Siglo Nuevo Nuestro Mundo Opinión LITERATURA

Entrevista

Fernando Díaz San Miguel y los recuerdos baldíos

“El amor cumplido, el amor llevado a cabo en toda su plenitud, no deja la misma huella que un amor imposible”.

Fernando Díaz San Miguel y los recuerdos baldíos

Fernando Díaz San Miguel y los recuerdos baldíos

SAÚL RODRÍGUEZ

La películas del pasado defraudan, porque los recuerdos han superado las expectativas que tenemos acerca de la realidad. Algunos de ellos son pobres, pero crecen con el tiempo; otros son muy bellos y se desgastan. La memoria no es una fotografía, se reconstruye con fragmentos de imágenes y una simple frase puede revivirla. “El ejercicio de recordar creaba historias nuevas”. Cada paso en la escritura debe soportar al anterior. ¿Es acaso el ser humano un novelista de sí mismo?

Fernando Díaz San Miguel (Salamanca, 1974), profesor de la Universidad de Salamanca, comenzó a escribir poesía en la preparatoria y sus versos pronto se publicaron en el periódico del colegio. Luego soltó las riendas de su curiosidad e intentó emular a otros autores en busca de una sensación. Escribió mucho, publicó poco. Se trasladó a Inglaterra, regresó a España e imprimió su primer libro. Era 1996.

Inglaterra fue la segunda patria del poeta estadounidense T. S. Eliot, quien llegó a la Universidad de Oxford en 1914. Iniciaba la Primera Guerra Mundial y la poesía sufrió entonces un cambio importante; rompió con la época victoriana. Make it new, diría un libro de Ezra Pound. El conflicto bélico dejó un mundo fragmentado, el cual se puede apreciar en los versos de La tierra baldía (1922), el poema cumbre de Eliot: “¿Qué se oye por el aire en su parte más alta / murmullo de lamentación materna?”.

En su reciente novela, Lo que dijo el trueno (Vaso Roto Ediciones, 2022), Fernando Díaz San Miguel toma La tierra baldía para edificar su prosa. En pleno curso de los noventa, Miguel Izamid, un escritor que vivió en Oxford hace más de quince años, retorna a las orillas del Támesis para recopilar fragmentos de sus recuerdos con Stella, un amor pasado. No intenta reencontrarse con ella, tampoco recuperarla, sino escribir su historia. Al recorrer las calles de Londres, teme que la realidad no esté a la altura de su memoria.

— Creo que es una relación natural, de su tiempo y de sus primeros amores; también pertenece a una época. Tengo la sensación de que ahora las relaciones son más directas y todo es más explícito, pero en los años noventa importaba más lo no dicho que lo dicho. Es ese amor del que no sabes quién ama y quién no ama. Ahora todo se dice, antes las cosas no se decían.

El autor español visitó México en la última edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Allí presentó su novela junto al escritor regiomontano David Toscana. Días después ofreció una entrevista a Siglo Nuevo en el estand de Vaso Roto Ediciones, donde habló ante la grabadora rodeado por las obras de grandes poetas: Charles Simic, Elizabeth Bishop, Anne Carson, Joumana Haddad, entre otros edificadores de versos.

Se escribe para entender al mundo y a uno mismo. “Lo que dijo el trueno” es también el título de la quinta y última parte de La tierra baldía. La idea fundamental de Fernando Díaz San Miguel supone la persecución de los recuerdos. Al percatarse de que sus memorias se desvanecen con el tiempo, su protagonista intenta sujetarlas al papel a través de la biografía de T. S. Eliot. Y es que, según el escritor, un amor realizado en toda su plenitud no deja la misma huella que un amor imposible.

Trasladar los recuerdos al presente también es una especie de traducción. El autor indica que la memoria no es un documento exacto. Al recordar, el cerebro toma elementos de alguna situación registrada en las neuronas espejo e intenta reconstruirla. Baldosas, bloques de imágenes fracturadas, cada remembranza es una aproximación donde en ocasiones se avanza sin querer. ¿Qué es aquello que dijo el trueno?: “Datta. Dayadhvam. Damyata. (Dar. Simpatizar. Controlar.)”, las palabras en sánscrito son el verso final de La tierra baldía. Al igual que la literatura, los recuerdos consisten en una representación, no en un lugar donde uno pueda quedarse a vivir.

¿Miguel Izamid es ejemplo de que el ser humano es novelista de sí mismo?

Sí, todos somos novelistas de nosotros mismos. Todos al final, cuando recordamos, estamos mitificando nuestros recuerdos para fijarlos, para valorarnos como personas y para entendernos a nosotros mismos en el concepto de la sociedad y de las relaciones humanas con las que vives.

¿Cuál es la necesidad del protagonista que lo orilla a intentar recuperar todas estas imágenes?

Bueno, el juego de la novela es que él en realidad tal vez tiene miedo de recuperar a la chica, entonces intenta recuperar los recuerdos. Ahí hago un paralelismo entre esa cobardía y la de T. S. Eliot con su mujer, Vivienne Haigh-Wood.

