La representación de un bacanal griego en la inauguración olímpica fue lo que causó mayor polémica entre el público al incluir a drag queens en el acto.
La inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 demostró que la revolución sexual aún está en curso. A pesar de los avances en la aceptación de la diversidad sexual en muchos contextos geográficos, culturales y políticos, la representación abierta y sin prejuicios sigue siendo un tema controvertido. La puesta en escena de la ceremonia de apertura, con elementos que desafiaron las normas tradicionales de género, provocó un debate global que evidencia que la lucha por la igualdad y la libertad sexual continúa.
Diversas manifestaciones artísticas han sido una herramienta a través de la cual se han expresado múltiples formas de liberación. Si bien el erotismo y la sexualidad han estado presentes en el arte a lo largo de la historia, en este artículo pretendemos hacer un repaso por el contexto cultural iberoamericano de la segunda mitad del siglo XX hasta la inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024.
DE LA MOVIDA A LA ACTUALIDAD
Durante la segunda mitad del siglo pasado, la revolución sexual tomó diversas expresiones artísticas para promover una serie de valores que pretendían cuestionar la moral de entonces, con el objetivo de construir una sociedad más abierta e incluyente.
A lo largo del mundo y en distintos contextos socioculturales, se presentaron movimientos que promovían, a través de las artes, la libertad de identidades, de preferencias y de placer. Por ejemplo, en España, con el fin de la dictadura franquista a finales de los años setenta, surgió la movida madrileña, también conocida simplemente como “la Movida”, una corriente contracultural que impulsaba todos aquellos valores de diversidad que fueron reprimidos durante el régimen totalitario.
En esa época, figuras como el grupo musical Mecano o el director de cine Pedro Almodóvar expresaron lo que en otros momentos era inimaginable. Utilizaron al arte como herramienta revolucionaria para cuestionar normas y castigos en torno a la sexualidad.
Aunque pareciera que la Movida es algo del pasado y que la diversidad sexual en un contexto como el iberoamericano es cada vez más aceptada —o incluso celebrada—, no hay que olvidar que no hace mucho tiempo (14 años) el cantante puertorriqueño Ricky Martin “salió del closet” al declarar públicamente su homosexualidad, desatando polémica, poco entendimiento y rechazo de algunas personas y grupos sociales.
Diez años después (en 2020), Pablo Alborán decidió publicar un video en su cuenta oficial de Instagram, donde dijo que necesitaba ser un poco más feliz de lo que ya era, y que para ello era necesario señalar: “estoy aquí para contaros que soy homosexual, que no pasa nada, que la vida sigue igual”. Sin embargo, a raíz de esta publicación surgieron mensajes homofóbicos en contra del cantautor español y de la comunidad LGBTQ+ en general.
REVOLUCIÓN VS PORNOGRAFIZACIÓN
A partir de la segunda mitad del siglo XX, muchos artistas desafiaron las convenciones y tabúes sexuales a través de sus obras, convirtiéndose en íconos de la liberación sexual e inspirando a generaciones de activistas. Sin embargo, es importante destacar que la sexualización en el arte no siempre es sinónimo de empoderamiento. En ocasiones, puede ser utilizada de manera superficial o incluso explotadora.
Si bien hoy en día son pocos los productos musicales, cinematográficos o plásticos que no utilizan escenas eróticas en su contenido, resulta necesario distinguir entre la pornografización de las artes y su uso como herramienta revolucionaria en torno a la sexualidad.
Aunque pareciera que son la misma cosa, tienen objetivos diametralmente opuestos: por un lado, la pornografización, en muchos casos, refuerza estereotipos y cosifica a las personas, reduciendo la sexualidad a un acto mecánico y deshumanizado. Por otro lado, el arte que aborda la intimidad de manera crítica y reflexiva puede ser una poderosa herramienta para desafiar las normas sociales, visibilizar las diversas formas de amar y desmitificar tabúes.
El arte es un espacio donde históricamente las personas han podido explorar su identidad sexual de manera libre y creativa. A través de la música, el cine, la literatura y otras disciplinas, se han creado universos donde lo que es considerado “normal” en la sociedad puede ser cuestionado y reimaginado, invitándonos a ampliar nuestros horizontes y a aceptar la diversidad en todas sus formas.
Al principio, este artículo tenía como premisa plantear que ya no hay nada revolucionario en utilizar la sexualidad en las artes, que lo revolucionario era tal vez huir de ese enfoque. Sin embargo, luego de recoger las reacciones en torno a la inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024, pareciera que no se ha superado del todo la represión en esta dimensión humana.
Si bien se han logrado avances significativos en la representación de la diversidad sexual en el arte, aún queda mucho por hacer. Es necesario seguir trabajando para garantizar que todas las voces sean escuchadas y que todas las experiencias sexuales consensuadas sean valoradas.
La inclusión de personas LGBTIQ+ en la creación artística, así como en los espacios culturales, es fundamental para construir una sociedad más justa y equitativa. La revolución sexual, lejos de ser un hecho del pasado, es un proceso continuo que se refleja en las expresiones artísticas más variadas. La inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 nos recuerda que la lucha por la igualdad y la libertad sexual sigue siendo una tarea pendiente.
El arte, como siempre, se erige como un espacio de resistencia y transformación, donde las identidades sexuales y de género encuentran una voz. Sin embargo, es fundamental que esta representación sea cada vez más inclusiva y respetuosa, alejándose de la pornografización y promoviendo una sexualidad libre, diversa y consciente.