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Todos los sentidos juegan un papel importante en la danza del sexo, pues todos se suman para contribuir a la etapa del cortejo. Hombres y mujeres tienen una escala de excitación sexual y sólo cada quien sabe qué dispara las señales de pasión que permiten ir de las caricias hasta la consumación del acto sexual, exista o no penetración. Palabras que insinúan seducción, el arte de resistirse y después conceder, intercambiar caricias, besos, tocamientos suaves e intensos, etcétera, son algunos de esos detonantes placenteros.
Muchas parejas solamente requieren de roces corporales y palabras para llegar a un gran nivel de excitación, y no son pocas las que logran orgasmos liberadores de forma extraordinaria.
EXCITACIÓN AUDITIVA
El Kama-sutra, libro hindú escrito miles de años atrás, encaminado al goce de la sexualidad humana, destina un amplio margen de indicaciones para aprovechar el potencial erótico de uno de los sentidos que a veces se dejan de lado en el encuentro íntimo: el oído. Los amantes pueden sumar cada sonido a su alrededor para aumentar el placer.
Se atribuye al científico y escritor Gregorio Marañón la expresión: “No hay nada más excitante para un hombre que el sonido del roce de las piernas de una mujer dentro de su falda almidonada”. En esos tiempos —a inicios del siglo XX— estas prendas requerían de tal producto para mantener su forma, lo que las hacía producir ese singular sonido.
En la actualidad muchos ritmos musicales tienen como principal objetivo el facilitar la cadencia y el contacto físico y, de esta manera, incitar al disfrute de la sexualidad. Una música apropiada —cada pareja la elige— provocará el deseo de incrementar el contacto corporal; lo demás se dará por añadidura.
Los besos cada vez más intensos y el chasqueo de lengua generan sonidos excitantes. Mordisquear y lamer los pabellones auditivos desata la erección del vello que cubre los cuerpos de ambos amantes. La sudoración que envuelve a la piel también es una demostración clara de esa excitación, y contribuye al intercambio de sensaciones. En este punto, la pareja experimentará una embriaguez sexual espléndida.
MÚSICA EN LA CULTURA SEXUAL
Cada pueblo tiene su particular cultura sexual. Llama la atención, por ejemplo, la expresión erótica que encontró el antropólogo Bronisław Malinowski en las islas polinesias, donde las mujeres, mostrando su desnudez, eran el manjar más codiciado por los varones en esas latitudes. Ahí no existía el prejuicio de la virginidad prematrimonial; al contrario, se valoraba mayormente la fertilidad: si tenían varios hijos, mejor.
Dentro de esa diversidad cultural también entra la aproximación a lo sonoro como elemento erótico. En la historia del mundo árabe, muchas de las danzas destilan sensualidad, y libros como El jardín perfumado, del jeque Nefzawi, dictan cátedra de cómo la música permite apreciar los dones corporales de los amantes —especialmente de la mujer, quien lleva a cabo magníficos bailes frente a su pareja—.
Japón es otra nación que conserva un lugar especial para la música dentro de sus tradiciones amatorias. Incluso las piezas ceremoniales del sintoísmo tienen un origen erótico: se basan en las danzas sensuales que la diosa Ame-no-Uzume-noMikoto usó para atraer a la diosa del Sol, Amaterasu, y sacarla de la cueva donde se había ocultado, dando lugar al amanecer.
Kouta, un género tradicional japonés, surgió de las zonas de burdeles en el periodo Edo. Consiste en canciones populares cortas que eran interpretadas por las prostitutas como acto de cortejo, aunque después se popularizó al grado de ser adoptado por las geishas.
Y es que el país nipón tiene una larga tradición en torno a la sexualidad. Posee, por ejemplo, el Kanamara Matsuri, conocido como Festival del Pene, que consiste en la procesión de tres falos sagrados. Se realiza cada abril y originalmente tenía la intención de proteger a quienes ejercían la prostitución contra enfermedades de trasmisión sexual. En la actualidad su sentido se ha orientado a recibir protección específicamente contra el VIH-SIDA. Este evento, también llamado Utamaro Matsuri, recibe este nombre en honor a Kitagwa Utamaro, artista destacado por su fina producción de pinturas eróticas.
VOZ Y EROTISMO
La música, por supuesto, puede jugar un papel como facilitadora de la desinhibición, pero no es la única forma de despertar la excitación a través del oído; a veces basta con poner atención a los sonidos que rodean al encuentro sexual.
Muchas mujeres tienen orgasmos escuchando la voz y sintiendo la presencia del hombre que desean. Este es un privilegio mayormente concedido al sexo femenino. El varón, por su parte, logra encender su pasión de manera más visual y táctil. Sin embargo, la respiración convertida en jadeo es un estimulante extraordinario para dar inicio y mantenimiento a la excitación en ambos géneros.
Oler y lamer el cuerpo del otro es uno de los placeres preferidos por los amantes. Los aromas naturales, unidos al sonido de la olfacción, generan un intenso deseo a través de las conexiones a nivel del sistema nervioso más primitivo de la humanidad: el olfatorio.
Sin embargo, el sonido más excitante para los amantes suelen ser los gemidos de placer que, asociados a la suma de movimientos íntimos, consolidan el abrazo sexual de forma incomparable.
La vida erótica de la pareja es similar a un libro que nunca termina, a pesar del tiempo, y en cuyas páginas se escribe cada encuentro pasional.
FRENESÍ AMOROSO
Ahora lo que falta es la aplicación de este conocimiento. Converse con su pareja, indaguen sobre gustos y apetencias. La música orientada al placer sexual es tan variada que internet ofrece playlists para cada estado anímico.
La mejor manera de corroborar el avance o retroceso en materia de goce sexual está en el ensayo y error, que en este caso no resultará un proceso aburrido. El frenesí sexual enmarcó muchos temas de Barry White, John Lennon y un sinfín de artistas. La lista es interminable y cada época muestra sus temas selectos.
Hoy mismo puede dar un giro a su intimidad incluyendo temas musicales y sometiéndolos a prueba… tal vez sea lo que necesitaba para despertar sensaciones nuevas y maravillosas en la cama.