Figuras que representan a víctimas de feminicidio colocadas durante una protesta frente a la Suprema Corte de Justicia en Ciudad de México, el 3 de octubre de este año. Foto: EFE/ José Méndez
Cecilia, Perla, Milagros, Fátima, Kimberly, Ana Patricia, María del Carmen, María Fernanda y Marcelina son algunas de las mujeres que han perdido la vida a manos del hombre que alguna vez les juró amor. Las últimas seis fueron ultimadas en Torreón este 2024, año en el que se han contabilizado 15 feminicidios en Coahuila hasta el mes de septiembre.
El feminicidio se define como la violencia más extrema ejercida en contra de una mujer. En México, de acuerdo con el Código Penal Federal, se castiga con 40 o hasta 60 años en prisión, aunque la pena puede aumentar hasta un tercio si la víctima es menor de edad, embarazada, adulta mayor o tiene discapacidad. Además, la persona que cometa feminicidio perderá todos los derechos con relación a la víctima, incluidos los sucesorios. También perderá los derechos con relación a los hijos de la víctima.
A todas ellas y a quienes han logrado sobrevivir se les recuerda este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, establecido desde 1993 pero que tiene sus orígenes 30 años antes.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal fueron brutalmente asesinadas por ser mujeres y activistas. Su único crimen fue haber luchado por sus derechos contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
En 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución 48/104 para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Y en 1999, para respaldar esta decisión, proclamó el 25 de noviembre como el Día Internacional.
LA HISTORIA DE CECILIA
En el marco de esta conmemoración se recuerda el caso de Cecilia Eguía en Torreón. Este 5 de octubre se cumplieron 10 años del hecho que dejara huérfanos de madre a tres menores, y a un hombre tras las rejas con la sentencia máxima por el delito de feminicidio.
Ceci, como la llamaban de cariño, tenía 29 años de edad cuando su expareja la ultimó en la casa que habían compartido como familia. Sus hijos tenían 7, 8 y 12 años de edad, y este hecho los marcó para siempre.
Este caso motivó la creación de uno de los colectivos que más movimientos ha generado en la región en apoyo a las familias de esas víctimas: Madres Poderosas, que ha incluido recientemente a papás que comparten el mismo dolor.
María Elena de la Fuente, madre de Ceci y fundadora del grupo, compartió su historia de forma serena pero con el mismo dolor que, dijo, la dejó “quebrada en mil pedazos”, los cuales día a día debe juntar para ver por sus tres nietos.
“Yo nunca creí capaz al papá de mis nietos de llegar a tanto”, expresó en entrevista María Elena al recordar lo sucedido.
Compartió que la violencia ejercida en contra de su hija por parte de su entonces esposo fue en aumento y llegó a afectar a sus propios hijos. Primero inició controlando sus salidas y sus gastos; tanto que al salir a trabajar la encerraba en casa, pues era extremadamente celoso. Cansada y ya con un hijo, Cecilia decidió un día escapar a casa de su madre con su pequeño en brazos. Ahí permaneció durante seis meses. Édgar, su esposo, le rogó que regresara e incluso le prometió tomar terapia y cambiar. Y regresaron.
El único cambio que tuvo fue ser más agresivo. Además de no dejarla salir, la agredía verbalmente sin importar quién estuviera presente. María Elena llegó a ser testigo de esos arranques, hecho que llenaba de vergüenza a su hija. Los años pasaron y un día Cecilia le dijo que quería divorciarse, noticia que la sorprendió e, incluso, la invadió una sensación extraña en su pecho. “Pues divórciate”, le dijo la madre.
La decisión de Ceci era porque la violencia había alcanzado a su hijo mayor, entonces de alrededor de 11 años de edad. También a su hija menor; como parte de sus regaños, Édgar la tomaba por las patillas del cabello y la levantaba mientras la pequeña, entre lágrimas, trataba de quedarse de puntillas para que el dolor fuera menor, según los relatos que sus nietos le compartieron a María Elena.
