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La frontera está en todas partes

Arte para visibilizar a quienes caminan

(Ramón Sotomayor).

(Ramón Sotomayor).

SAÚL RODRÍGUEZ

En el Éxodo, el segundo libro de la Biblia, se narra cómo el pueblo judío, tras liberarse de Egipto, erró durante cuarenta años por el desierto. Transitar por ese terreno hostil significaba buscar la llamada Tierra Prometida. Hombres, mujeres, niños, ancianos, todos vagaron juntos por las dunas. Se estima que la migración más famosa de la historia sucedió durante el siglo XIII antes de Cristo. Se forma así una pregunta cuyo eco asciende a más de tres mil años.

Hoy la migración, en muchas ocasiones, es vista como un problema global. Datos de la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), revelan que al 1 de julio de 2020, el número de migrantes en todo el mundo ascendía a casi 281 millones. La cantidad de migrantes ha aumentado en las últimas dos décadas. Actualmente representan el 3.5 por ciento de la población mundial, cuando en el 2000 eran el 2.8 y en 1980 el 2.3 por ciento, respectivamente.

En este contexto, el papel de México es singular. Se trata de un territorio que históricamente recibe y exporta migrantes. Quienes entran al país en busca del llamado sueño americano se arriesgan y se exponen a una violencia desbordada por el narcotráfico y otras causas. La ruta migratoria que pasa por México con dirección a Estados Unidos es la más letal del continente. Tan sólo de enero a junio de 2022, se registraron 205 migrantes fallecidos entre estas dos naciones. Además, ellos, los que caminan, también desaparecen. De las 100 mil personas desaparecidas en México, tres mil 399 son migrantantes.

La Secretaría de Gobernación indica que 178 mil migrantes entraron a México durante los primeros 11 meses de 2023. Pero, ¿por qué los migrantes que transitan por suelo mexicano han decidido salir de sus países? Las razones son diversas. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), entre ellas se encuentra la búsqueda de trabajo y nuevas oportunidades económicas (49 por ciento), así como la inseguridad y la violencia (36.9 por ciento). Los números son muy duros, pero el tema va mucho más allá de las cifras oficiales.

(Ramón Sotomayor).
(Ramón Sotomayor).

ELLOS, LOS QUE CAMINAN

Migrar también es un derecho, algo que ha quedado claro para la plataforma artística coahuilense RUMA, la cual fue fundada en 2020 por la artista y gestora cultural Nicté Ruiz. Este proyecto, compuesto por decenas de artistas coahuilenses, posee también un enfoque social empleado para visibilizar a las poblaciones vulnerables, ayudar en la elaboración de denuncias y romper el silencio

“El compromiso del artista plástico también es ése. No solamente es pintar cosas hermosas o paisajes, ¡no! También nosotros tenemos la responsabilidad de hablar del momento histórico que nos tocó vivir”, compartió Ruiz.

La exposición El viaje. La frontera está en todas partes, que en la actualidad se expone en la Galería del Teatro Isauro Martínez (TIM) de Torreón —en una colaboración entre RUMA, el Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE) y el propio teatro— es claro ejemplo de lo anterior. Compuesta por cinco obras pictóricas en acrílico de gran formato, cincuenta papalotes, la proyección de un documental y una muestra fotográfica, cuenta con la participación de más de cincuenta artistas coahuilenses y cinco migrantes, quienes comparten su perspectiva ante esta circunstancia.

Su nombre refiere a una investigación realizada por el doctor Mario Luis Fuentes Alcalá, politólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), misma que ha impreso en el libro La frontera está en todas partes (UNAM, 2023). En ella, el autor aborda las condiciones sociales a las que son sometidos los migrantes en el país.

Sobre la exposición, Fuentes Alcalá declaró a Siglo Nuevo que ante fenómenos como el migratorio, las artes y la literatura pueden transmitir algo que ni siquiera los académicos son capaces de abordar. Detrás de los migrantes, de las personas que caminan, marchan una serie de sentimientos y emociones, tristezas y luchas desgarradoras.

