Eros y Psique: el alma enamorada
Cuando se acude al gigantesco y enciclopédico Museo del Louvre (Francia) uno queda pasmado y abrumado por la vasta obra de arte. Para la mirada atónita del espectador, es imposible aprehender tanta belleza. Lo más sano es escoger un número de salas determinadas y concentrase en algunas obras, para darse la oportunidad de recrearse con su belleza, permitir que el placer estético de la contemplación del arte embrague y que la experiencia sea significativa. Así se evita terminar como tanto turista superficial, que sólo va palomeando las obras que merecen estar redes como Instagram o Facebook.
A pesar de tanta obra maestra, existen algunas que se imponen por su belleza, calidad y significación. Una de estas es Eros y Psique del genial escultor italiano Canova. La escultura que conserva el Louvre es una de las seis versiones realizadas por el artista. Esculpida entre 1787 y 1793, fue encargada originalmente por el coronel británico John Campell, para ser adquirida por el marchante holandés Henry Hoppe, pasar luego a la colección de Joaquín Murat (cuñado de Napoleón y Rey de Nápoles) y al final terminar en las colecciones del gran museo francés.
En ella, se observa a Eros (el amor) abrazando amorosamente a Psique, a quien despierta del sueño de la muerte con un beso. Ella, arrobada ante el dulce rostro de su amante, rodea con sus brazos su cabeza, impulsándolo suavemente a unirse otra vez.
EL MITO
Para entender esta sublime escultura hay que remitir a uno de los mitos más bellos de la mitología griega, el cual precisamente es protagonizado por estos dos personajes. El mito en cuestiones está contenido en El asno de oro, de Apuleyo (siglo II), la a única novela latina que a sobrevivido hasta nuestros días.
La mitología griega es maravillosa: habla de arquetipos, de la humanidad, de los dioses y diosas del Olimpo, quienes tenían las mismas virtudes y defectos de los hombres y mujeres. Así fue que Afrodita, la diosa de la belleza, se llenó de envidia y celos cuando se enteró de que había una joven de extrema belleza con quien se le comparaba: Psique, la menor de las tres hijas de un rey de Asia. Ante tal situación, llena de rabia y enojo, mandó llamar a su hijo Eros, el dios del amor, y dio la consigna de que fuera tras de Psique y la castigara, provocando que se enamorara del más monstruoso y cruel de los hombres.
Psique fue llevada a lo alto de un risco para unirse al ser monstruoso. Eros la encontró temblando de miedo, pero quedó prendado de su belleza y la raptó hacia un palacio donde fue servida y agasajada a todo lujo por ninfas invisibles.
Eros la cortejó en la oscuridad de la noche y la tomó por esposa. Le ocultó la identidad, tal vez temeroso a ser descubierto por su madre al no cumplir su mandato. Y a Psique, quien se enamoró de su raptor, le dijo que la única condición para vivir con él era que sus encuentros serían nocturnos y le estaría vedado contemplar su rostro.
Pasó el tiempo. Ella extrañaba a su familia, principalmente a sus hermanas a las que, no sin cierta reticencia, Eros le concedió permiso de visitar. Al estar en su presencia, Psique las agasajó con costosos objetos y joyas que provocaron los celos de estas. Sus hermanas empezaron a intrigar, llenándola de dudas sobre la identidad de su amado y la instaron a que rompiera su promesa de no averiguar su identidad.
Llena de dudas sembradas en su cabeza, Psique volvió a la presencia de su amado, el cual la amo apasionadamente en las penumbras de la noche. Eros se quedó dormido. Psique aprovechó la oportunidad, prendió una lámpara de aceite para por fin contemplar el rostro de su amado.
Arrobada por la belleza de Eros, no se percató que inclinó la lámpara y una gota de aceite cayó en el hombro de Eros, quien despertó al instante y, molesto por el rompimiento de la promesa, abandonó a Psique. Ella quedó adolorida por la traición infligida y la pérdida de su amor.