“Yo digo que era como vergüenza, porque le decía ‘mira, hija, no regreses, yo trabajo, podemos hacer algo, vendemos cosas, pero no regreses, no tienes por qué aguantarlo’. ‘Yo sí quiero regresar porque ya cambió’, me decía”. Ante tal decisión, su madre la visitaba todos los días, “porque sentía un temor, como un presentimiento de algo que las mamás tenemos, y todos los días, aunque fuera de pasadita, yo tenía que verla”.
Hasta ese 2 de octubre de 2014. Cecilia había logrado divorciarse de su marido hace sólo un mes. Ese jueves, ella se quedaría a cuidar a su sobrino que acababan de operar, pero nunca llegó. Aunque había solicitado una orden de restricción, la noche anterior Édgar se quedó en casa, presuntamente porque iba a donar sangre en apoyo a su sobrino, ya que habían solicitado varios donadores por la intervención a la que sería sometido y, como vivía en Gómez Palacio, debía trasladarse al otro día muy temprano al Seguro Social.
Al día siguiente, luego de saber que nunca llegó y al no localizarla por teléfono, la madre y una de las hermanas de Ceci decidieron buscarla en su casa. Ver las llaves colgadas de su hija, como siempre lo hacía, hizo dudar a María Elena de lo que le había dicho su exyerno: que Cecilia los había abandonado.
Otro detalle que notaron fue que la casa estaba extrañamente ordenada, “los botes de basura olían mucho a pinol y cloro”.
Fue entonces que su búsqueda comenzó en los hospitales de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo. “Fuimos a poner la denuncia por desaparición”, dijo la madre de Ceci. Sobrinos, vecinos, compañeros de trabajo y elementos de las diversas corporaciones se sumaron a la tarea.
Tres días después, el cuerpo fue localizado en un lote baldío en la colonia ExHacienda La Joya en Torreón, a unos kilómetros de su hogar. Se encontraba en tan mal estado que fue necesario realizar pruebas de ADN para su identificación.
Su nieto mayor le compartió a María Elena que esa noche escuchó voces de discusión entre sus papás. “Me dijo ‘cuando yo me asomo veo que la saca cargada, pero los piecitos de mi mamá iban descalzos y su brazo iba colgando, y su cabeza hacia atrás. Pensé que se había desmayado y que la iba a llevar al Seguro’”. Y cuando llegó por ellos, les dijo que iría a buscar a su mamá porque no la encontraba.
El caso de Cecilia tardó nueve años en encontrar la justicia, pues aunque el responsable fue detenido el 30 de octubre de 2014, se cumplimentó una orden en su contra. Édgar fue ingresado al Cereso de Torreón, pero fue hasta el año 2023 que se le dictó sentencia condenatoria de 50 años de prisión, que es la pena máxima por el delito de feminicidio. Aunque presentó un amparo para la reducción de su condena, su proceso sigue.
“Se logró la justicia, sí, pero no va a regresar nunca. El daño ya está hecho, porque por más que le den 100 años, no me regresa a mi hija. Son dolores, pérdidas, traumas, que se tienen que ir aprendiendo a superar. Es un proceso muy difícil”, reconoció María Elena de la Fuente, madre de Cecilia Eguía, quien ahora ha dedicado su vida a ayudar a mujeres que, como ella, han perdido a una hija.
DE LO MÁS CRUEL
Otro tipo de violencia que se ha hecho presente en los últimos años es la llamada “violencia con ácido”, considerada como una de las más crueles por los daños irreversibles que deja en las víctimas, tanto de forma física como psicológica. Pese a su gravedad y, sobre todo, a que se han registrado casos en el territorio, ni Coahuila ni Durango han modificado su legislación para tipificar y castigar este nuevo delito.
Esta ley, presente en muy pocos estados, también es conocida como Ley Malena, en honor a María Elena Ríos Ortiz, quien fuera víctima de este tipo de agresión en 2019, mientras se encontraba en su lugar de trabajo, ataque orquestado por su expareja. Es una joven saxofonista oaxaqueña, comunicadora y, en los últimos años, activista en contra de la violencia de género.
Derivado de este suceso y de su lucha sostenida para la obtención de justicia, se ha logrado legislar este delito, siendo el estado de Puebla el pionero en decretar una norma sobre los ataques con ácido.
