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El polémico primer mandato del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, remodeló la política interior y exterior de la nación de las barras y las estrellas, y tras un tormentoso cierre que puso en duda el sistema electoral de dicho país y que dio paso a una gestión de cuatro años del demócrata Joe Biden, el republicano vuelve a la Casa Blanca con el carro lleno.
El voto tanto de los colegios electorales como del popular revelan el interés de la sociedad estadounidense en una continuación de las políticas inconclusas de Trump, pese a que su campaña estuvo marcada por errores que pudieron costarle la victoria. No obstante, la repetición de mentiras infundadas y agresivas contra ciertas comunidades —principalmente migrantes—, así como su posicionamiento respecto a las guerras en Ucrania y la Franja de Gaza, jugaron un papel importante en la decisión colectiva final.
Donald Trump fue coronado en las elecciones generales de noviembre con 312 votos electorales y más de 76 millones 680 mil sufragios populares, mientras que la vicepresidenta Kamala Harris sumó 226 votos electorales y más de 74 millones 114 mil populares.
En el Congreso la suerte corrió igual para el Gran Viejo Partido (el republicano, GOP, por sus siglas en inglés). El Senado finalizó su escrutinio con 53 votos para el partido de Donald Trump contra 43 para los demócratas, una pérdida de cuatro bancas respecto a la administración que finaliza el 20 de enero del 2025.
La Cámara de Representantes se pintó igualmente de rojo; el conteo final le dio 218 votos a los republicanos contra 212 de los demócratas.
La victoria republicana en Estados Unidos es sólo el último de los votos de castigo otorgados este 2024 a los gobiernos que concluyeron o concluyen su gestión.
En el caso estadounidense, la campaña de Trump tuvo el apoyo de fundamentalistas protestantes que definen el “Cinturón Bíblico”, un conjunto de nueve estados donde los líderes religiosos sostienen que el mandatario electo “fue enviado por Dios” para ser presidente, lo que restó poder a los votantes latinos, que curiosamente eran clave en esas entidades.
Similar fue la percepción en el llamado “Cinturón de Óxido”, que es conformado por estados que fueron referentes industriales pero que por la globalización han visto mermada su economía, principalmente por la relocalización de empresas en países como México, Brasil, Argentina, Corea o los pertenecientes al sudeste asiático, debido a la mano de obra barata.
LA RELIGIÓN COMO ESTRATEGIA POLÍTICA
Oklahoma, Arkansas, Louisiana, Mississippi, Tennessee, Alabama, Carolina del Sur, Georgia y Carolina del Norte son las nueve entidades que conforman el Cinturón Bíblico, cada una de ellas diferente, pero caracterizada por la promoción del cristianismo protestante como base fundamental para la identidad y estilo de vida de la población estadounidense.
Su denominación fue acuñada en la década de 1920 por los medios de comunicación americanos, y su ideología ha sido explotada por los republicanos. La mayoría de las políticas aplicadas en esa zona geográfica de Estados Unidos pasan por la derogación del aborto y el derecho a la vida, el rechazo a la educación sexual, la necesidad de unión entre la Iglesia y el Estado o la negativa a enseñar biología o la teoría de la evolución en los centros educativos.
Trump se ha alineado con los valores conservadores, apoyando políticas que han favorecido al protestantismo convencional. Durante su primer mandato, el actual presidente electo apoyó la derogación del fallo Roe vs. Wade, que hizo legal el aborto en los 50 estados de la Unión Americana, misma que actualmente sostiene; pero ha amenazado con dejar su implantación solo a jurisdicciones locales.
En ese mismo sentido, su primera administración en la Casa Blanca promovió restricciones a las clínicas de planificación familiar.
Su campaña en definitiva coptó el sentir religioso, un pilar fundamental del Partido Republicano, aprovechando que los protestantes fundamentalistas americanos integran bastante la religión y la política.
Encuestas del Pew Research Center sostuvieron que al menos ocho de cada 10 evangélicos apoyaron el retorno de Trump a la Casa Blanca, cuya tendencia comenzó en 2016, cuando se gestó su primera victoria para la presidencia de la superpotencia norteamericana.
En sintonía con los resultados de las encuestas de popularidad, el líder religioso hispano Samuel Rodríguez, un pastor latino, dijo en 2018 que “Trump ha hecho más por el movimiento evangélico que cualquier otro presidente desde la época de Ronald Reagan”.
