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A principios de los años 2000, empezaron a escucharse las voces de las personas que vivían violencia de género, práctica que comenzó a tipificarse como un delito. Se hizo notorio, además, que dentro de ese tipo de agresión también podría clasificarse la violencia institucional y, gracias al auge de los medios de comunicación digitales, cada vez fue más sencillo abrir el diálogo al respecto, incluyendo múltiples situaciones que habían sido normalizadas pero que sometían a las mujeres a ataques contra su integridad; por ejemplo, al momento de dar a luz.
El término violencia obstétrica hace referencia a la ejercida por profesionales de la salud –predominantemente médicos y personal de enfermería– hacia las mujeres embarazadas, en labor de parto y durante el puerperio. Constituye una violación a los derechos reproductivos y sexuales.
Es importante mencionar que no solamente son las mujeres en trabajo de parto quienes están expuestas a esta clase de violencia, sino que esta alcanza a sus familiares, incluyendo los recién nacidos. El personal de salud también suele ser víctima de estas agresiones, pues cuando son médicos residentes de primer grado, es común que reciban maltratos y humillaciones por su supuesta incompetencia por parte de residentes de grados superiores.
TIPOS DE VIOLENCIA OBSTÉTRICA
Entre las situaciones de violencia que experimentan las mujeres durante la atención obstétrica, se pueden encontrar:
Maltrato físico. Cuando se le niega el derecho al agua, a bañarse y a tener comunicación con la familia. También se manifiesta a través de empujones innecesarios o tocamientos.
Humillación y abuso verbal. Consiste en desestimar el dolor expresado por la madre en labor de parto, o bien, usar expresiones despectivas que hagan referencia a eventos previos de la mujer, sus prácticas sexuales, sus necesidades fisiológicas, su condición de clase social, el número de hijos que tiene, etcétera.
Espacios de atención materna insuficientes. Cuando la institución médica no cuenta con los espacios mínimamente equipados para que el alumbramiento se lleve a cabo con el instrumental adecuado, la privacidad y la dignidad de la mujer.
Maltrato cultural en salud reproductiva. Realizar algún tipo de discriminación —como negar la atención médica o algunos procedimientos— a ciertas culturas, etnias, religiones e, incluso, apariencias físicas.
PROCEDIMIENTOS NO CONSENTIDOS
Las prácticas hospitalarias se han vuelto un tema de discusión, pues existen testimonios que revelan que un gran porcentaje de procedimientos obstétricos son realizados sin necesidad, simplemente para facilitar el aprendizaje de estudiantes de medicina o para finalizar cuanto antes el trabajo de parto. Estos procesos no son solicitados por la paciente y, cuando esta expresa dudas respecto a ellos, usualmente recibe hostilidad por parte del personal.
Una de las prácticas innecesarias más comunes es alterar el curso natural de un parto de bajo riesgo mediante el uso de técnicas de aceleración, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer. Esto incluye la aplicación de cesáreas cuando existen condiciones para el parto natural o la ejecución de una episiotomía —incisión en la abertura vaginal— cuando hay espacio suficiente para que el bebé nazca. La realización de tactos vaginales aun cuando el médico a cargo ya ha determinado las condiciones del útero también se puede considerar violencia obstétrica por su carácter innecesario.
Por el contrario, en muchas ocasiones también se omite la atención oportuna y eficaz de las emergencias obstétricas, poniendo en riesgo la integridad –e incluso la vida– tanto de la madre como del bebé.
Asimismo, la colocación o administración de métodos anticonceptivos sin el consentimiento voluntario, expreso e informado de la paciente es una falta grave.
Otra mala praxis es obligar a la mujer a parir en posición supina y con las piernas levantadas, existiendo los medios necesarios para la realización de un parto vertical, en cuclillas o hincada —modalidades que reducen el dolor y el tiempo de alumbramiento—.
Finalmente, una práctica sumamente cruel es obstaculizar el apego del recién nacido con su madre, sin causa médica justificada, negándole a ella la posibilidad de cargarle y amamantarle inmediatamente después de nacer.
EL SILENCIO
La violencia obstétrica tiene a uno de sus mejores aliados en el callar de las víctimas. El trato frío y deshumanizado por parte de las instituciones favorece que estas prácticas se perpetúen, no solamente como procedimientos médicos, sino como símbolos de poder. Que una paciente no cuente con la posibilidad de comunicarse con sus familiares, que sea descalificada y humillada, que en labor de parto no cuente con poder sobre su propio cuerpo, convierte este proceso en un evento terrorífico por el que, lamentablemente, pasan una y otra vez las personas con menor poderío económico.
Parafraseando a la doctora Marbella Camacaro, la mayoría de las veces que las mujeres demandan atención por parte del sistema de salud, quedan relegadas en lo que se refiere a la toma de decisiones sobre sus propios cuerpos, de manera que son sometidas a una rutina médica que las margina de toda información sobre su proceso de salud y enfermedad.
Además, la carga laboral de los hospitales y clínicas incide en un ambiente de trabajo violento, agotador y despersonalizado que consume parte de la buena voluntad del personal de salud, que tiende a obviar el sufrimiento humano, los sentimientos y toda la parte emocional a la que también se le debiera brindar asistencia. Su atención, entonces, se centra en el evento y no en la mujer como persona, y la dimensión subjetiva del sufrimiento se ignora frente a la dimensión objetiva del saber.
APROXIMACIONES
La Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió diez principios para el cuidado del embarazo y el parto:
- Ser no medicalizados, proveyendo el mínimo de intervenciones que sean necesarias.
- Reducir el uso excesivo de tecnología o la aplicación de tecnología sofisticada o compleja cuando procedimientos más simples pueden ser suficientes o incluso superiores.
- Basarse en evidencia científica para tomar decisiones.
- Regionalizarse y desarrollar un sistema eficiente de referencias de centros de atención primaria a niveles de cuidado secundario y terciario.
- Incluir la participación multidisciplinaria de profesionales de la salud, tales como parteras, especialistas en obstetricia, neonatología, enfermería, educación del parto y de la maternidad, y ciencias sociales.
- Ser integral, basándose en las necesidades intelectuales, emocionales, sociales y culturales de las mujeres, sus niños/as y familias, y no solamente en un cuidado biológico.
- Centrarse en las familias y dirigirse hacia las necesidades tanto de la mujer y su hijo/a como de su pareja.
- Ser apropiados en cuanto a las diferentes pautas culturales que pueden permitir el logro de los objetivos de salud.
- Tener en cuenta la toma de decisión de las mujeres.
- Respetar la privacidad, la dignidad y la confidencialidad de las pacientes.
Nos encontramos todavía muy lejos de una solución a la violencia obstétrica, sin embargo, el conocer los derechos de las mujeres y familias en torno al parto, es un paso que nos acerca a la dignidad en un momento tan importante para el ser humano mismo, a comprender este fenómeno en toda su magnitud y que este sea un espacio para que no solamente las mujeres en trabajo de parto sean atendidas, sino todas las personas que están en el maravilloso proceso de darle la bienvenida a un nuevo ser.