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La amenaza de la septicemia

Las infecciones más comunes que derivan de este padecimiento tienden a instalarse en los pulmones —por ejemplo, la neumonía—, el riñón, la vejiga y otras partes de las vías urinarias, el aparato digestivo, el torrente sanguíneo y los lugares donde se col

Infección en el torrente sanguíneo. Imagen: Adobe Stock

Infección en el torrente sanguíneo. Imagen: Adobe Stock

FABIO PÉREZ VÁSQUEZ

Mucha gente ignora la existencia de la septicemia, no han tenido que vérselas con ella. Quienes la han padecido, en cambio, saben que se trata de un padecimiento peligroso, y más frecuente de lo deseable. 

Sucede que una persona enferma y el cuerpo responde a la infección de mala manera, es decir, las defensas se activan, pero, de algún modo, provocan que los órganos no funcionen con normalidad. El mal progresa y da lugar al choque séptico. ¿Qué sucede entonces? La presión arterial disminuye de forma alarmante. Esto puede acarrear daño considerable a pulmones, riñones, hígado y más órganos. Si la situación del paciente empeora, puede morir. 

Cualquier persona puede sufrirla. Suele aparecer de repente y progresa con rapidez, aprovecha que su diagnóstico es difícil. 

El tratamiento temprano, con antibióticos que ataquen a la infección y fluidos para mantener la presión arterial, mejora las opciones de salir airoso. 

Hace tiempo se creía que la septicemia surgía por una masiva invasión de bacterias que alcanzaba el torrente sanguíneo. Hoy se sabe que aparece debido a dos factores: 

• La presencia de una infección, de las vías urinarias o una neumonía, por ejemplo.

• Una respuesta fuerte y dañina por parte del sistema inmunitario. 

La infección y la respuesta inmune convierten al organismo en tierra de nadie. Cuando la septicemia alcanza una gravedad mayúscula, vienen las fallas sistémicas, los órganos incumplen sus funciones, y comienza el riesgo para la vida. 

SÍNTOMAS 

Hay que estar atentos a las señales de alarma: 

• Una respiración rápida y superficial. 

• Sudoración sin causa aparente. 

• Sensación de estar aturdido. 

• Escalofríos. 

• Síntomas acordes con el tipo de infección, como dolor al orinar cuando hay una infección de las vías urinarias, o tos que se agrava cuando hay neumonía. 

• Confusión. 

Algunos síntonas de este problema son sudoración sin causa aparente, aturdimiento, escalofríos o respiración superficial. Foto: Freepik
Algunos síntonas de este problema son sudoración sin causa aparente, aturdimiento, escalofríos o respiración superficial. Foto: Freepik

Cabe mencionar que los síntomas de este mal no son específicos; es decir, varían de un individuo a otro. Niños y adultos mayores son sus víctimas habituales. 

Cuando acarrea un serio descenso de la presión arterial se transforma en choque séptico. El paciente no puede estar de pie, lo invade una profunda somnolencia, pasa dificultades para mantenerse despierto y se siente confundido. 

Una infección en apariencia inofensiva —bacteriana, viral o micótica— puede ser su puerta de entrada. Si se sufren síntomas que no remiten o se tiene una herida que no mejora, hay que acudir al médico. La confusión o la respiración acelerada, por ejemplo, reclaman atención clínica con carácter de urgencia. 

CUIDADO 

Las infecciones más comunes que derivan en septicemia tienden a instalarse en los pulmones —por ejemplo, la neumonía—, el riñón, la vejiga y otras partes de las vías urinarias, el aparato digestivo, el torrente sanguíneo y los lugares donde se colocan catéteres. 

Otros factores, además de la edad, que aumentan el riesgo de septicemia son los siguientes: 

• Si la respuesta inmunitaria es menor a la normal, como en el caso de quienes llevan un tratamiento contra el cáncer o son afectados por el virus de inmunodeficiencia adquirida. 

• Si el paciente padece alguna enfermedad crónica, como diabetes, enfermedad renal o enfermedad pulmonar obstructiva crónica. 

• Si el aquejado se recupera de quemaduras graves o traumatismos físicos de consideración. 

• Pasar una estancia hospitalaria prolongada. 

• Haber recibido antibióticos en los tres meses anteriores a la aparición de la septicemia. 

• El tratamiento con corticoides, ya que puede afectar la respuesta inmunitaria. 

• Consumir drogas, esto porque, en muchos casos, no se usan jeringas estériles; cada inyeccion puede causar bacteriemia (presencia de bacterias en la sangre) en distintos grados. 

• Padecer una infección persistente a pesar de recibir tratamiento con antibióticos; algunas bacterias causantes de sepsis son resistentes a los medicamentos.

Si una herida no es atendida correctamente, puede generar infección y, después, septicemia. Foto: Freepik
Si una herida no es atendida correctamente, puede generar infección y, después, septicemia. Foto: Freepik

PELIGRO 

Cuando se le permite avanzar, la septicemia provoca que el cerebro, el corazón y los riñones no reciban sangre en la cantidad que deberían para cumplir con sus funciones de buena manera. 

Además, este mal también es capaz de producir coágulos sanguíneos atípicos, con daño, incluso destrucción, de los tejidos. 

La buena noticia es que la mayoría de los pacientes de septicemia leve se recupera. La mala nueva se presenta cuando el padecimiento da lugar a un choque séptico. En tal caso, la tasa de mortalidad se ubica entre el 30 y el 40 por ciento. Muchas de sus víctimas mueren poco después del diagnóstico. 

Buena parte de los pacientes sobrevive y consigue una recuperación completa. Otros no tienen tanta suerte, este mal les deja secuelas duraderas, daño permanente a órganos o dificultad para pensar, que se traduce como problemas para concentrarse, organizarse o elaborar planes. 

Además, un episodio de septicemia aguda aumenta el riesgo de volver a sufrirla en el futuro. 

PONER ATENCIÓN 

Fácilmente puede etiquetarse a la septicemia entre las amenazas para el bienestar que requieren atención médica inmediata. Se estima que afecta a 31 millones de personas en todo el mundo. Tan sólo en México se le atribuyen más de tres mil muertes al año. 

Aún no se tiene claro por qué unas personas con infección desarrollan choque séptico mientras que otras se ven libres de él. 

Para detectar la septicemia se recurre a exámenes de sangre y análisis para determinar la fuente de la infección, como radiografías y otras pruebas de diagnóstico por imagen, a cultivos de muestras de líquido o tejido. Una vez diagnosticada, se inicia el tratamiento con antibióticos. 

Los pacientes requieren un control minucioso y cuidados intensivos en un hospital. Deben resolverse cuestiones como problemas de coagulación sanguínea, función hepática o renal anormal, o niveles de oxígeno más bajos de los que el cuerpo necesita. 

Dicho de otro modo, pueden necesitar acciones urgentes para salvar sus vidas, como estabilizar la respiración y el funcionamiento del corazón. 

A menudo se usan antibióticos de amplio espectro, eficaces contra gran variedad de bacterias. Cuando se identifica al microbio detrás de la infección, se hace el cambio correspondiente. 

En un momento dado puede ser ineludible una intervención quirúrgica, esto para extraer fuentes de infección como pus o tejidos muertos. 

Vérselas con la septicemia es algo que no debe tomarse a la ligera.

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Escrito en: Fabio Pérez septicemia

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