Otros pastores de Oklahoma, como Jackson Lahmeyer o Paul Blair, apoyaron incondicionalmente al republicano. Cabe recalcar que fue Lahmeyer, fundador de la organización Pastores por Trump, quien sostuvo que el mandatario electo “fue enviado por Dios para gobernar el país” y calificó como “un milagro divino” que no fuera asesinado en el atentado en su contra.
Esa visión política del cristianismo protestante ha tenido manifestaciones bastante concretas en el Cinturón Bíblico este año.
En Louisiana, por ejemplo, se ordenó que todas las aulas de las escuelas tuvieran colgados en las paredes los Diez Mandamientos, mientras que la Corte Suprema de Alabama determinó que los embriones congelados son “bebés”, provocando el cierre temporal de algunas clínicas de fecundación in vitro por temor a que el personal médico sufriera consecuencias legales. En Oklahoma, la Superintendencia de Instrucción Pública emitió un mandato en junio que hace obligatoria la enseñanza de la Biblia en las escuelas públicas del estado, generando una amplia controversia.
En materia de aborto, los evangélicos han mostrado su simpatía hacia Trump con nombramientos en la Corte Suprema, los cuales facilitaron las leyes más restrictivas en diversos estados, entre los cuales Oklahoma y Arkansas se han visto beneficiados por sus decisiones impuestas durante su primer mandato.
Con Trump se ha creado un movimiento dentro del partido con un fuerte componente políticoreligioso que apela a una base importante del electorado estadounidense. Tras su derrota en 2020, muchos pastores salieron a proclamar que le habían robado la presidencia y otros más se unieron al recién creado movimiento de extrema derecha ReAwaken America Tour, liderado por el empresario de Oklahoma Clay Clark.
Para este 2025, su proyecto gubernamental esboza cuatro objetivos principales: restaurar la familia como pieza central de la vida estadounidense, desmantelar el Estado administrativo, defender la soberanía y las fronteras de la nación, y garantizar los derechos individuales otorgados por Dios para vivir libremente.
Donald Trump es cristiano presbiteriano, mientras Kamala Harris, conocida por sus teorías y políticas progresistas, se desmarca de las creencias religiosas. Según datos gubernamentales, casi nueve de cada diez estadounidenses profesan alguna de las ramas del cristianismo.
PROMESA DE REVIVIR EL SUEÑO AMERICANO
En el Cinturón de Óxido, la campaña, al igual que la previa a su primer mandato, el republicano mostró nuevamente su propuesta proteccionista y aislacionista.
Contradictoria a los estatutos del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), las promesas de volver a los “tiempos dorados” —cuando la Unión Americana exportaba sus manufacturas a todo el mundo— ganaron el fervor de los votantes, quienes, al unísono de los dichos republicanos, sostienen que los migrantes han provocado una debacle en los puestos de trabajo.
Con algunas excepciones, los votantes en los estados de Nueva York, Michigan, Wisconsin, Illinois, Missouri, Ohio, Indiana, Virginia Occidental y Pennsylvania, fueron bombardeados con retóricas antiinmigrantes, las cuales se radicalizaron en comparación con el primer mandato de Trump.
De acuerdo con Elio Masferrer Kan, profesor emérito de la Escuela Nacional de Antropología e Historia del Instituto Nacional de Antropología e Historia (ENAH-INAH), “la explicitación de estas políticas implica un discurso antiinmigrante que supone que los extranjeros no documentados son el origen del caos. Esto es acompañado con un discurso antimexicano, según el cual el fentanilo y otras drogas que provocan la muerte de miles de ciudadanos es responsabilidad del gobierno de México. A esto se le agrega un sentimiento antichino, según el cual este país sería responsable de la crisis económica y de una presunta competencia desleal”.
Para el investigador, la campaña de Trump tuvo dos elementos contradictorios: “Primero América” y “Hagamos Grande de Nuevo a América (MAGA, por sus siglas en inglés)”. Primero América es una estrategia aislacionista, mientras que MAGA implicaría volver a un mundo unipolar, donde la hegemonía militar de los Estados Unidos era un factor indiscutible, lo cual remite de algún modo a 1989, con la caída del Muro de Berlín.
La habilidad retórica de Trump estuvo basada en una gran capacidad para llegarle al estadounidense promedio que presuntamente está convencido de que se terminó el “sueño americano” y que sus condiciones de vida no lograrán igualar a la de sus padres, capitalizando miedos y angustias existenciales.
A esta labor de campaña se le sumó un esfuerzo de convencimiento por parte de los republicanos respecto a que las propuestas del Partido Demócrata han fracasado y por ello tienen la esperanza de volver a ser “una gran nación”.
