Saúl Rosales, autor de 'Malinche y la Conquista de México'. Imagen: Enrique Castruita
Hay ciertas palabras que se instalan en nuestra lengua, dejando un rastro de imaginación que sondea el paso de los siglos para decir lo que permanece y lo que un día cambió para dejar una cicatriz en la voz.
Es normal escuchar que la historia del país está repleta de sangre y traiciones. Sin embargo, lo que aquí nos atiende no es un relato con esos rasgos, aunque la tradición así lo haga parecer. El nombre de Malinche suele evocar, más que a una mujer veracruzana que nació en el siglo XVI, a una mujer que dio la espalda a sus paisanos, a una villana seducida por la civilización europea que cooperó con la aniquilación y el saqueo de nuestro pasado. Malinche y la conquista de México es un documento que se encargará de alterar la figura de la intérprete de lenguas y de una mujer valiente.
Los laguneros —por lo menos su comunidad lectora— ubican a Saúl Rosales Carrillo como un autor preocupado por la historia. Su mirada es aguda ante el trayecto de la evolución política. Es por eso que su repaso por la Conquista resulta estremecedor. Como se apunta en este volumen, no es la primera vez que se habla de Malitzin, por supuesto, pero sí estamos ante una visión intensa de esta mujer que, después de varios centenarios, continúa enfrentando el juicio y el desprecio.
Malinche y la conquista de México es un libro de carácter documental, publicado por la Universidad Autónoma de Coahuila en 2023. Dividido en tres secciones, se da a la tarea de recopilar información de otros autores que hablaron de la intervención española o que, incluso, la presenciaron; por ejemplo, el muchas veces citado Bernal Díaz del Castillo, el propio Hernán Cortés o investigadores como Duverger, Miguel León-Portilla, Fernanda Núñez Becerra o Camila Towsend. El propósito de la obra es recaudar información desde flancos puramente académicos hasta las visiones sensibles del teatro y la poesía, para procurar una perspectiva más completa, sólida y tridimensional del papel de Malinche en la historia de México.
EL NOMBRE
La primera zona, llamada, sin más, “Malinche”, habla justamente de la palabra “Malinche” y de todos esos marcos de referencia y juicios que la rondan. Y es que es necesario mencionar todo lo que su pronunciación resguarda. El autor sabe que la palabra es presencia y la presencia es algo que le preocupa a la lengua. “Convertir el apelativo infamante en nombre propio dará a la mujer que figura con estatura heroica en la fundación de la nacionalidad mexicana la dignidad, el trato reverencial, el honor que el sufijo náhuatl -itzin le otorgaba. Despojar de máculas y reivindicar “malinche” y también “indio”, manchados por el uso equivocado y despectivo, es una tarea pendiente. La convencionalidad de la lengua, así como los ensució, les puede dar lustre”.
El documento está motivado por una aspiración de justicia. Vale la pena mencionar que Saúl Rosales se ha despojado de cierto moralismo chantajista con el que algunos historiadores pretenden reivindicar a los personajes del pasado. La intención del autor es abarcar un panorama amplio y establecer una idea más fulminante al decir “Malinche”, esa palabra tan curiosa y problemática.
Cabe mencionar que en esta sección se adhiere una bitácora marcada, principalmente, por los años en que vivió Malitzin y por la fechas en las que su participación fue más relevante. Dicha guía funciona, a su vez, como un recuento biográfico que permite visualizar una faceta un tanto más humana de una mujer terrenal y comprometida con un momento histórico tan complicado para el país, participante de su transformación, situándose en medio de las espadas y las lanzas. En 1529, o quizás antes, después de su marcha por las guerras y las masacres, ella era un cadáver bello y joven.
Malinche también representa un nombre colectivo, compartido por una generación de mujeres oprimidas por los conquistadores, como si inauguraran, en esta tierra, un dominio patriarcal y europeo de esclavización. Lo decimos como si dijéramos “corrupción”, como si dijéramos “aquí olvidaron algo los españoles”, pero es necesario apuntar una de las oraciones más deslumbrantes que tiene el libro: “Cortés puede ser de Malinche tanto como Malinche puede ser de Cortés”.
Aunque no se mencione la palabra “agente”, hay que destacar que en los siguientes apartados del libro se buscará situar a esta mujer como un cuerpo de inteligencia y sensatez, como un alfil de movimiento certero en ese antiguo ajedrez que fue la Conquista, pues Malinche funcionó no sólo como una importante intérprete de los varios idiomas que llegó a dominar, sino como una diplomática que establecía acuerdos entre líderes, una aprendiz de tácticas de guerra y es posible que hasta consultora de estrategias y movimientos.
NOCHE TRISTE
Para la parte media del libro, titulada “Variaciones sobre la conquista de México” se toma como punto de partida cierta crónica de una victoria mexica ante los conquistadores. Se conoce como “la Noche Triste” a la expulsión de los españoles de Tenochtitlán, pero el relato sirve para introducir la crueldad de la campaña de Hernán. Aquí tenemos a un Cortés admirado por el paisaje y al mismo tiempo afectado por la presencia de su lengua, Malinche. Encontramos un enunciado importante: “Son los intérpretes ante amigos y enemigos… Malinche traductora ha de ser espectadora de algunos hechos crueles. Mediante ella y Aguilar Cortés interroga a 50 espías mexicas y enseguida manda cortarles las manos”; es decir, era un puente entre la brutalidad y la alianza, portadora de una especie de temblor replicado en otra lengua.
El relato concluye con un Tlatelolco devastado, olvidado y mutilado, no sólo por la intervención española, también por el tiempo y la indiferencia de nuestra era. Aquí se ofrece una visión amplificada de Marina, quien dominó el trazo de la guerra y fue la voz de la táctica y el liderazgo.
MÁS VARIACIONES
Para el tercer tramo del libro nos encontramos con distintas perspectivas e interpretaciones de la Conquista. Para empezar se nos dispone una nueva imagen de Malitzin: ella, frente a las tropas conquistadoras, escoltada por el rigor de las armaduras y las espadas, pero al mismo tiempo despojada del juicio y la aberración.
Más adelante y reconociendo la devoción de Saúl por Sor Juana, el autor se permite admitir una suerte de reseña o, más bien, apunte, sobre “Loa para el auto sacramental de El divino narciso”, de autoría, por supuesto, de la Americana Fénix, en donde aborda el rigor de la poesía que interviene en el ensamblaje de la conquista espiritual. Inés de la Cruz, convocada por Rosales, gestiona personajes que simbolizan el desplazamiento de Huitzilopochtli por la intervención del dios católico.
Ligeramente al margen, el autor también dedica un capítulo para hablar de la llegada de la viruela como una mancha de exterminio que no hizo más que intensificar la tragedia que partió de Veracruz hacia el resto del territorio. En otro momento, casi como crónica, Saúl aprovecha para hablar del cambio del cacao al chocolate o, mejor dicho, de la moneda al dulce.
Malinche y la conquista de México es un recuento de circunstancias y eventos desencadenados por la intervención de Marina en los procesos sádicos de la colonización, por llamarlos suavemente. Un libro necesario para el que busca una mirada condensada y alternativa de nuestra historia, pero también urgente para el hablante del español, para ese que necesita arrancarse la traición invisible.