¿Qué papel asume el amor en tu novela? ¿Sigue un papel tradicional del amor romántico o logra romper esa barrera y verse desde otra perspectiva?

Creo que me respondes con la pregunta. Yo al menos, no de una forma realmente consciente, he intentado escapar de ese amor tradicional, porque hay ocasiones en que ese amor tradicional muere mucho antes. Sin embargo, los amores no tradicionales que se han frustrado, que no han salido como en las películas de Hollywood, muchas veces perduran más en el recuerdo. Hay un poeta colombiano que me gusta mucho: Darío Jaramillo. Él tiene un poemario que habla de los amores imposibles, que son los amores verdaderos. El amor cumplido, el amor llevado a cabo en toda su plenitud, no deja la misma huella que un amor imposible.

¿Por qué nos marcan tanto las relaciones amorosas?

No sé, no lo he pensado nunca así de por qué te marcan tanto o no, tal vez porque, se me ocurre, es un momento en el que enfrentas tu Yo con otro Yo de una forma distinta a la que lo haces con tu familia o tus amigos. Creo que de pronto el reflejo y la visión que tienes de ser, es algo que hasta entonces no te ha preocupado. Es como si una parte se saliera un poco de tu cuerpo y vieras y sintieras desde una perspectiva externa.

¿Tu libro es una analogía para entender la incertidumbre?

En todos los libros escribimos para entender el mundo y para entendernos a nosotros mismos. Pienso en El Quijote, en el Ulises o en El arte de la guerra. Creo que al fin y al cabo todos escribimos para ordenar afuera lo que en nuestra cabeza es un pequeño caos.

¿Existe alguna similitud entre “La tierra baldía” de T. S. Eliot y la manera en que estructuramos nuestros recuerdos?

Sí, forzando un poco la analogía siempre se puede conseguir. Lo que Eliot intenta en La tierra baldía no es desnudarse, sino ocultar sus sentimientos y sensaciones bajo diferentes máscaras.

Hay un artículo que citas, escrito por José Emilio Pacheco: La traición de T. S. Eliot (1999), publicado en la revista Letras Libres. En él, el autor indica que cada año se publican decenas de libros y centenares de artículos en torno a Eliot tú has titulado tu libro como la última parte de La tierra baldía.

No lo había pensado, pero me gusta mucho. Es decir, yo cito ese artículo porque me parece muy interesante, pero pensé en varios títulos para la novela, nunca me decanté por ninguno y esta idea de retomar el verso de Eliot como título, no lo había planteado a partir de la idea de Pacheco, pero me gusta que el artículo esté dentro de la novela y que yo haya hecho lo mismo.

Cito una pregunta de tu novela: “¿Cambia la luz de una ciudad con el pasar de los siglos?”. Te pregunto, ¿cambian los recuerdos con el pasar de los años?

Claro, siempre reformulamos nuestros recuerdos. Si haces el experimento en una reunión de amigos, en el que cada pocos años os reunís y contáis la misma fiesta, si pudieras grabarlo verías cómo esa fiesta evoluciona; a través de lo que cuenta cada uno, cambian los recuerdos de los demás y sigue evolucionando. El cerebro funciona como una serie de claves que hay que revelar en cada ocasión al hablar de ellas. Entonces, en cada revelado va cambiando. Sería como pintar un cuadro: al final tu habilidad evoluciona en la pintura y cada vez que pintas el cuadro no puedes pintar el mismo, porque tu trazo ha cambiado, ha evolucionado, tu técnica, el uso de color. Entonces, creo que cada vez que retomas un recuerdo, este se construye con los restos del pasado y tu conocimiento del futuro.

Es lo que le sucede a Miguel Izamid con la imagen de Stella.

Sí, con la imagen de Stella y con el recuerdo de Oxford y su tiempo ahí. Si te das cuenta, él al final evita tomar un tren y un autobús para ir a verla. Decide quedarse en Oxford, reconstruyendo y recuperando aquellos recuerdos, porque teme que la realidad no esté a la altura de sus recuerdos.

¿Recordar es mentirnos a nosotros mismos?

Sí, claro, pero voy más allá: pensar es mentirnos a nosotros mismos. Es decir, cuando sales de una reunión que ni siquiera acabas de recordar, cuando tú lo estás viviendo, tu mente lo está interpretando. Entonces, esa propia interpretación, la de dos amigos que van a ver la misma película, que van en un auto y tienen un accidente, la interpretación en ese momento de cada uno de los dos ya es subjetiva, es ficticia. La percepción de cada uno cambia. La percepción de un evento, si te das cuenta, para ti puede ser una oportunidad, para mí es una desgracia. Tú dices: “Menos mal que ha pasado esto, este accidente, porque yo no quería ir a ese sitio”. Yo digo: “Yo estoy muy triste, porque sí quería ir”. Entonces ambos interpretamos lo que ha pasado. Así que, con el pasado y con el paso de los años, digamos que esa distancia es mucho mayor, mucho más intensa.

Izamid, más que encontrarse con Stella, busca escribir una historia con ella.