FLUCTUACIONES ECONÓMICAS
La victoria de Trump actualmente está generando un frenesí bursátil. Los precios de acciones en empresas clave —entre las que Trump es accionista mayoritario—, así como de futuros funcionarios — caso específico del magnate Elon Musk y sus compañías X, SpaceX, Tesla y xAI— se han disparado vertiginosamente.
Las valoraciones de los bancos también han incrementado porque los inversionistas prevén una normativa más indulgente. Lo mismo puede decirse de muchos grandes conglomerados que pretenden consolidarse mediante fusiones y adquisiciones, que con frecuencia han sido bloqueadas o desalentadas bajo la presidencia de Joe Biden.
El mercado bursátil en general ha alcanzado nuevos máximos, superando los récords que estableció a principios de año.
Aunque una economía relativamente fuerte dará la bienvenida al próximo gobierno de Trump, las propuestas del presidente electo sobre comercio, inmigración, política monetaria y demás tendrán efectos inciertos, lo que hace que algunos en Wall Street desconfíen de las perspectivas a largo plazo.
Desde las elecciones, algunos analistas han proyectado mayores estimaciones de crecimiento económico, ya de por sí elevadas, para los próximos dos años. Más allá de la desregulación, es probable que el plan del equipo de Trump de reducir los impuestos de sociedades aumente los beneficios de la mayoría de las empresas, que pueden utilizarse para financiar expansiones y aumentar los pagos a los accionistas mediante dividendos o recompras, según estimaciones del Banco de América.
No obstante, las perspectivas de nuevos aranceles enturbian las previsiones.
Grupos de industriales y economistas han advertido que amplios gravámenes podrían reavivar una inflación alta hacia los consumidores, perjudicar las utilidades de las empresas y provocar una desestabilizadora guerra comercial mundial.
La imposición de nuevos aranceles —que pueden producirse sin la aprobación del Congreso— podría aumentar los costos y estrechar los márgenes de ganancia, imposibilitando las promesas de Primero América y MAGA.
Sin embargo, Trump vuelve a heredar una economía estable, al igual que en su primer mandato tras la salida de Barack Obama; en ese sentido, analistas e inversionistas concluyen que Trump podría estar motivado a preservarla. Aseguran incluso que, en una posible búsqueda de atribuirse el mérito de las ganancias bursátiles, se complicaría la promesa de deportar a millones de migrantes en el llamado “Día 1”. Hacerlo supone una amenaza para la mano de obra en sectores clave, como es la construcción.
GUERRA EN UCRANIA
A meses de concluir su gestión en la Casa Blanca, el presidente Joe Biden accedió a incrementar la ayuda a Ucrania en la guerra que inició Rusia, la cual se enfila a su tercer año el próximo mes de febrero.
Washington autorizó a Kiev el empleo de misiles de largo alcance para atacar el territorio profundo de Rusia. La postura de Biden había sido relativamente cautelosa desde febrero de 2022, cuando tropas comandadas por el Kremlin bombardearon la capital ucraniana.
Se desconocen los alcances reales de los acuerdos autorizados en beneficio del gobierno del presidente Volodymyr Zelenskyy y cómo se complementarían —o no— con un plan todavía no definido por Trump, en el que supuestamente la guerra terminaría en 24 horas.
El paso dado por Biden no es menor. En palabras de Mauricio Meschoulam, analista en políticas públicas, la medida se da en un contexto completamente diferente a lo anteriormente vivido.
Si bien el respaldo estadounidense a Ucrania ha estado presente, pese a los atropellos e intentos de bloqueo en el Congreso americano, se espera que el próximo presidente busque una pronta negociación para esta guerra.
Meschoulam detalla que esto implicará cortar el respaldo estadounidense a Ucrania para forzarla a negociar, ejerciendo al mismo tiempo presión sobre Putin bajo cuatro premisas centrales. La primera sería que Rusia conserve, si no todo, buena parte del territorio ucraniano que hoy controla
—Donetsk y Lugansk, las regiones ucranianas ocupadas, son consideradas el granero del mundo y, además, hay minas donde se extraen materiales clave para diversas industrias—.
Asimismo, se establecería una zona desmilitarizada de amortización o colchón para evitar futuras escaladas, mientras que Ucrania se comprometería a no sumarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), por lo que se le otorgan otro tipo de garantías de seguridad para evitar que Rusia vuelva a atacarle.
Con los ojos puestos sobre el mayor conflicto bélico en Europa desde 1999, Trump solicitó al presidente de Rusia, Vladímir Putin, en una llamada telefónica después de asegurar su triunfo, que no escale la guerra.
