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Entrevista

Fernando Valverde, viaje a la tierra prometida

En el poemario America (Vaso Roto, 2024), el autor versa distintos pasajes de la historia estadounidense: desde el cuerpo del conquistador español Hernando de Soto siendo sepultado en el río Mississippi por los nativos hasta los tiroteos escolares.

Foto: Joaquín Puga

Foto: Joaquín Puga

SAÚL RODRÍGUEZ

Tiene claro que la misión de la poesía consiste en cuestionar al poder. El poeta Fernando Valverde (Granada, 1980) cita a Jean-Jacques Rousseau desde su estudio en Virginia. Habla sobre Estados Unidos y su ingenuidad de sentirse el centro del mundo. Acude a los discursos de John F. Kennedy, quien describía ese país como “la ciudad dorada desde la colina”, en una clara referencia bíblica. 

Valverde ha publicado America (Vaso Roto, 2024), así, sin tilde. Se trata de un poemario donde el autor versa distintos pasajes de la historia estadounidense: se puede leer al cuerpo del conquistador español Hernando de Soto siendo sepultado en el río Mississippi por los nativos, los tiroteos acontecidos en instituciones educativas, las escenas urbanas de sitios como Nueva York o Filadelfia. 

Su libro es crítico, pero a la vez refleja el amor del autor a un lugar que él mismo califica de esperanzador. No duda en afirmar que se trata de la tierra prometida y no de la tierra baldía de T. S. Eliot. Hoy Valverde es ciudadano estadounidense y no quita el dedo del renglón para hablar de temas sensibles. 

“Yo tenía la necesidad de nombrar el nombre America, y obviamente lo hice sin tilde para que se viera esa diferencia, esa evidente diferencia entre el nombre del continente y el nombre que los estadounidenses le dan a su país”. 

Considerado como una de las voces poéticas más importantes de la actualidad, Fernando Valverde visitará México para presentar America en la Feria Internacional del Libro Monterrey (FIL Monterrey), el sábado 28 de septiembre a las 17:00 horas. Le acompañará Mariana Ayala. Un día después realizará una lectura de poesía. 

Para Valverde, mostrar las equivocaciones que ha cometido Estados Unidos, hablar sobre la discriminación y la violencia surgida en ese país, no es una manera de construir odio, sino todo lo contrario. 

¿Por qué crees que la misión de la poesía es enfrentarse al poder? 

Porque el poder corrompe y desgraciadamente el poder es uno de los motivos principales de la desigualdad entre los hombres. Lo describió perfectamente Rousseau. En el momento en el que se produjo la primera propiedad, en el momento en el que un hombre o una mujer dijo “este terreno es mío” y puso unos límites y los demás fueron lo suficientemente ingenuos como para aceptarlo, empezó una relación de desigualdad que se tradujo en una relación de poder, de sumisión. Y creo que el ansia de poder es uno de los principales agentes para el mal en la tierra. Siempre he creído que el propósito de un buen poema tiene que ser siempre el bien. Y siempre he creído a la manera de Shelley que si un ser humano que no está enfermo tiene que elegir entre el bien y el mal, terminará eligiendo el bien. Y si no fuera por esa confianza en la humanidad, sería imposible dedicarse a la poesía. 

Foto: Christina Anton
Foto: Christina Anton

¿Es la poesía quizá uno de los únicos espacios donde es posible experimentar la libertad y la igualdad? 

Probablemente sea uno de los pocos espacios que quedan, aunque se ve amenazado permanentemente. La poesía en sí nunca va a poder ser derrotada, siempre ha estado en crisis y siempre será un espacio para la libertad y la igualdad. Pero el espacio que la poesía ocupaba en la sociedad se ve cada vez más limitado, más amenazado por el neoliberalismo, por la cancelación, por la capitalización que hacen ciertos personajes en redes sociales de una cosa que llaman poesía sin serlo. Y vivimos en un tiempo en el que a los poetas nos toca defender la poesía, lo cual no es algo nuevo. En el siglo XIX, un muchacho, Shelley, escribió un ensayo que se llama Una defensa de la poesía. Ha habido muchas defensas de la poesía a lo largo de la historia. Hoy creo que se terminó el tiempo de las disputas de los poetas con respecto al estilo, con respecto a cómo escribir poemas, porque lo que está amenazado es el espacio que tiene la poesía en la sociedad. Hoy realmente a quienes nos dedicamos a la poesía lo que nos corresponde es distinguir entre quienes sirven a la poesía, servimos a la poesía, y quienes se sirven de la poesía para ganar fama, dinero o poder. 

