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La metamorfosis: surrealismo en la existencia

Franz Kafka vació sus inseguridades y heridas en Gregorio Samsa, protagonista de su novela más famosa, quien un día amanece convertido en insecto ante la repugnancia de su familia.

Imagen: Reddit

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JOSÉ LUIS AGUIRRE

Una vida marcada por la muerte y la tragedia se manifestó en la obra de Franz Kafka, escritor checo cuyos traumas y miedos figuraron a lo largo de su narrativa. 

Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883 en Praga, ciudad perteneciente entonces al Imperio Austrohúngaro, en el seno de una familia acaudalada. Fue el mayor de seis hijos. Con apenas siete años, enfrentó sus primeras tribulaciones: no soportaba ver los cariños de sus padres hacia Georg y Heinrich, sus dos hermanos menores. Deseó la muerte de los chicos con tal ahínco que, al cabo de algunos meses, la enfermedad los llevó a la tumba. Franz, desde temprana edad, se atiborró de culpas. Creyó que el poder de su mente había sido capaz de matarlos. 

La muerte de sus hermanos, aunada al autoritarismo y el desprecio por parte de su padre, forjó en Kafka una personalidad sombría e introvertida. Fue un adolescente tímido y enfermizo, inmiscuido en lecturas sobre historia del arte, sociología y filología alemana. A los catorce años, influenciado por los filósofos europeos de la época, comenzó a escribir. Sin embargo, sus escritos tempranos jamás pudieron ser conocidos. Hoy se sabe que Kafka tenía un temor abismal por manifestar las ideas que rondaban su cabeza y que, por ello, destruyó el noventa por ciento de su obra, ya que la consideraba ridícula, atemporal e indigna. 

Obligado por su padre, Kafka estudió Derecho, graduándose con honores. No obstante, nunca ejercería la profesión. Encontró un empleo de medio tiempo en una empresa, un puesto administrativo donde valoraba los accidentes laborales y otorgaba los subsidios generados por los mismos. Este trabajo sencillo dejaba las tardes libres a Kafka, lo que le permitió adentrarse con mayor dedicación en la escritura. La burocracia, el autoritarismo, el miedo y los primeros signos de una tuberculosis que comenzaba a manifestarse en su organismo, serían argumentos recurrentes en su obra. 

En 1915, Franz Kafka escribió su novela más conocida: La metamorfosis. Dos años después de su publicación fue diagnosticado con tuberculosis pulmonar, padecimiento que le impidió participar en la Primera Guerra Mundial y que lo llevó a pensionarse a los 35 años cumplidos. El resto de su vida lo pasaría escribiendo entre constantes visitas a diferentes sanatorios. Su manifiesta afinidad por los burdeles y la pornografía, hizo que las relaciones del joven Franz, de las que queda como registro una vasta correspondencia, fueran tormentosas. Kafka estuvo a punto de contraer matrimonio con Milena Jesenska, después con Felice Bauer y posteriormente con Julie Wohryzek; el miedo, las inseguridades y el constante rechazo del padre del escritor hacia ellas, hicieron que estas relaciones no llegaran a consumarse. 

Adaptación teatral de 'La metamorfosis', estrenada en 2016. Imagen: Walden Theatre
Adaptación teatral de "La metamorfosis", estrenada en 2016. Imagen: Walden Theatre

A partir de su rompimiento con Julie, la salud de Kafka fue deteriorando y, en 1923, fue hospitalizado en un sanatorio de Kierling, en Austria. Aquejado por una dolorosa tuberculosis de garganta que le impedía comer, escribió desde la cama de hospital Un artista del hambre, la última de sus obras. Falleció poco después, el 3 de junio de 1924, a los 40 años. Dora Diamant, el último de sus amores, lo acompañaría hasta el final de sus días. 

Poco antes de su muerte, Kafka escribió a Max Brod, su editor, quien también era uno de sus contados amigos, una carta donde le imploraba la quema de todos sus manuscritos, anotaciones y dibujos; por fortuna, no ocurrió así. Max Brod preservó los trabajos de Kafka que sobrevivieron a la destrucción por su propio autor y a la posterior ocupación nazi y holocausto en Praga: El proceso, El castillo, América, Cartas a Milena, Cartas a Felice, la Carta al padre y un puñado de relatos inéditos, que se publicaron póstumamente. 

