El partido republicano, en general, tiende a basarse en preceptos religiosos. Foto: EFE/ Allison Robbert
El retorno de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos plantea una serie de desafíos sociales y políticos que van más allá del terreno de la seguridad, la migración, la paz y la economía. En el ámbito de la sexualidad, su regreso amenaza con revivir un conservadurismo extremo que podría restringir derechos, reavivar la censura y glorificar una visión nostálgica y puritana del pasado. Sin embargo, frente a esta posible regresión, se vislumbran nuevas formas de resistencia queer y sexual que celebran el placer y la diversidad como actos políticos.
Es momento de reflexionar cómo puede impactar en la vida sexual de las personas el que un personaje u otro esté en el poder, especialmente si se trata de una potencia mundial. En este caso, incluso quienes viven fuera de las fronteras estadounidenses podrían verse afectados. Entonces, es necesario cuestionarse cómo permean las políticas públicas en la esfera íntima de los individuos y qué alcance tiene el activismo ante una posible oleada conservadora.
La nostalgia es muy poderosa porque provoca el renacimiento de recuerdos moldeados a placer, y a eso apunta Trump con su Make America Great Again (“Hagamos Grande a América de Nuevo”; MAGA, por sus siglas en inglés), pero esa nostalgia pareciera traer consigo retrocesos en la lucha por los derechos sexuales del ser humano. MAGA no sólo busca restaurar un pasado político y económico idealizado, sino también recuperar una moralidad sexual que rechaza la diversidad y restringe las libertades individuales en este aspecto.
ALCANCE CULTURAL
Durante la primera administración de Trump se promovió una visión normativa de las relaciones afectivas y sexuales, glorificando la familia nuclear tradicional como el único modelo legítimo. En su segundo mandato, esta perspectiva conservadora podría reforzarse, impulsando políticas que limiten el acceso a la educación integral de la sexualidad, los derechos reproductivos —entre ellos el aborto legal, gratuito y seguro— y las protecciones legales para personas LGBT+.
Este tipo de medidas también influyen en las narrativas culturales. Las películas, las series, la música y los discursos mediáticos favorecen, en el caso del conservadurismo, imágenes de una sexualidad reprimida, donde el placer es reemplazado por la obligación y la norma.
En este sentido, resulta necesario entender que lo que suceda política y culturalmente en Estados Unidos afecta a casi todo el mundo y, muy especialmente, a México. Y, aún más, a Coahuila como estado fronterizo. Esto se explica a través del imperialismo cultural, una teoría de comunicación de masas que señala las formas en que una potencia política y económica introduce, con su poder, sus valores, sentidos y visión del mundo a sociedades menos poderosas a través de productos culturales como el cine o la música. El gran ejemplo de esta teoría radica en cómo Estados Unidos ha utilizado el aparato cinematográfico hollywoodense para imponer su visión del mundo —individualista, capitalista, cristianaprotestante y conservadora— sobre otras culturas menos dominantes.
En contraparte, frente a esta ola de conservadurismo, la sexualidad —que además del sexo, atraviesa el placer, los afectos y el género— se puede convertir en una herramienta de resistencia. Los movimientos queer y feministas han demostrado que la sexualidad puede ser un acto político, desafiando narrativas que buscan relegarla al ámbito privado o íntimo. La vuelta de Trump, entonces, podría provocar un auge en expresiones artísticas, culturales y activistas que utilicen esta dimensión humana como un vehículo para la protesta.
Desde performances provocadoras hasta marchas o festivales que celebran la diversidad, la sexualidad no normativa se convierte en un grito de libertad frente a un sistema que busca silenciarlo. Además, el placer, en sus múltiples formas, es revalorizado como un acto de autocuidado y subversión.
El conservadurismo de la era Trump ha demostrado ser enemigo de la educación integral de la sexualidad y el acceso a recursos relacionados con la salud sexual y reproductiva. El regreso de estas políticas podría generar una nueva ola de censura digital, limitando el acceso a información en línea sobre métodos antifecundativos, abortos seguros y diversidad sexual.
Esa falta de información puede derivar en la perpetuación de mitos y tabúes sobre la sexualidad, especialmente entre las nuevas generaciones. También se teme que este escenario político y social traiga consigo un ala conservadora de jóvenes que luchen por la nostalgia de un mundo que no vivieron. Pero, ¿cómo resistir?
RESISTENCIA
A pesar de la amenaza de un retorno al conservadurismo extremo, diversos grupos de activistas están marcando la pauta en términos de diversidad sexual y redefinición de roles de género. Este contraste entre el intento de regresar a un pasado “ideal” y la realidad de un presente diverso, plantea un escenario interesante: la resistencia no sólo será política, sino también cultural.
El desafío para quienes abogan por la sexualidad libre será equilibrar la presión de las políticas regresivas con la construcción de narrativas inclusivas y esperanzadoras. Pero, ¿cómo integrar la nostalgia de ciertos sectores con una visión de futuro que celebre la pluralidad? Aquí, el activismo jugará un papel central, utilizando el arte, las redes sociodigitales y la educación alternativa para contrarrestar las políticas opresivas.
En conclusión, es posible que el regreso de Trump a la presidencia traiga consigo un intento de restringir las libertades sexuales y reavivar una moralidad nostálgica que no corresponde con la diversidad del presente. Sin embargo, las olas de resistencia tendrán la tarea de demostrar que la diversidad es una herramienta poderosa frente a la censura. En un mundo que enfrenta constantes cambios, la lucha por una sexualidad libre se convierte en un acto de esperanza y de construcción de una sociedad más inclusiva, donde todas las personas puedan ser y sentir como les plazca.