Claro, claro, esa es la idea. En el fondo, lo que él quiere de manera inconsciente es poner en su lugar cada uno de sus recuerdos. No quiere enfrentarlos con la realidad. Él quiere estar en paz con su Yo y con lo que recuerda. No quiere perturbar esa memoria. Al fin y al cabo es lo que hacemos todos. Muchos años después lo he pensado mucho: en el fondo, cuando te enamoras de alguien, te enamoras de la imagen, de la percepción que tienes de ese alguien en ese momento. Si luego te enteras, muchos años después, de que mientras estabas viviendo esa historia maravillosa de amor, ella acababa de pasar por una situación profundamente traumática, tú te rebelarías contra eso, aunque sea la realidad. Eso desmontaría y reconstruiría todos tus recuerdos. Tus recuerdos son sólo tuyos, al final es la percepción de lo que has tenido. No necesitas que esa otra persona sienta, casi ni que exista. Al final te puedes enamorar de una imagen porque haces al amor a tu requerimiento, no de forma consciente, a lo que tú sientes o necesitas en ese momento.

Para cada libro existe un manuscrito, donde se realizan apuntes y correcciones. En la vida no sucede lo mismo, los errores que cometemos no los podemos quitar, sino aprender a vivir con ellos. ¿Crees que Izamid alcanza o intenta alcanzar eso?

No, porque él no hace el esfuerzo de recuperar o de buscar a Stella, él simplemente se queda reconstruyendo en el papel sus recuerdos, en vez de buscar a la chica. Él entiende que intentar buscarla años después va a distorsionar el recuerdo.

¿De qué manera convergen la verdad y la ficción en los recuerdos de Izamid?

Creo que a Izamid no le interesa la verdad, le interesa su verdad, como nos pasa a todos. Hoy en política tenemos la respuesta desde la pregunta, porque no nos interesa la verdad, nos interesa nuestra visión del conflicto. Izamid hace lo mismo

¿No te parece curioso que soñamos a partir de nuestros recuerdos, pero al mismo tiempo el sueño se convierte en un recuerdo?

Claro, sí, eso es una paradoja. Eso es uno de los motivos con los que arranqué la novela, con la idea de un sueño muy vívido donde el personaje dice: “Yo quiero volver ahí, quiero sentir eso”. Porque claro, es más real que la realidad que él está viviendo en ese momento. Entonces, claro, los dos son verdad, porque son cosas que le han pasado a él. No es más verdad cuando tú estás sufriendo o sueñas que ha pasado por encima de ti un camión y tienes un dolor horrible; ese dolor no es menos verdadero que el dolor que sientes cuando el camión en verdad te pasa por encima.

En ocasiones, cuando Izamid intenta rescatar sus sueños, los apunta, luego se le olvidan, luego los vuelve a leer y reviven las imágenes. El hecho de que el texto esté escrito en segunda persona hace que el lector se apropie de los recuerdos del protagonista.

Claro, porque la lectura también es reconstrucción, porque cuando yo te hablo de una habitación, cualquier buen profesor de literatura te dice que no la describas porque es economía del lenguaje. Tú vas a imaginar una habitación de tu recuerdo y yo voy a imaginar la habitación de mi recuerdo. Que yo haya sido el autor y esté imaginando una habitación mal recordada, no hace más verdad mi habitación que la tuya. Entonces, eso es lo bonito. Si te das cuenta, en la novela hablo de que muchas veces es mejor no describir al personaje femenino, porque no es importante si ella es rubia o es morena, porque cada lector busca su símil, reconstruye y hace suya la historia; esa es la magia de una novela.

¿Qué te dice la siguiente imagen? “Intentaste recordar qué pensabas entonces, pero al hacerlo estabas creando nuevos recuerdos”.

Cuando intentas recordar, estás reconstruyendo. He hecho el ejercicio de describir la misma jornada de un día en Leeds, que he escrito al final del día, y luego, sin leerlo, 10 años después la he escrito, y 10 años después más, la he vuelto a escribir. Es maravilloso cómo la memoria y el cerebro reconstruye la imagen, no necesariamente a tu favor, pero sí para reservarte, para hacerte más fuerte en tu recuerdo, para resistirlo, aunque en algunas veces salgas mejor parado que en otras. Pero sí, la memoria se reconstruye, la memoria no es una fotografía.

¿Para qué se escribe? ¿Para retener la realidad o para romperla?

Se escribe para retener la realidad, para dar forma fuera de tu cabeza a todas esas ideas que sientes que el tiempo no te deja retener. Evolucionan dentro de la cabeza. Entonces, escribir es como una manera de fijar esos recuerdos, pensamientos, ideas. Hay ideas que en tu cabeza no se materializan, pero al ponerlas en papel te dejan más claro cuáles son tus sentimientos y tus sensaciones.

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en: Fernando Díaz San Miguel T. S. Eliot libro Poesía Vaso Roto

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Fernando Díaz San Miguel y los recuerdos baldíos

Clasificados

ID: 2271733

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx