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La insaciable búsqueda del amor en la era digital

En una sociedad que mercantiliza todas las actividades, las experiencias sexuales y afectivas también se han vuelto productos de consumo. Una de las manifestaciones de esta realidad son las apps de citas.

Imagen: Freepik

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JESÚS CERVANTES

Imaginemos una sociedad en la que estemos obligados a vivir en pareja; quien no lo haga dejará de ser humano para convertirse en animal y, así, tener una segunda oportunidad de encontrar el amor. 

Esa es la premisa de la película LangostaThe Lobster—, (2015), de Yorgos Lanthimos, que puede interpretarse como una crítica a uno de los mitos fundamentales del amor romántico: es necesario estar en pareja para ser feliz. Pero, ¿realmente es así? ¿Debemos estar en pareja para sentirnos plenos? 

Vivimos en una posmodernidad que se caracteriza por cuestionar y reconfigurar diversos constructos sociales arraigados que, aunque en algún momento tuvieron su razón de ser, a la luz del presente parecen no tener mucho sentido. 

En el campo del amor se han diversificado y ampliado instituciones como el matrimonio, la familia y el noviazgo. Sin embargo, pareciera que ciertos conceptos se resisten a ser cuestionados, como la idea de que una persona no quiera estar en pareja. 

Esto puede asociarse a otro aspecto fundamental de la posmodernidad: el consumo. Nos caracterizamos por consumir productos y experiencias de manera desproporcionada, incluso si se trata de experiencias afectivo-sexuales. 

RELACIÓN VS CONEXIÓN 

Aunque la revolución sexual, iniciada entre las décadas de los sesenta y setenta, buscaba el derecho de todas las personas para decidir sobre sus cuerpos y sus deseos, pareciera que este moviento terminó por interpretarse como la búsqueda constante de placer. 

La diferencia entre consumir placer y relacionarse erótica y amorosamente, radica en el sentido que se le da al Otro: en el encuentro sexual amoroso —independientemente de que suceda en una relación formal o no—, se toma en cuenta al Otro para dar y recibir placer o afecto; en cambio, en el consumo del placer pasa a ser un objeto a través del cual satisfacemos nuestras necesidades. 

Las apps de citas favorecen una dinámica en que si la persona no cumple las expectativas propias, se ve como algo desechable. Imagen: Freepik
Las apps de citas favorecen una dinámica en que si la persona no cumple las expectativas propias, se ve como algo desechable. Imagen: Freepik

Dicho en otras palabras, en el consumo del placer se usa al Otro; en el encuentro erótico amoroso se convive con el Otro. 

Uno de los mecanismos a través de los cuales se promueve y se refuerza el consumo sexual y afectivo son las aplicaciones de citas, como Tinder, Bumble, OkCupid o Grindr. 

Cuando surgieron las apps de citas imaginamos un mundo donde las posibilidades amorosas y sexuales serían infinitas; donde podríamos relacionarnos no sólo con quienes estaban cerca geográficamente, sino con cualquier persona del mundo; donde se ampliaban los horizontes de encuentro físico y virtual. Poco pensamos en el tedio que podría ocasionar la sobreoferta afectiva y sexual derivada de la cosificación del Otro. 

El sociólogo polaco-británico Zygmunt Bauman aborda este fenómeno en su libro Amor líquido (2003), en el que señala que en el mundo líquido —la sociedad actual— las personas han dejado de relacionarse y han empezado a conectarse. La diferencia entre la relación y la conexión es que la segunda no demanda compromiso ni exige un proyecto conjunto; es de fácil desprendimiento. De hecho, en el mundo líquido, las conexiones amorosas parecieran estar más cercanas a una dinámica de intercambio de valores, ya que se conservan solamente si no hay oportunidad de acceder a una “mejor”. 

Por otra parte, el filósofo y sociólogo esloveno Slavoj Žižek, señala que las apps de citas han intensificado la mercantilización del amor, además de acabar con el encuentro fortuito del mismo, toda vez que las personas —usuarios, en este caso— ingresan a estas plataformas digitales como quien entra a una tienda en línea, buscando a alguien que coincida con sus intereses.

EL TEDIO DE BUSCAR PAREJA 

El acceso a una cantidad innumerable de personas con las cuales conectar amorosa o sexualmente, puede provocar cierto tedio si se concibe al Otro como un objeto para satisfacer necesidades y no como un ser humano con quien relacionarse. 

La imposibilidad de elegir a la pareja perfecta entre miles de opciones eventualmente genera tedio y decepción. Imagen: Freepik
La imposibilidad de elegir a la pareja perfecta entre miles de opciones eventualmente genera tedio y decepción. Imagen: Freepik

Así como podemos estar horas y horas frente a la pantalla buscando qué ver en una aplicación de streaming —ya sea Netflix, Prime, Max, Vix, Mubi, etcétera— y no encontrar nada que nos llame la atención, de la misma manera, una vez que entra en las apps de citas, el usuario puede perder interés en las opciones que se le presentan.

Cualquiera pudiera pensar que se comete un error al comparar productos audiovisuales con individuos, sin embargo, las personas, en la dinámica de una app de citas, pueden ser percibidas como artículos de consumo. 

Así como ocurre con otras dinámicas de consumo, estamos determinados a pensar que debemos obtener sexo y amor constantemente porque eso nos da cierto valor. Pero aquí valdría la pena detenerse y pensar: ¿Realmente es necesario estar en una relación? ¿Realmente todas las personas deben desear encuentros sexuales? ¿Son las apps de citas un espacio funcional para todas y todos? 

Estas aplicaciones pueden ser interesantes y divertidas para quienes buscan conocer gente y pasar un rato agradable, incluso habrá quienes han encontrado a una persona con la que después formaron una relación significativa; sin embargo, también hay quienes han caído en el tedio del zapeo afectivo-sexual. 

Con esto no se pretende caer en la idea romantizada de que el amor era mejor antes que ahora, o que se están perdiendo los valores, o cualquier otro comentario que bien podríamos escuchar de nuestra tía conservadora, sino que se invita a la reflexión de aquellas situaciones que poco se abordan en esta nueva revolución sexual y afectiva que ha traído la tecnología, esos bemoles que trae consigo la aparente apertura en el terreno erótico y amoroso.

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