la manera en que los medios siembran la paranoia y la histeria en la población, con tal de embarcarlos a todos en una narrativa ultranacionalista que, en aquel entonces, se avivó tras el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, explotando el temor de la gente hacia otro ataque terrorista para fines políticos, como tener el visto bueno internacional cuando, en 2003, el presidente George W. Bush declaró la guerra a Irak por considerarlo una amenaza para Occidente debido a su supuesto arsenal de armas de destrucción masiva.
El segundo tema, titulado “Jesus of Suburbia”, es una especie de popurrí de cinco partes que revela la vida del protagonista, que bien podría ser la de cualquier joven en los suburbios venidos a menos de Estados Unidos. Pinta un paisaje de tiendas de autoservicio, autopistas, estacionamientos y plazas comerciales decadentes cuyos habitantes no pueden cumplir con la consigna de que “el hogar es donde se encuentra el corazón”, porque “el corazón de todos no late de la misma manera”, “late a destiempo” y, de cualquier manera, a nadie parece importarle. Se trata, entonces, de una sociedad desmembrada y conformada por individuos apáticos habitando un territorio que no les brinda un sentido de pertenencia.
Aquí aparece, por primera vez, uno de los versos recurrentes en todo el álbum, que reza: “Land of make believe and they don’t believe in me (Tierra de fantasía que no cree en mí)”. El país del supuesto sueño americano no parece tener espacio para las nuevas generaciones, así que el protagonista de esta historia decide escapar de casa.
El siguiente track, “Holiday”, es un himno antiguerra, específicamente contra la de Irak. Comienza por rendir honor a todas las personas que han muerto en el campo de batalla sin un nombre, es decir, siendo nada más que un número para el resto del mundo. “La compañía perdió la guerra hoy”, cierra la estrofa, porque no puede haber una victoria ante tantos decesos en nombre de un falso patriotismo que tiene que ver mucho más con intereses económicos que con la defensa de un territorio. El resto de la canción señala, con una ironía socarrona, las tendencias fascistas del gobierno norteamericano.
Después de esta enérgica crítica, vienen “Boulevard of Broken Dreams” y “Are We the Waiting”, de melodías melancólicas, que profundizan en las crecientes dudas del protagonista sobre el futuro. Ha salido de su pueblo, pero no encuentra su lugar. Está solo.
Luego sigue otro gran contraste: “St Jimmy”, con su ritmo acelerado. Este nuevo personaje es un alter ego de Jesus of Suburbia. Después de haber caído en la desesperanza, se convierte en un ser que busca estar fuera de lo establecido, pero lo hace rebelándose contra el status quo de formas estériles: entregándose a la delincuencia y a las drogas, y adquiriendo una actitud cínica hacia el mundo. “Give Me Novacaine”, a continuación, muestra la otra cara de ese estilo de vida: no es una declaración antisistema, sino un intento fallido de escapar de él.
“She’s a rebel” introduce, nuevamente de modo animado, a otro personaje llamado Whatsername —que podría traducirse como “Comosellame”, mostrando así su carácter universal—. Se trata de una chica rebelde con quien el protagonista termina relacionándose. “Ella trae esa liberación que simplemente no puedo definir”, dice St. Jimmy en la canción. Sin embargo, ese espíritu desbocado es más bien una imagen que pretende ocultar su profunda depresión, una imagen que “busca vender a quien esté dispuesto a comprarla”, como lo explica “Extraordinary Girl”, el tema lastimero que le sigue.
En “Letterbomb”, ella deja a St. Jimmy debido a sus tendencias autodestructivas y reflexiona sobre cómo las ciudades estadounidenses se consumen en el desastre. “Wake Me Up When September Ends”, por su parte, habla del duelo que se vive ante la pérdida de alguien amado. Es la canción que más se aleja de la historia, pues es una despedida de Billie Joe Armstrong para su padre cuando falleció de cáncer.
Finalmente, “Homecoming” es otro popurrí de cinco partes en que St. Jimmy muere en la mente del protagonista. Jesus ahora trabaja haciendo papeleo, aunque ese “sueño realista” lo hace sentir aprisionado. Sin embargo, en un giro agridulce, ocurre una especie de regreso a casa. Todo ha cambiado en su antiguo barrio, y la melodía que acompaña a esta parte de la narración es a la vez nostálgica y esperanzadora. El final está abierto a interpretación. Lo único que queda claro en la última pieza, “Whatsername”, es que el mundo sigue girando y no se puede regresar el tiempo.
A veinte años del lanzamiento de American Idiot, cabe preguntarse qué tanto se ha transformado el mundo en ese par de décadas. Todo, especialmente todo lo relacionado con la tecnología, ha cambiado. Sin embargo, Estados Unidos sigue involucrado en conflictos bélicos, las adicciones continúan en aumento y la desinformación ha encontrado nuevos medios para propagarse. El individualismo sigue imperando en Occidente y la soledad se ha vuelto una plaga. Pero aquí seguimos, y si el movimiento es inevitable, más vale buscar la manera de que no siga en la misma dirección.