Se espera que las medidas impuestas por Biden sean revertidas por Trump, sin embargo, actualmente para Putin existen dos escenarios.
Por un lado, el presidente ruso ha sido claro en sus amenazas. Moscú estimará esta como una medida altamente escalatoria por parte de Occidente; el Kremlin considerará a los países que armen a Ucrania para atacar Rusia como partes beligerantes del conflicto y se reservará el derecho de responder como considere necesario en contra de esos países, recordó Meschoulam. A ello se suma una medida gubernamental firmada por Putin con el aval de la Duma (Congreso ruso) de facilitar el uso de armamento nuclear contra los enemigos de Moscú.
Por otro lado, sostiene el analista político, la decisión de Biden llegó tarde, porque la nueva gestión de Trump podría ofrecer condiciones estratégicas mucho más favorables para Rusia en términos de sus metas a largo plazo.
En este sentido cabe destacar que si Putin consigue el aval de Washington —de la administración Trump— para controlar la quinta parte de Ucrania (lo que incluye Crimea, es decir, el acceso al Mar Negro) y desmilitarizar una zona que considere cómoda, además de garantías de que Ucrania no formará parte de la OTAN, puede dar por satisfecha su empresa, al menos por ahora, y dedicar los siguientes años a recuperarse.
En mayo, un documento desclasificado por antiguos jefes de Seguridad Nacional durante la primera era Trump detallaron que el otrora mandatario republicano ordenaba mantener el suministro de armas y equipamiento táctico para Ucrania, pero condicionado al inicio de conversaciones para un cese al fuego.
Hasta abril de este año, las asignaciones de Estados Unidos para la campaña ucraniana contra Rusia superaban los 54 millones de dólares, según datos del Instituto Kiel para la Economía Mundial.
APOYO INCONDICIONAL A ISRAEL
Al igual que en el caso europeo, Trump ha prometido llevar la paz a Oriente Medio. Sin embargo, si bien el mandatario electo ha reiterado en varias ocasiones que de haber continuado su mandato Hamás no habría nunca atacado a Israel, actualmente existen dudas sobre qué tipo de proyecciones se darán sobre dicho conflicto.
Durante su primer mandato en la Casa Blanca, Donald Trump publicó junto a su asesor y yerno, Jared Kushner, el plan más detallado para una solución de dos Estados desde la era Bill Clinton.
Teniendo como punto de partida aquel plan del año 2020, titulado Paz para la prosperidad: una visión para mejorar las vidas de los pueblos palestino e israelí, Trump podría ser recordado como el presidente que preservó a Israel como democracia judía y ayudó a que naciera con seguridad un Estado palestino junto a ella.
No obstante, el principal obstáculo radica en que ninguna de las partes involucradas —principalmente Israel y Hamás, con el apoyo de Irán— estarían interesadas en aceptar el acuerdo en sus términos generales desde el atentado terrorista del 7 de octubre de 2023, que dio paso a la actual guerra que se libra no sólo en la Franja de Gaza, sino también en la Cisjordania ocupada, Siria, Líbano y con posibilidad de extenderse a Irán.
Si bien el plan original, de mantenerse, deberá modificarse a las nuevas realidades que atraviesa la región de Oriente Medio, lo cierto es que el nuevo gobierno de Trump iniciará con un fortalecido apoyo bipartidista hacia Israel.
Durante su primera administración, el republicano fue un abierto defensor de Israel, y promulgó, entre diversas acciones, una considerada clave: la declaración de Jerusalén como capital de este país y el traslado de su embajada a dicha ciudad desde Tel Aviv. Con estas medidas, revirtió décadas de política oficial estadounidense y, a la vez, animó a la base cristiana evangélica.
Estos movimientos —que Biden no ha deshecho—, fueron vistos por los palestinos como una toma de partido en la muy controvertida cuestión del estatus de Jerusalén.
Sin embargo, los avances durante su primera administración podrían verse opacados con la elección de Mike Huckabee como nuevo embajador de Estados Unidos en Israel, al tratarse de un partidario de la anexión de Cisjordania por parte de la nación judía.
GABINETE: POLÍTICOS, EMPRESARIOS Y CELEBRIDADES
Polémicos nombramientos han sido anunciados por Donald Trump y su equipo de transición desde que se coronó victorioso de las elecciones de noviembre.
Con pocos cargos pendientes por definir, el republicano ha dado posiciones clave a personalidades leales a su causa política, entre ellos radicales y gente sin experiencia en la administración pública.
El principal compañero de Trump es J.D. Vance, su vicepresidente electo. El senador por Ohio de 40 años es considerado un político abierto a la guerra contra las drogas.