De acuerdo con un informe proporcionado por la Secretaría de Gobernación en atención a una solicitud de información, de 2023 a septiembre de 2024 se reportaron en el país 331 agresiones o amenazas con ácido u otras sustancias. En ese periodo, Coahuila acumuló un total de 18 casos de violencia con ácido contra mujeres; mientras que en Durango, en 2023, se reportó un total de nueve. En dicho informe no se aclara cuántos de estos casos sólo quedaron en amenazas.
La entidad en donde más ataques se han reportado en ese lapso es Chihuahua, con un acumulado de 41, de los cuales 33 ocurrieron hasta el año pasado, mientras que en lo que va del 2024 se han registrado ocho, cifra que encabeza el listado en este año.
Le sigue Aguascalientes con 28 casos, de los cuales 24 se reportaron hasta 2023 y cuatro en lo que va de 2024. La tercera posición la ocupan los estados de Baja California y Jalisco, ambos con 27 casos, de los cuales Baja California registró siete en este año, mientras que Jalisco cuenta con dos.
En 2023, las 32 entidades de la República contabilizaron por lo menos un caso de este tipo de violencia de género, pero en lo que va de 2024, los estados en que no se ha producido un solo ataque son: Chiapas, Ciudad de México, Durango, Guanajuato, Guerrero, Nayarit, Sinaloa y Zacatecas.
De acuerdo con el documento Violencia de Género con Ácido: Una de las Manifestaciones más crueles del machismo en México, de Irma del R. Kánter, publicado por el Senado de la República, “en años recientes, algunos congresos estatales modificaron el marco jurídico para definir este tipo de lesiones como violencia ácida y tipificarlas como un nuevo delito en sus respectivas legislaciones penales. Sin embargo, en muchos casos aún se considera como lesiones simples que se castigan con muy pocos años de prisión”.
Se señala que en 13 entidades —Campeche, Chiapas, Coahuila, Durango, Guanajuato, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y Zacatecas— las legislaciones no visibilizan ni penalizan el delito de lesiones provocadas con ácidos u otras sustancias químicas o corrosivas, lo que impide a las mujeres sobrevivientes el acceso a la justicia, la reparación de los daños ocasionados y la sanción de los agresores.
EN CIFRAS
De acuerdo con el Banco Nacional de Datos e Información sobre casos de Violencia contra las Mujeres (Banavim), creado en 2007 tras la aprobación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV) por el Congreso de la Unión, la violencia psicológica encabeza el listado de agresiones en contra de niñas y mujeres en 2024.
Al mes de septiembre se tiene un registro de 1.5 millones de casos de violencia psicológica, seguida por la física con poco más de un millón de incidentes y la económica con casi medio millón de reportes. En los últimos sitios se encuentran la violencia sexual y la patrimonial. En cuanto a la modalidad, la familiar es la que encabeza el listado.
El Banavim está compuesto por información proporcionada por los miembros del Sistema Nacional para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (SNPASEVM) y las instituciones de gobierno de las entidades federativas, los cuales ingresan datos sobre los casos de violencia contra las mujeres atendidos o identificados en el ejercicio de sus respectivas atribuciones, con el propósito de generar reportes estadísticos que permitan realizar acciones de prevención y erradicación de este tipo de agresiones, así como un seguimiento de cada caso sucedido.
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, al corte del 25 de septiembre de 2024, informa que un total de dos mil 624 mujeres perdieron la vida: 598 víctimas de feminicidio y dos mil 26 por homicidio doloso.
El delito de feminicidio se ha incrementado de 2015 a la fecha, ya que para entonces el registro fue de 413 casos, mientras que en 2016 fue de 607, en 2017 de 744, en 2018 de 899, 2019 cerró con 944, 2020 con 947, 2021 con 982, 2022 con 961 —una ligera baja—, 2023 con 833 y en 2024 se han contabilizado 598.
En el Estado de México se ha registrado el mayor número de casos con 52, seguido por Nuevo León con 50, Ciudad de México con 42, y Morelos y Veracruz con 41. Coahuila aparece con 16 y Durango con 10 al corte del mes de septiembre.