La obra de Kafka vivió el auge poco tiempo después de la Segunda Guerra Mundial. Sus novelas y relatos despertaron el interés del público y los elogios de la crítica en general, por lo que fueron traducidos a la mayoría de los idiomas. Franz Kafka se convirtió en uno de los escritores más importantes e influyentes en la historia. El estilo particular de su escritura se ha denominado como kafkiano, un adjetivo utilizado para designar situaciones absurdas, envueltas en entornos surrealistas o de pesadilla, y que ha sido empleado para la ejecución de diversas obras cinematográficas, literatura, teatro, cómics y series de televisión. 

LA METAMORFOSIS 

Uno de los inicios más icónicos en la literatura universal es el de La metamorfosis. Publicada en 1915, esta novela corta comienza así: “Una mañana, después de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”. 

La obra relata, en sus 70 páginas, la historia de Gregorio Samsa, un comerciante viajero radicado en Praga. Luego de sufrir la metamorfosis, Samsa se percata que tan solo él ha cambiado. Su familia, conformada por los padres y su hermana Grete, a quienes él mantiene, se conserva igual. Lo único que a ellos les preocupa es que ahora tendrán que trabajar para subsistir, mientras que la salud y el terrible semblante de Gregorio quedan en segundo plano. Samsa, quien apenas puede moverse tras la transformación, es incapaz de articular palabra, y pierde toda comunicación efectiva. Su horrendo aspecto hace que la familia lo rechace y abandone, encerrándolo en su recámara. 

Otra interpretación es que el relato es un reflejo de la autoritaria figura paterna que tuvo Kafka. Imagen: Unsplash/ Vengadesh Sago
Otra interpretación es que el relato es un reflejo de la autoritaria figura paterna que tuvo Kafka. Imagen: Unsplash/ Vengadesh Sago

A pesar de verse totalmente transformado, por la mente de Gregorio Samsa desfilan las preocupaciones cotidianas: el trabajo, sus clientes, su supervisor, los reportes por entregar. Pero los sentidos del personaje comienzan a modificarse: pierde el agradable sabor de la comida que su hermana le deja en el piso, y comienza a interesarse por los desperdicios como el insecto que es. Samsa vive en la suciedad, rodeado de la violencia y el rechazo familiar, llevando consigo una autorreducción paulatina. No encuentra un objetivo más en su vida venida a menos y decide dejar de comer para morir. 

La empleada de limpieza desecha el cuerpo de una alimaña completamente nulificada. La familia, que para entonces ya había decidido liberarse de él, lejos de afligirse con la pérdida parece alegrarse de ello, y da prioridad a la búsqueda de novio para Grete, la hermana de Gregorio. Ella, quien al inicio de la obra parece ser la única que se compadece del protagonista, resulta ser la más beneficiada al final de la metamorfosis. 

Tras su publicación, La metamorfosis ha pasado por diferentes interpretaciones. Una, tomándola al estricto pie de la letra, se muestra como la historia surrealista y horrorosa de la mutación de una persona en bicho, una especie de escarabajo o cucaracha enorme que deja de encajar en el entorno laboral y en el núcleo familiar hasta su trágico desenlace. Otra es una alegoría al envejecimiento personificado en Gregorio Samsa, en una sociedad que avanza rápidamente y que no se detiene ni respeta lo que hay a su paso, ya sea la enfermedad, los cambios físicos y emocionales o la propia muerte. Otra interpretación, quizá la más aproximada a la idea del autor, muestra la novela como un reflejo, una venganza escrita hacia el autoritarismo que sufría Kafka por parte de su padre; autoritarismo que lo condujo a la inseguridad, al miedo habitual y a la autodestrucción paulatina que culminó en una enfermedad mortal. 

Desde el ángulo en que se quiera ver, La metamorfosis constituye una agobiante novela que raya el preciosismo, un perfecto ejercicio del surrealismo y el existencialismo, una obra cumbre en la literatura universal y, sobre todo, un vehículo de desfogue para Franz Kafka, quien logró transferir simbólicamente sus miedos, sus heridas y su perturbación hacia la espantosa figura de un insecto.

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