Los poderosos veinte
¿Experimenta usted ansiedad y con frecuencia siente que su mente está embotada? ¿Es el agotamiento una constante en su vida a pesar de que cuida su alimentación y su salud? ¿Se la pasa entre la irritación y la depresión? ¿Los médicos no encuentran nada anormal en usted, pero de todos modos no se siente bien? En ese caso los poderosos veinte podrían ayudarle. ¿Qué poderosos veinte? Veinte minutos dedicados a una sesión de meditación.
Muchas personas asumen que la meditación forzosamente está vinculada con religiones y prácticas surgidas en Oriente, como el budismo y el yoga, o que forma parte de ese extravagante amasijo de creencias, rituales y supersticiones conocido como new age. Hay que aclararles que la meditación se ha practicado también en Occidente y que cuenta con altos exponentes como Benito de Nursia, Meister Eckhart, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz y Thomas Merton. Debería insistirse en que no es necesario profesar alguna religión para beneficiarse de esta práctica.
La meditación ha sido examinada a fondo. En Harvard, el doctor Herbert Benson puso a prueba a varios meditadores. Al analizar su actividad cerebral, constató que durante la meditación pasaban con rapidez de las ondas beta (15-30 Hz), que son las que se manifiestan en los estados de vigilia y alerta, a las ondas alfa (9-14 Hz), propias de estados de relajación y reposo. Incluso pudo apreciar que meditadores experimentados eran capaces de lograr ondas theta (4-8 Hz) y hasta ondas delta (1-3 Hz). Comprobó que la posibilidad de entrar a voluntad en esos patrones neurológicos resulta clave para la salud, pues así como la tensión prolongada siempre debilita el sistema inmunitario, el descanso profundo facilita su restauración y óptimo funcionamiento. Benson asegura que la meditación practicada dos veces al día, durante períodos de 20 minutos, incrementa los niveles de bienestar, claridad mental y autocontrol emocional.
El doctor Richard Davidson, neurocientífico de renombre internacional de la Universidad de Wisconsin, sometió a varios lamas a una rigurosa investigación sobre los cambios cerebrales al meditar, y tanto los encefalogramas como las imágenes de resonancia magnética mostraron resultados asombrosos. La corteza prefrontal izquierda, que es el área cerebral vinculada con las emociones positivas, mostraba actividad muy alta y un desarrollo creciente. Entre los examinados se encontraba Matthieu Ricard, quien fue llamado “el hombre más feliz de la tierra”, pues demostró en rigurosas condiciones de laboratorio ser capaz de alcanzar a voluntad niveles de euforia, incluso en presencia de estímulos perturbadores. Ricard renunció a una promisoria carrera científica para convertirse en monje y sostiene que la felicidad, la compasión y el altruismo se pueden alcanzar con prácticas meditativas.
Por su parte, Sara Lazar, neurocientífica de Massachusetts, presentó evidencias de que la meditación vuelve más densas las partes de la corteza cerebral responsables de la toma de decisiones, la atención y la memoria. Su estudio se centró en empleados de oficina del área de Boston que meditaban durante dos sesiones diarias de veinte minutos. Para la doctora Lazar quedó claro que esta práctica retrasa el adelgazamiento natural que la corteza cerebral sufre conforme se va envejeciendo.
¿Cómo meditar? Hay múltiples maneras de hacerlo. Algunas son en extremo sencillas, como la de Aldous Huxley, que simplemente ponía las palmas de sus manos sobre sus ojos y, ante su escritorio, permanecía sentado en silencio dos ratos cada día. El doctor Benson recomienda sosegar la respiración y repetir mentalmente una palabra o frase mientras se está sentado con los ojos cerrados y la espalda recta.
Óptimo es el método promovido por el monje benedictino británico John Main. Este sacerdote, tras hacer una síntesis de las mejores prácticas meditativas orientales y occidentales, propuso el siguiente procedimiento:
1) En un lugar tranquilo, sentarse con la espalda recta y las extremidades relajadas. 2) Entrecerrar los ojos. 3) Musitar una palabra o frase que nos resulte significativa. El padre Main recomienda la palabra maranatha, que en arameo significa “ven, Señor”. 4) Repetir la palabra sin prisas, acentuando de la misma forma cada una de sus sílabas. 5) Concentrar la atención en su sonido. 6) No pretender nada extra ni preocuparse por resultados. 7) Si aparecen ideas distractoras, volver con desapego la atención a la elegida.
¿Funciona? Por supuesto. Y venturosamente nos permite funcionar.