La lista de los 10 municipios con el mayor número de feminicidios la encabeza Ciudad Juárez, Chihuahua, con 20 casos; Tijuana, Baja California, con 13, y Chihuahua capital con 11. Entre estas ciudades aparece Torreón, con un total de 7 casos reportados.
Cabe mencionar que el homicidio doloso se define como el delito que se comete cuando se mata a una o más personas de manera intencional y consciente. Guanajuato es el estado con el mayor número al contabilizar un total de 267 al momento. Durango aparece con seis, al igual que Coahuila.
LA PENA MATA
De acuerdo con Suzanne Duclaud Colunga, psicóloga especialista en violencia hacia la mujer, este tema se remonta a miles de años. Ahora, gracias a la tecnología, la problemática es más visible, además de que la mujer está más empoderada y decide hablar.
La experta explicó que la carga cultural es quizá una de las piezas más importantes en lo que se refiere a este tipo de violencia. Si bien los hombres pueden dar señales de ser agresivos desde pequeños, se tiene la idea de que sus agresiones son por “protección a la mujer”.
Ya en el noviazgo, las mujeres tienen la falsa idea de que sin celos no hay amor y, sobre todo, que su pareja agresiva cambiará cuando se casen o cuando nazca el primer hijo, pero ese cambio jamás llega.
“Ese hombre desde el inicio empieza a mostrar control: ‘no me gusta que uses falda, no te juntes con esas amigas’, y si la mujer se atreve a decir algo les dicen: ‘no desconfío de ti, desconfío de ellas’… entonces empiezan a sentir miedo porque el control es cada vez mayor”, detalló la especialista, de ahí que las cifras de violencia psicológica han estado por encima de la física y económica.
Es entonces que comienza el llamado círculo de la violencia. Este es un concepto desarrollado por la psicóloga norteamericana Lenore E. Walker, quien planteó que la violencia contra las mujeres aumenta de forma cíclica o en espiral ascendente, especialmente la ejercida por sus parejas.
El ciclo inicia con la fase de tensión, en que el hombre expresa hostilidad, pero no en forma explosiva; mientras que la mujer intenta calmar, complacer o evitar molestias a su agresor, tratando de controlar la situación.
En la fase de agresión, esta es totalmente visible. En ella la mujer tiene pruebas para denunciar y motivación para solicitar ayuda y terminar el abuso, sin embargo, el temor puede impedir que tome las acciones pertinentes. “El hombre se empodera, grita y la mujer se va disminuyendo. En algún punto él fue tan hábil que te hizo sentir que estás mal”, explicó la psicóloga.
Luego llega la reconciliación o luna de miel, en donde llega el arrepentimiento del hombre o bien, la mujer piensa qué hará sin él, qué pensarán los demás, y regresan. Y todo vuelve al inicio.
Pero, de acuerdo con la especialista, es posible salir de ese círculo. Para ello es necesario contar con una red de apoyo, ya sea la madre, una amiga, un familiar, que haga ver a la víctima que no está bien lo que está viviendo.
“Una de las cosas que hace el varón es que corta las redes de apoyo, por eso siempre pedimos a las mujeres ‘acércate con quien tengas confianza, platica todo’; alguien que les dé apoyo, alguien que las saque de esa voz de ‘tu estás mal’, ‘estás loca’. Que no tengan vergüenza, porque si se quedan ahí empieza la inhabilidad aprendida, aprenden que no son capaces de hacer nada”, explicó Duclaud Colunga.
De ahí la necesidad de contar con instancias que brinden apoyo a las víctimas de violencia, para que logren salir de ese círculo y de esa inhabilidad aprendida.
La experta aclaró, además, que el consumo de drogas, como el cristal y el fentanilo, que ha ido en aumento en los últimos años, de acuerdo con cifras de los Centros de Integración Juvenil de la región Laguna, no son la causa de la violencia hacia la mujer.
“El consumo de drogas ha existido siempre, no es la causa principal de la violencia, pero sí es un detonante para que se ejerza”, recalcó, ya que como se mencionó líneas arriba, la carga cultural es la determinante. Para quien ejerce la violencia es normal hacerlo si él la vivió en casa.