“Creo que el arte es un complemento para entender la realidad. Quien no lee novelas, no ve pinturas y piensa que sólo por un artículo académico puede comprender el enorme desafía que es caminar con tu familia, para tratar de llevarlos a un lugar más seguro, se va a encontrar que faltan palabras”, declaró el investigador.

(Ramón Sotomayor).
(Ramón Sotomayor).

ÉXODO LATINOAMERICANO

Las cinco piezas en gran formato de la exposición narran en conjunto una especie de éxodo. El primer panel muestra un paisaje formado por verdes montañas y un lago, en cuyas aguas parecen cristalizarse los sueños de quienes dejaran sus tierras. La madre brinda agua y comida al migrante, cuya familia lo espera para partir, pues un nuevo rasgo de los actuales fenómenos migratorios es que ya no sólo viajan hombres, sino también mujeres, niños y ancianos, como en aquel episodio bíblico.

En este tenor, la pintura invita a otra especie de reflejo: ¿qué haría el espectador si estuviese en los zapatos de estas personas? Imaginar que se abandona lo que más se ama debido a la falta de oportunidades, a la guerra, a la persecución política o a otras cuestiones dolorosas, abre un hueco en el mar de las palabras. ¿Qué puede decirse al respecto? ¿Habrá que tratar de pasar por ese silencio tal y como lo hizo Moisés?

El siguiente panel habla sobre la entrada de los migrantes a México. Antes de osar alcanzar el sueño americano habrá que cruzar este territorio minado por fosas clandestinas, despojado de garantías individuales y donde el anonimato reemplaza con oportunismo el nombre de quienes aquí se vuelven nadie. El México turístico, maquillado con paraísos utópicos como la Riviera Maya, muestra su rostro más hostil: los migrantes son vigilados por soldados, como si migrar fuese sinónimo de delito.

La tercera de las obras traza el recorrido de los migrantes por el territorio mexicano. Sus siluetas son ventanas donde se les puede ver trepados en La Bestia, ese ferrocarril impredecible, en cuyos vagones de carga depositan la mayoría de sus esperanzas. Peregrinos de su propia fe, se arriesgan a viajar sin condiciones de seguridad, exponiéndose a una fatal caída, al asecho de los bandidos, a las garras del narcotráfico, a las extorsiones de quienes controlan esos terrenos o a una redada por parte de las autoridades. Lo que viven en el tren va más allá del lenguaje, por eso cabría acudir a los versos escritos por el poeta Balam Rodrigo en El libro centroamericano de los muertos (Fondo de Cultura Económica, 2018):

“Y Dios también estaba en exilio, migrando sin término; / viajaba montado en La Bestia y no había sufrido crucifixión / sino mutilación de piernas, brazos, mudo y cenizo todo Él / mientras caía desde la cruz desde los altos cielos, / arrojado por malandros desde las negras nubes del tren”.

En la cuarta imagen, los migrantes lograron sobrevivir al viacrusis de cruzar México han llegado a la frontera. Un alambre de púas es la antesala al inhóspito desierto y representa a esas fronteras imaginarias que las naciones intentan hacer tangibles a través de cercas o inmensos muros. Las siluetas en tonos cálidos se adentran en la inmensidad de la aridez. No hay descanso, el viaje no ha concluido.

Finalmente, en el quinto panel, los viajeros han logrado llegar a Estados Unidos, pero el sueño americano dista mucho de lo dibujado por las palabras: un muro fronterizo contrasta con la Estatua de la Libertad de Nueva York, la cual tiene el rostro desencajado. Además, un agente de la Border Patroll vigila de espaldas, mientras dos niños migrantes aparecen prisioneros y aprietan con sus manos los barrotes de la pequeña celda, en una referencia a la agresiva política migratoria que el expresidente Donald Trump.

El trabajo de los paneles es obra de las artistas David Adame, Sofía Ruiz, Gloria Aguillón, Voroca Dávila y Nicte Ruiz. La exposición es complementada por la serie fotográfica de Vanessa García y la videoinstalación de Reginaldo Chapa.

Además, sobre los paneles se han colocado 50 papalotes, intervenidos por la misma cantidad de artistas, en una referencia a que migrar también es volar, y volar es ir en busca de libertad.

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