Una de las ideas que mencionas en tus versos es que la avaricia no entiende las razones de la patria. Has dicho que tu patria como poeta es la propia infancia, ¿crees que la avaricia tampoco entiende ese lugar, tampoco entiende la infancia? 

En absoluto. La avaricia no tiene límite. Desgraciadamente es una peste que circula por el mundo y además es muy contagiosa. Es uno de los grandes males, aunque creo que hay otros que tienen una estrecha vinculación con la avaricia. Uno es la codicia. Yo he visto cómo la codicia destruía mi espacio personal. He visto a personas a las que amaba destrozadas por la codicia. Y me gusta distinguir la codicia de la envidia, porque la envidia se ha achacado como el pecado capital de los españoles, y probablemente lo sea. Pero la codicia es un paso más, porque el que envidia algo desea. El que codicia algo lo desea y está dispuesto a robarlo. Desgraciadamente la codicia y la avaricia están estrechamente relacionadas y son uno de los grandes males de nuestro tiempo. 

¿America se aproxima más a la idea de los estadounidenses que mencionabas sobre la tierra prometida o a la Tierra baldía de T. S. Eliot? 

Más a la tierra prometida, sin duda. Es cierto que hay territorios de los Estados Unidos que podrían parecer la Tierra baldía. Pero no, es una tierra de prosperidad. Es un país de gran riqueza y de muchas oportunidades. El libro es especialmente crítico con los Estados Unidos, pero esto no responde a una animadversión personal hacia el país. Todo lo contrario. Yo he elegido mi ciudadanía. He elegido ser ciudadano de Estados Unidos con plena conciencia de lo que hacía. No para favorecerme de un pasaporte mejor. Quería ser ciudadano de este país. Creo que este país en cierta manera es el mundo. Y este país es capaz de lo mejor y de lo peor. Es el país defensor de la democracia y es el país donde puedes estar en un centro comercial con tu familia y que alguien entre y te mate… empieza a disparar a todo el mundo. Es el país que apoyó a Europa y salvó a Europa del nazismo, al mundo del nazismo. Y es el país de Lee Harley Oswald en un sexto piso disparando a Kennedy. Es el país de los derechos civiles y a su vez es el país del Ku Klux Klan y del supremacismo blanco. Es decir, América es capaz de lo mejor y de lo peor. Y en esa tensión tremenda, esa tensión probablemente única en el mundo, encontré una energía, una fuerza que podía convertirse en un poema. 

¿Qué ha omitido Estados Unidos al hablar respecto a su construcción cultural? 

Partiendo de su buena voluntad y de la idea que tienen de cómo construir conciencias, en Estados Unidos siempre se ha favorecido la imagen más confortable y la narración más confortable para el público. Es, en ese sentido, una sociedad muy inclinada al espectáculo. Por eso siempre se ha narrado la historia desde el punto de vista de la víctima, lo cual es correcto, lo cual es apropiado. Pero creo que a veces es necesario ponerse en el lugar del personaje marginal, es decir, quien está en los márgenes de la sociedad, y entender, si no cuáles son sus razones, cuáles son los motivos que le llevaron a hacer determinadas cosas. Porque si no nos detenemos sobre eso, no podremos entender la complejidad de algo como los mass shooting. Quise escribir esos poemas sobre los tiroteos, poniéndome en la posición del tirador. Entiendo que fue una decisión polémica, una decisión muy complicada. En ningún momento sentí empatía alguna hacia los asesinos, pero pensé que era lo que faltaba. Era necesario imaginar su odio, imaginar la repugnancia que sentían por el prójimo, imaginar el mal. Y utilizo la palabra imaginar porque me parece que es muy importante y se ha visto muy desprestigiada en los últimos años, por una confusión entre lo que significa la imaginación y lo que significa la fantasía. La imaginación es probablemente la mayor herramienta que tenemos los seres humanos, no sólo para hacer el bien, sino para conseguir el progreso científico, el progreso humanista. No existirían los grandes descubrimientos si alguien no los hubiera podido imaginar. No podríamos hacer el bien, decidir entre hacer el bien o el mal, si no pudiéramos imaginar cómo nuestros actos pueden dañar a otras personas. La imaginación nos hace libres. La imaginación nos distingue de cualquier otra criatura. Por eso, el hecho de imaginar solamente en una dirección, entiendo que puede ser una decisión razonable, que puede ser una decisión prudente, pero creo en una imaginación sin límites que nos permita entender la diferencia entre el bien y el mal, y que nos dé la oportunidad de llegar al momento de elegir entre el bien y el mal. 

