Exposición Cascarones de Candela en el Museo Regional de La Laguna. Imagen: Enrique Moreno Castruita
Era 1939 y zarpó de un puerto francés en el Sinaia, el primer buque conocido por transportar a una gran cantidad de exiliados españoles a México. El arquitecto Félix Candela (Madrid, 1910) tenía entonces 29 años de edad y se había graduado cuatro años antes de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (también realizó estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando). Cuando España fue devastada por la Guerra Civil y Francisco Franco subió al poder, el joven cruzó el Atlántico en espera de un mejor destino.
“El verdadero destierro se encuentra allí donde no hay lugar para la virtud”, acuña una frase de Cicerón. ¿Qué habrá pensado Félix Candela cuando Europa se convertía en un recuerdo ante la ondulación del mar? ¿Qué habrá sentido al trazar nuevos planos para construirse otra vida al otro lado del mundo?
El arquitecto llegó a México, a la tierra de la gran promesa, como titula Juan Villoro a uno de sus libros. Desembarcó el 13 de junio de 1939 en Veracruz junto a otros mil 600 exiliados. El país vivía una bonanza económica importante en medio de la Segunda Guerra Mundial. Candela se naturalizó mexicano el 14 de enero de 1941, renunció a su nacionalidad española. Siempre dijo que se había formado en España, pero realizado en tierra azteca.
En 1940, hizo un primer trabajo en Santa Clara, Chihuahua. Luego se trasladó a Acapulco, donde ganó un concurso para realizar trece bungalows del Hotel Papagayo. Además, participó en otros proyectos en Guamúchil y Ciudad de México. Los buenos tiempos le permitieron traer a su familia de España y junto a sus hermanos fundó la empresa Cubiertas Ala.
SU GRAN SELLO
Félix Candela es conocido por el empleo del paraboloide hiperbólico en sus cascarones de concreto armado. En geometría analítica, se trata de una superficie doblemente reglada, la cual se puede construir a partir de rectas y que es también conocida como “silla de montar” debido a su apariencia.
Estas estructuras son ligeras y de una interesante complejidad matemática de gran resistencia, lo cual se complementa con la belleza y sencillez de su morfología.
Sobre su filosofía estructural, el propio Candela escribió en 1954 para una conferencia en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT): “El concreto armado es un material monolítico que puede fundirse en cualquier forma. No solamente es muy similar al material de los cascarones naturales, sino que tiene la ventaja adicional de poder resistir esfuerzos de tracción. Esta propiedad, sumada a la continuidad inherente en su proceso de fabricación, nos proporciona la oportunidad de tratar de emular la economía de material característica de los procesos naturales de proteger espacios”.
El primer gran ejemplo de este sello de Félix Candela se puede observar en el Pabellón de Rayos Cósmicos (1951), un proyecto del arquitecto coahuilense Jorge González Reyna. En su origen, esta pequeña estructura de 12 por 10.75 metros fue planeada para albergar dos laboratorios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) especializados en rayos cósmicos y la desintegración nuclear.
El diseño del pabellón, que actualmente se ubica en la Facultad de Odontología, es de Candela. Tiene tres arcos parabólicos que sostienen “dos sillas de montar” sobre una plataforma suspendida. Además, está cerrado con una lámina delgada que obtiene su rigidez por medio de la ondulación. La cubierta de concreto apenas alcanza 1.5 centímetros de espesor.
Quizá el proyecto más importante para los cascarones de Candela es el restaurante Los Manantiales (1957), ubicado en Xochimilco. El inmueble es una intersección de cuatro paraboloides hiperbólicos, lo que asemeja a una flor de loto que parece flotar en el agua. Esto hace que el edificio logre armonizar con el entorno natural del lugar.
Su salón principal tiene capacidad para mil personas y en el centro tiene otra gran área para realizar bailes y celebraciones. En el espacio generado en los paraboloides, se instalaron grandes ventanales que permiten la entrada de luz natural al interior del inmueble. También se construyeron escalinatas que bajan al canal principal de Xochimilco, donde suelen parar las trajineras.
Su último gran proyecto fue el Palacio de los Deportes (1968), cuya construcción fue pensada para albergar eventos deportivos en los Juegos Olímpicos de México ‘68. Se presenta una enorme cúpula geodésica cubierta de cobre, la cual está levantada sobre una planta circular gracias a pilares de concreto exteriores e interiores con forma de V. En la actualidad, el inmueble es empleado para conciertos y demás eventos masivos.
Otras obras donde Félix Candela participó son la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe (1967), en Madrid; la Estación San Lázaro de la Línea 1 del Metro (1969), en Ciudad de México; la Parroquia de Nuestro Señor del Campo Florido (1967), en Naucalpan, entre otras.
Murió el 7 de diciembre de 1997 en Durham, Carolina del Norte. Tenía 87 años.
EXPOSICIÓN ITINERANTE
En 1986, el arquitecto mexicano Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes viajó a Barcelona para ingresar a la Cátedra Gaudí. Luego comenzó la redacción de su tesis doctoral Arquitectos españoles exiliados en México y en 1992 pudo conocer a Félix Candela, a quien compartió el núcleo de su investigación.
El maestro Candela se mostró interesado y lo invitó a Madrid para conversar. Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes logró grabar cerca de cuatro horas de entrevista en una tarde de julio.
“Me entusiasmó mucho más conocerlo, entender las vicisitudes por las que pasó y la respuesta que tuvo a una situación tan dramática como lo es un exilio, el tener que dejar tu patria, el cómo reconstruyó su vida y se volvió una figura tan importante”.
Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes es ahora el director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM y ha visitado Torreón para inaugurar la exposición internacional itinerante Cascarones de Candela, en el Museo Regional de La Laguna (MUREL). Traer el proyecto a la región fue una iniciativa del Colegio de Arquitectos, en colaboración con el Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE).
Mientras recorre la muestra, indica que ese proyecto tiene su origen en 2009, cuando lo buscaron de España para hacer una exposición de Félix Candela y así conmemorar el centenario de su natalicio en enero de 2010.
“Para mí fue una gran fortuna, desatamos una propuesta museográfica y hablamos de la vida de Candela y de su obra. Hicimos 21 maquetas (de las cuales hay alrededor de 16 aquí en la exposición) y las llevamos a España. Hicimos una gran investigación iconográfica de sus planos, de sus fotografías, etcétera”.
Así mismo, se colaboró con fotógrafos profesionales para registrar el estado de las obras que siguen en pie y la museografía estuvo basada en una propuesta cronológica de la evolución estructural de Candela. Desde sus inicios, hasta la manera en cómo se formó una identidad gracias al empleo de sus cascarones.
“Esa exposición se inauguró en octubre de 2010, en Valencia. Después estuvo en otra sede en España, en Badajoz, en Extremadura. Luego vino a México, en septiembre de 2011 se inauguró en el Museo de Arte Moderno de Chapultepec y en 2012 fue a la Universidad de Columbia”.
En un principio, la muestra estaba integrada por planos y otros documentos originales, los cuales eran costosos de mover debido a sus seguros. Una vez devuelto el material a los archivos, se creó el proyecto de la actual exposición itinerante, la cual se ha presentado en diversos sitios de México, siete sedes de Estados Unidos y en Guatemala.
Cascarones de Candela, que permanecerá en el MUREL hasta el próximo 29 de febrero, se conforma por más de 200 piezas, entre maquetas, reproducciones de planos, iconografía, documentos y fotografías. En total, abarca 18 años de producción del maestro, desde el Pabellón de Rayos Cósmicos de la UNAM hasta el Palacio de los Deportes.