LAS CUATRO PRUEBAS
Contrariada, Psique decidió buscar ayuda y finalmente llegó ante la presencia de Afrodita, quien al darse cuenta de la desobediencia de su hijo, decidió castigarla ella misma. Afrodita le ordenó realizar cuatro pruebas, cuyo fin sería aparentemente recuperar el favor de Cupido, o que se podrían interpretar como una serie de exámenes iniciativos con el fin de preparar el alma para el amor.
La primera consistió en un entregarle un odre lleno de semillas y cereales, que debería de separar y clasificar antes que llegara el ocaso. Ante la complicada tara, Psique se puso a llorar, mas llegaron las hormigas y la ayudaron, superando así el primer reto.
Luego, Afrodita le dio la misión de traerle el vellón de oro de unos violentos carneros que peleaban entre sí. Sin embargo, una brisa divina le aconsejó esperar al ocaso, cuando los carneros durmieran, y tomar de una enramada el vellón que había quedado enredado en la misma. Se superó la segunda prueba
Luego, las cosas se complicaron. Afrodita entregó a Psique una copa para que la llenara de agua de la laguna Estigia, es decir, la laguna de los muertos, cuyas aguas podrían producir la muerte al menor contacto. Llena de temor, pero impulsada por el amor, Psique partió y el águila de Zeus tomó la copa y le ayudó a llenarla.
La cuarta prueba obligaba a Psique a ir hasta el inframundo por un cofre que contenía parte de la belleza de Perséfone. Desesperada por tal petición, Psique subió a una torre dispuesta a suicidarse para pasar al mundo de los muertos. Entonces, la torre se dirigió a ella, diciéndole que no cometiera suicidio, pues una vez en el inframundo no podría regresar. Luego le indicó el camino y aconsejó que llevara pasteles de cebada para el Cancerbero y óbolos para Caronte, esto con el objetivo de que se le permitiese entrar y volver del inframundo.
Finalmente, Psique se entrevistó con Perséfone, quien se conmovió con su historia de amor y le entregó el cofre para llevarlo a Afrodita, no sin antes advertirle que lo mantuviera cerrado. Una vez en la tierra, se invadió de curiosidad y abrió la caja, de la cual emergió el espíritu de la muerte, envolviéndola y arrebatándole la vida.
Al enterarse, Eros desesperado acudió ante su madre y Júpiter, para que intercedieran con Perséfone y le devolviera la vida a su amada.
Finalmente, Psique despertó de la muerte con un beso de amor de su amado Eros. Tal como lo muestra la escultura de Canova, la felicidad la embriagó y se casaron en una fiesta a la que asistieron todos los dioses del Olimpo. Se celebró el triunfo del amor, un amor eterno, pues Pisque ha dejado de ser humana para ocupar un lugar entre las deidades
Los mitos no son homogéneos, siempre existen variantes y en algún lugar, como colofón, venía la siguiente historia: finalmente, cuando Psique y Cupido celebraron su boda, Afrodita trajo aparte a su hijo y le cuestionó porque no había cumplido su mandato, de hacer que se enamorara de un ser monstruoso. Eros le contestó: “Madre, yo cumplí tu mandato, pues hice que se enamorará de mí, que soy el amor, que cuando lo tienes te lleva a lo más alto de los placeres y, cuando lo pierdes, al más profundo abismo del dolor. Yo el amor, soy el monstruo del que tú querías que se enamorara”.
Y así es esta fascinante historia de la mitología griega. Nos habla del amor, uno de los sentimientos mas complejos que sentimos los humanos. Se desea, se persigue, se disfruta, se sufre, se anhela. Ayer y ahora somos los mismos como humanidad. Es lo fantástico del arte en obras como Eros y Psique, conocida también Psique reanimada por el beso del amor, donde el espectador se refleja, se contempla, reconociendo sus deseos y anhelos o simplemente se abandona al placer estético del mármol transfigurado en belleza.