AL RESCATE
Asociaciones como Mujeres Solidarias en Acción Social de la Laguna A.C (Musas) aparecen en esta escena para contribuir en la tarea que las autoridades no pueden cubrir en su totalidad.
Musas se ha convertido en un aliado importante no sólo para Coahuila y Durango, sino también para otras entidades federativas, al brindar apoyo multidisciplinario a las víctimas de violencia y sus familias, poniéndolas a salvo en lugares seguros.
La historia de esta organización comenzó a escribirse hace 20 años. María Evangelina Velázquez Reyes, actual directora del lugar, inició con un proceso de prevención junto con una amiga. Ambas recorrieron colonias de Torreón a través de un programa llamado Hábitat ONU-Mujeres, en el que brindaban capacitación de género y de no violencia a grupos de ciudadanas.
“A mí siempre me ha gustado el trabajo con las mujeres porque anteriormente coordiné un programa de Mujeres en Solidaridad en Gómez Palacio, impulsando proyectos productivos y sociales en comunidades de pobreza extrema. Y el programa concluyó como cada sexenio, pero quise continuar con los proyectos”, compartió María Evangelina.
Conforme iban llegando a cada rincón, las mujeres víctimas de violencia comenzaron a acercarse cada vez más. Eso las motivó a crecer y ofrecer su apoyo de una manera más personalizada.
“Nosotros íbamos a dar talleres a las colonias y de ahí surgió la idea de hacer una oficina para la atención a las mujeres, porque ya se fueron acercando a preguntar sobre los tipos de violencia, atención psicológica, trabajo social. Yo inicié en una casita de interés social en la colonia Nueva Merced, ahí fue la primera oficina en el 2004 y posteriormente creció. Fueron dos casitas que me dieron en comodato y se pensó en hacer como un resguardo”. La idea era “rescatar” a esas mujeres cuya vida corría peligro.
Evangelina aún tiene presente a la primera mujer que albergó en el refugio. Se trataba de una guatemalteca con seis hijos, quien se acercó y pidió ayuda en un taller ofrecido en la colonia Zaragoza Sur. De ahí a la fecha se han atendido cientos de víctimas de todas las edades.
“Conforme pasó el tiempo, creció la atención y empezamos a buscar un espacio aparte para oficina externa, como la actual, para tener atención psicológica, jurídica, trabajo social, talleres, emprendimientos. Aquí se les orienta, se les apoya hasta en gestiones, todo lo que las mujeres requieran”, explicó.
Actualmente, en el refugio hay cerca de 75 mujeres junto con sus hijos, los cuales siguen con su formación escolar, en tanto sus madres aprenden un oficio para que puedan emprender o buscar una oportunidad de trabajo. Aunque la atención suele durar tres meses, se puede extender el tiempo necesario.
DESDE LA INFANCIA
Tanto la psicóloga Suzanne Duclaud como María Evangelina, quienes ven a diario los casos más extremos de violencia, coinciden en que la educación desde la infancia es la clave para solucionar este problema.
“Siempre he dicho que el cambio debe de darse en la misma casa, donde mamá les dice (a sus hijos varones) que no levanten su plato, que no planchen. (Hay que) cambiar esas cosas porque las mismas mujeres, sin darnos cuenta, estamos perpetuando el machismo”, dijo la psicóloga, quien compartió que en varias ocasiones, de manera respetuosa, ha solicitado a las escuelas que comiencen a tocar esos temas. “El respeto es básico, claro que el niño entiende”.
Además, propone que los hombres reconozcan su condición y soliciten el apoyo necesario para no ser más generadores de violencia.
En tanto, la fundadora de Musas comentó: “Estamos viviendo un fenómeno muy fuerte de violencia. Yo creo que sí tenemos que poner cartas en el asunto sobre la prevención, y la prevención va desde la escuela, desde kínder, desde los niños y las niñas en una cultura de igualdad de género, que podemos hacer exactamente lo mismo, irles quitando los patrones machistas”.
También consideran necesaria la promoción de la prevención de la violencia para que las mujeres puedan identificar esas alertas que se manifiestan de forma temprana en una relación, ya que es algo que puede salvar vidas.