En la etapa presocial, los niños se inician en juegos estructurados para los cuales se requieren otros jugadores. Imagen: Unsplash/ David Vilches
El juego se presenta como una característica natural de la etapa infantil. Sin embargo, no se trata sólo de diversión, pues dentro del cerebro de los niños se gesta una maravilla: el aprendizaje.
Los juegos en los niños inician entre la exploración de sí mismos y la observación del mundo que los rodea, para luego madurar los datos recolectados y pasar a la interacción con otras personas y con el ambiente.
La actividad lúdica se percibe en los infantes desde el nacimiento, aunque a muchos padres no les resulte evidente. En los bebés, el juego está directamente relacionado con la sensorialidad, motivo por el cual la estimulación temprana es crucial en los recién nacidos; esta puede darse a través de la presentación de colores, formas, texturas, sonidos, olores, masajes o cambios de postura.
Se recomienda que haya un momento diario designado para la estimulación, misma que, además de despertar habilidades cognitivas, permitirá al pequeño empezar a percibir una rutina y, sin duda, fortalecer el vínculo emocional y de seguridad entre el niño y sus cuidadores. La estimulación temprana es una magnífica opción para iniciar en el bebé las nociones del juego, cuyos beneficios se irán ampliando a lo largo de la presente lectura.
Es importante no perder de vista que las actividades lúdicas tienen un papel principal en el desarrollo global infantil. Cuando un niño juega, comienza a elaborar, organizar y darle sentido a la realidad en su mente. El lenguaje es una de las áreas más beneficiadas durante el juego, que favorece la verbalización, la comprensión de la lengua y el vocabulario. Es común que los niños no se sientan con la confianza de emitir todos los sonidos que suelen escuchar, sin embargo debe instárseles a que desempeñen esta actividad realizando pasos que colaboren a la amplificación de su lenguaje, por ejemplo: leerle cuentos exagerando las expresiones, cantarle o enseñarle palabras con canciones, evitar hablarle con diminutivos o formas infantiles, y redirigirlo para que pida las cosas con palabras y no con gestos —evitando “adivinar” lo que quiere—.
DESARROLLO LÚDICO
Un niño pasa por diferentes etapas madurativas que tienen características muy peculiares. El biólogo y psicólogo Jean Piaget dejó grandes aportaciones acerca del desarrollo intelectual y cognitivo en la infancia, de lo cual se derivó la corriente de la psicología evolutiva. En una de sus teorías —etapas cognitivas—, Piaget establece que el juego inicia en el nacimiento. Desde ese momento hasta los dos años de edad, ocurre la fase conocida como sensoriomotriz. En ella, el bebé utiliza el llanto y la sonrisa para comunicar sus deseos, para luego empezar a vocalizar de forma cada vez más compleja.
A partir de los dos años de edad, se da inicio a la etapa preoperacional, en la que las estructuras mentales se van desarrollando y se logra asociar imágenes a significados distintos. Aquí es donde aparece el juego simbólico, como cuando el pequeño convierte una caja grande de cartón en una nave espacial.
De los cuatro a los seis años aparece la etapa presocial, que es cuando inicia la necesidad de otros jugadores en sus elaboraciones lúdicas. Aquí es donde surgen los roles, la imitación y representación de la vida, y donde aparecen las reglas en los juegos, el aumento del vocabulario, el contacto físico, el lenguaje verbal y el desarrollo de las emociones: el niño comenzará a experimentar la frustración, idear soluciones a los conflictos, esperar su turno, respetar las interacciones de los demás e incluso a elegir a sus compañeros de juego.
ESTIMULAR LA CREATIVIDAD
¿Son benéficos los juegos de rol en los niños? De manera concreta, la respuesta es sí. Muchos padres acuden a consulta psicológica porque se dan cuenta de que sus hijos están representando papeles que les son inusuales; sin embargo, recordemos el proceso lúdico infantil está directamente ligado con la fantasía.
El juego en los niños es el equivalente del sueño del adulto. A través de él, el infante expresa sus necesidades, sus temores, sus figuras de admiración y de repudio; además, es capaz de recrear situaciones complejas y dar solución a los conflictos que de ella se deriven. Es por ello que las técnicas principales de atención psicológica para menores son lúdicas.
Contrario a lo que muchos padres piensan, no es necesario atiborrar a los hijos de juguetes para estimular su imaginación; irónicamente, entre más estímulos existan, menos probable es que se suscite el proceso creativo. Un niño es más creativo cuando se encuentra aburrido, sin embargo, esta es una condición que suele evitarse a toda costa, primero porque representa una frustración —sentimiento muchas veces indeseable— y, segundo, porque repercute en los padres que desean un momento de tranquilidad luego de las actividades del día a día.
Las mejores ideas siempre surgen en momentos de ocio, es por eso que debe ayudárseles —a todas las personas, no sólo a los más pequeños— a tolerar la frustración que puede surgir de un momento libre de estímulos, máxime en un mundo hiperconectado que no permite vivir ratos de aburrimiento. Para lo anterior, las técnicas de relajación y meditación en los niños son magníficas. En ellas se les prepara para percibir su ambiente desde la sensorialidad, la concentración y la tolerancia.
INTERVENCIÓN ADULTA
Cuando los niños juegan, es común que se susciten conflictos entre los participantes del juego —e incluso a veces con los padres de otros infantes—. Siendo este el caso, ¿cómo debe intervenir un padre de familia?
El juego mediado por los padres es fundamental en los inicios de la etapa presocial. De esta manera, los pequeños sentirán la seguridad de desenvolverse en un ambiente estructurado, podrán experimentar la gratificación que conlleva el hacer amigos y lograrán compartir sus aprendizajes de manera natural. El adulto deberá limitarse a seguir las reglas del juego de la misma forma que los niños jugadores, redirigiendo la conducta conflictiva hacia un comportamiento adaptativo; es decir, si el niño no respeta su turno, hay que instarle a que lo haga y decirle con palabras firmes (pero delicadas) que todos los participantes van a divertirse de la misma manera. Es importante evitar tomar partido o colocarse en una actitud semejante a la infantil, pues esto repercutiría negativamente.
Recordemos que el “trabajo” de todo niño es jugar. A los padres nos toca proveer de las condiciones, el tiempo y los recursos necesarios para que los hijos vivan de la mejor manera la etapa más corta de sus vidas. Nos corresponde estar al pendiente de cada elemento de seguridad, alimenticio, educativo y de descanso, porque un niño que juega es un niño que aprende.