Durante sus mítines de apoyo a la candidatura de Trump a la Casa Blanca, Vance se mostró dispuesto a clasificar a los cárteles de la droga mexicanos como terroristas, una asignación que, según la Constitución de Estados Unidos, permitiría al Congreso de la Unión Americana iniciar operaciones militares en territorio nacional para detener o ultimar a los principales capos de la droga. Las posturas de J.D. Vance tienen su origen, según su autobiografía, en una infancia marcada por el consumo de drogas de su madre y su paso por la milicia.
Entre los nombramientos de alta relevancia está Marco Rubio, considerado histórico debido a ser el primer hijo de migrantes —cubanos— en llegar al Departamento de Estado estadounidense. Considerado un político duro en términos migratorios, el senador de Florida es reconocido por sus posiciones intransigentes hacia China, Cuba, Venezuela e Irán, y estuvo entre los finalistas a convertirse en compañero de fórmula de Trump hace unos meses. Cabe recalcar que sus críticos le han acusado de cambiar su ideología para alinearse a las de Donald Trump.
Analistas creen que su nombramiento como secretario de Estado puede desatar el nerviosismo en Cuba, Venezuela o Nicaragua, cuyos gobiernos han estado en el centro de los ataques más feroces de Rubio contra lo que considera como autoritarismo de izquierda.
“La dictadura de Maduro está experimentando una fractura interna y sus miembros saben que su status quo, el cual está repleto de incompetencia, no es sostenible”, dijo el senador republicano tras las elecciones de julio en Venezuela, en las que Maduro se declaró ganador sin dar a conocer las actas electorales.
En la misma línea centrada en diplomacia y seguridad se encuentra Tom Hoffman, nombrado zar fronterizo. Fue parte del primer gobierno de Trump al frente del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), y era ampliamente previsto que se le ofreciera un cargo relacionado con la frontera después de que el republicano ganó los comicios.
Durante una entrevista en julio, dejó entrever que estaría dispuesto a “dirigir la operación de deportación más grande que este país haya visto”. Los demócratas han criticado a Hoffman por defender la política de “tolerancia cero” de Trump sobre los cruces fronterizos durante su primer mandato, la cual condujo a la separación de miles de familias de solicitantes de asilo en la frontera.
Si bien los primeros nombramientos estuvieron centrados en Migración y Seguridad Nacional, algunas personalidades de la televisión han relucido entre quienes conformarán el próximo equipo de trabajo del presidente electo republicano.
En el caso del próximo secretario de Defensa de Estados Unidos se encuentra el polémico nombramiento de Pete Hegseth, un expresentador de la cadena Fox News.
Hegseth, de 44 años, es un veterano de las guerras en Afganistán e Irak a quien el Congreso aún deberá confirmar su cargo al frente del Pentágono, y por consiguiente, de la mayor potencia militar del mundo.
Asimismo se encuentra como propuesta de Fiscal General la exprocuradora General de Florida, quien sustituye a Matt Gaetz, representante electo por el mismo estado, a quien se le acusó de silenciar a dos mujeres, cuyas identidades no fueron reveladas, para evitar una investigación sobre tráfico sexual. Otros nombramientos polémicos en áreas clave son el antivacunas Robert Kennedy Jr. en el Departamento de Salud o la celebridad televisiva Mehmet Oz a la dirección de los servicios de Medicaid y Medicare.
La creación de un nuevo departamento provocó también voces encontradas en Washington: el de Eficiencia Gubernamental. Uno de sus titulares será el magnate Elon Musk, principal donante de la campaña presidencial de Trump y actualmente el hombre más rico del mundo.
Se espera que el nuevo departamento, una entidad no gubernamental dirigida por el multimillonario Elon Musk y el empresario de biotecnología y exaspirante republicano a la presidencia Vivek Ramaswamy, impulse el fin del trabajo remoto en las agencias federales como una forma de ayudar a reducir la mano de obra federal a través de la deserción. Tanto Musk como Ramaswamy han lamentado recientemente el número de empleados de la administración pública que trabajan a distancia.
Los planes de nombramiento de Trump están siendo sometidos a consideración de una petición personal de que el Congreso entre en receso una vez iniciado su mandato este 20 de enero, lo cual le permitiría realizar las asignaciones de cada departamento sin autorización previa de los legisladores.
Trump ha creado un “sismo” en Washington y a nueve años de que comenzara a alterar las normas políticas de la nación más poderosa del mundo, sus primeros nombramientos y acciones supondrán una prueba de estrés generacional para el sistema americano.