Wallace Stevens escribe que la imaginación es el poder de la mente sobre las posibilidades de las cosas. 

De acuerdo. Es lo más poderoso, las posibilidades. Las posibilidades al fin y al cabo son todo, son el mapa del futuro, el mapa de la vida. Habrá que elegir entre los dos caminos de Frost, en las dos posibilidades. Y Frost eligió el camino menos transitado, por muchos motivos. Y yo también elegí el camino menos transitado cuando escribía los poemas de America

Foto: fernandovalverde.com
Foto: fernandovalverde.com

Uno de estos caminos te llevó a los puntos donde sucedieron estos tiroteos, pudiste hablar con testigos, con sobrevivientes, incluso policías. ¿Esas voces están en la voz del francotirador que versa en tu libro? 

No quería en absoluto, tal vez por mi deformación profesional, que trabajé durante diez años como periodista del diario El País. No quería escribir unos poemas que alguien pudiera decir que no se correspondían con la realidad, que no tenían una base científica. Esto me llevó a viajar con mi mujer, estábamos en Atlanta con un enorme aeropuerto allí, el más grande del país, que nos facilitó viajar a donde se producía cada nuevo mass shooting, desgraciadamente muy frecuentes. Y de esa manera pude conocer a pocas personas, porque obviamente no era momento de establecer relaciones personales con quienes estaban sufriendo un trauma de ese tamaño. Pero tuve la posibilidad de verme dentro del paisaje, y que los poemas fueran a ocurrir dentro de un paisaje conocido y que respondía a la realidad. Me sentí todo el rato en la obligación de ser muy fiel a la verdad, porque sabía que el camino que había elegido iba a ser polémico, e iba a recibir críticas desde todas partes, desde todos los frentes. Por eso incluso hice algo que nunca habría imaginado, yo nunca había disparado un arma. Y cuando estaba escribiendo estos poemas, sentí la necesidad de, si estaba mencionando las armas de los asesinos, incluso del asesino de Kennedy, de Martin Luther King, de John Lennon, quería disparar el arma con la que los mataron. Y gracias a un poeta estadounidense, a un queridísimo amigo, tuve esa oportunidad y no fue algo agradable, fue algo que me causó temor y espanto, pero creo que esa sensación me fue muy útil para expresar el disgusto y el terror en esos poemas en concreto que han sido los más polémicos. 

Respecto a la esclavitud, mencionas a Martin Luther King, a varios pasajes de la esclavitud hacia los afroamericanos, y también una imagen de Ruby, quien fue la primera niña afroamericana en asistir a un colegio de blancos. Estas imágenes, ¿cómo crees que son abrazadas por la poesía? 

Estoy completamente de acuerdo con el romanticismo que estudio y que enseño en la Universidad de Virginia, en que el verdadero interés y el verdadero lugar de la poesía está en los márgenes, está lejos del centro del poder. Y esa marginalidad en el sentido de aquellos que son discriminados inevitablemente me hace sentir una solidaridad inmediata. Son imágenes muy poderosas, porque son la imagen del miedo. Son la imagen del miedo, de aquella niña siendo protegida por agentes federales para ir a clase, mientras decenas de personas se agolpaban en la puerta de la escuela, incluso llevando un ataúd. Son la imagen de la diferencia llevada al espanto, de lo que uno no quisiera ver en nuestra especie y que posiblemente por momentos nos convierta en la peor especie sobre la Tierra. El poder de esas imágenes es que pueden ser capaces de sacudir conciencia. Creo que la idea infantil de una sociedad que sólo muestra lo amable, lo que nos hace sentir bien, el final feliz, nos condena a repetir errores una y otra vez. Mostrar la historia de discriminación de Estados Unidos no es una forma de construir odio, sino todo lo contrario. El odio está en la negación de esa discriminación. Así que me molesta la época que estamos viviendo en la que se censura continuamente aquello que no nos gusta, aquello que nos parece que no se corresponde con nuestros ideales en el mejor de los sentidos. Creo que mis estudiantes serán plenamente libres y tendrán una conciencia global de lo que ocurre si tienen la oportunidad de ver lo mejor y lo peor de lo que es la especie humana, de lo que somos los seres humanos. Y en eso estoy. Gran parte de esa filosofía vital está en América y America es el producto de esta idea. 

Foto: Joaquín Puga
Foto: Joaquín Puga

Otra imagen es cuando narras la muerte de Hernando de Soto, el conquistador que descubrió el río Mississippi. Al momento de morir los mismos nativos lo sepultan en el río. Narras también que él se lleva su propio dolor, pero también el sufrimiento que le causó a otros hombres con respecto a la conquista. Esa imagen, ¿cómo resuena en el presente? 

Apenas es conocido Hernando de Soto. Es un personaje. El primer hombre blanco que se tragó el río Mississippi, lo cual me pareció algo muy simbólico. Y, desde luego, la conquista estuvo llena de injusticias, de crímenes, es innegable que se produjo un genocidio, que los conquistadores actuaron de una manera muchas veces, o la mayor parte de las veces, vergonzosa. Y no hay discusión de que eso sucedió así, es parte de la historia. De acuerdo, eran hombres pobres, Hernando de Soto era un pobre extremeño que acabó allí buscando ¿qué? buscando la riqueza, buscando el futuro, quién sabe cuáles eran sus motivaciones. Lo cierto es que el río aparece en el libro como una cicatriz que atraviesa Estados Unidos, partiéndolo en dos. Una cicatriz que también podría ser esa cicatriz entre el bien y el mal, entre la tensión de la que hablábamos al principio. Y, a lo largo del libro, el río va devorando, se va tragando a diferentes personas. Por ejemplo, a una mujer negra, madre, asesinada cerca de la desembocadura, cerca de New Orleans, el río la traga. También el río traga a Jeff Buckley, el río traga a diferentes personajes a lo largo del libro como el símbolo del poder de la naturaleza, el poder último de la naturaleza incontrolable que ni el mayor de los imperios es capaz de dominar. 

¿Recuerdas la idea de los griegos, de cuando uno moría y le tenías que dar una moneda a Caronte para que te llevara más allá del río Leteo al paraíso? Haces mención de los puentes, que son esas construcciones que cruzan los ríos. 

Ahí está la moneda. Está esa moneda. En el poema “Kerouac” está esa moneda, efectivamente. La moneda que te abría el paso, que te permitía cruzar el río. Hay dos momentos en el libro en los que aparece. Uno es el puente que atraviesa el río Delaware entre Camden y Filadelfia. Camden hoy es un lugar donde viven personas pobres y una comunidad muy marginal. En ese puente es necesario pagar un peaje para cruzarlo. Y creo que el peaje no responde a la necesidad de recaudación, sino a una forma de generar un gueto al otro lado de la orilla. Quien no puede pagar no puede entrar a esa ciudad dorada sobre la colina. Y a Kerouac le pasó, después de su viaje necesitaba cruzar el puente. Un miserable dólar, ¿no? No podía conseguirlo. Se lo pedía prestado a todo el mundo. Es alucinante esa historia de Kerouac y su libro On the Road

¿Qué le falta aprender a la sociedad estadounidense de su propia historia? 

Pues le falta aprender que efectivamente ha habido momentos muy oscuros. Todavía no han terminado de asumirse. Se está haciendo un verdadero esfuerzo en lo que tiene que ver con los derechos civiles y en el reconocimiento de muchas de sus crueldades y de sus equivocaciones, pero todavía no hay una conciencia o una confianza total en el otro. Claro que esto es muy difícil de lograr en un país tan diverso como Estados Unidos. Por una parte, siempre nos concentramos en criticar aquello que se hace mal, pero el otro día estaba en el aeropuerto de Washington viendo a quienes salían de la terminal internacional y ¿a qué lleva el mundo? Gente de todas las razas, de todas las creencias, de todas las procedencias, ilusionadas, felices, con una sonrisa en la cara porque llegaban al lugar en el que querían. Hay que aprender a cuidar este lugar, yo quiero cuidar este lugar. Se ha convertido en mi país. Es el lugar donde ha nacido mi hijo. Al final, como tú decías, la patria de uno es la infancia, mi patria fue mi infancia hasta que nació mi hijo. Ahora mi patria es la infancia de Percy.

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