Paul Auster. Imagen: El Universal
La escena indica el interior de un club de jazz en Nueva York. El público aclama a la banda Katmandú, mientras su líder y saxofonista, Izzy Maurer, un veterano de los escenarios que ronda el medio siglo de edad, se encuentra orinando en el baño. En las paredes hay recortes de actrices de Hollywood. Su compañero Dave acude a apurarlo. Izzy le responde de manera irónica que no puede salir con el miembro asomándose por la bragueta. Acto siguiente deja el lavabo y sale al pasillo. El ruido de la multitud va en crescendo, mientras en su rostro se improvisan gestos de soberbia.
“El jazz es esencialmente colectivo”, escribe el musicólogo francés Hugues Panassié en uno de sus ensayos. Incluso cuando un solista improvisa, los demás músicos de la banda lo acompañan de alguna forma. El diálogo es constante. Ida y vuelta. Los instrumentos parecen hablar en un lenguaje sin palabras. Se rompen reglas, se acude a disonancias, a ritmos sincopados.
Katmandú está en el escenario y el saxofonista Izzy Maurer lleva la voz cantante. Es el líder. La música se acelera y un barullo comienza a percibirse al fondo de la sala: un hombre grita, los demás clientes espantados hacen lo propio. El hombre está armado y se dirige a una chica llamada Nancy. Izzy está perdido en la música y toca con los ojos cerrados. Se escucha una disonancia ajena a la banda, el hombre ha disparado al aire. Está dolido. La bala rebota en el techo y caen pedazos de yeso. El hombre persigue a Nancy por la sala. Izzy por fin abre los ojos. El arma vuelve a accionarse. Esta vez, Izzy es herido de gravedad.
En otra escena, el saxofonista está en el hospital. Ha sobrevivido, pero tendrá que decir adiós a la música. La bala causó tal estrago en su cuerpo que se le debió extirpar un pulmón: “Un pulmón significa aliento. Aliento es lo mismo que música. Y música es igual a vida. Sin música, no tengo vida en absoluto”, se dirige a la doctora, luego de confesar que lo único hermoso que ha hecho en la vida es tocar música.
Ya en su nueva rutina, Izzy se encuentra con un cadáver en la calle. El cuerpo está acompañado por una extraña caja. Izzy la recoge, llega a su casa y descubre que dentro hay una piedra. La roca parece tener magia; emana luz en la oscuridad. Más tarde, el exmúsico conoce a Celia, una actriz que consigue el papel de Lulu en una cinta que será rodada en Dublin. Le enseña la piedra. Ambos se enamoran.
El relato pertenece al guion cinematográfico Lulu on the Bridge (1998), cuya autoría recae en el escritor estadounidense Paul Auster. El título refiere al personaje femenino de las obras teatrales El espíritu de la Tierra (1885) y La caja de Pandora (1904), de Frank Wedekind. Luego de ser llevado al cine, el texto de Auster se publicó en español gracias a la editorial Anagrama, junto a una serie de entrevistas realizadas por la periodista Rebecca Prime. Antes, el autor había publicado los guiones de otras dos películas: Smoke y Blue in the Face.
Con la idea del relato de Lulu on the Bridge en la mente, Auster supo de inmediato que se trataba de un guion cinematográfico, pero decidió escribir una novela. Error. Tras siete meses se percató de que sus avances no tenían fuerza, no funcionaban. La historia era predominantemente dramática y no narrativa. Exigía ser vista, llegar a las pantallas, escapar de las páginas y vagar en fotogramas. Por eso el retorno al guion como formato. Algo curioso para un escritor que emplea pocos diálogos en sus novelas.
El argumento de este guion es simple: un músico de jazz recibe un disparo y momentos antes de morir imagina otra vida para sí mismo. El personaje se inventa un guion propio, como si una película se proyectara tras sus ojos. Aquí podría citarse la idea de J. Dudley Andrew sobre las teorías del psicólogo alemán Hugo Münsterberg, donde la mente es la cantera para el realizador y material del cine.
Rebecca Prime y Paul Auster conversan sobre el argumento en la entrevista que inaugura la segunda parte del libro, aunque más bien parece un ensayo sobre adaptación cinematográfica. Tal como lo indican las teorías de Sigmund Freud, el sueño de Izzy toma elementos que pudo ver antes de desvanecerse: el pedazo de yeso se convierte en la piedra, las fotografías de las actrices en el baño lo conducen a una fantasía cinematográfica.
“La piedra es uno de los elementos de la película que indican al espectador que no cabe interpretar un film como una narración pura y simple, sino que estamos claramente en algún tipo de universo alterado”, comenta el escritor a Rebecca Prime.
Al final del guion, Izzy reaparece tirado en el piso del club de jazz. La Celia de su sueño ha desaparecido. Hay confusión en la multitud que huye presa del espanto. Tyrone, compañero de Izzy en la banda, trata de tapar su herida, pero el esfuerzo es en vano y la sangre no deja de brotar. El músico es subido a una ambulancia. La Celia real aparece en la calle y escucha la sirena. De vuelta en la ambulancia, el monitor de asistencia muestra una línea recta. Izzy ha fallecido.
LA DESPEDIDA
Martes 30 de abril de 2024. Casi dan las 22:00 horas en México y The New York Times lanza una noticia: “Paul Auster, the Patron Saint of Literay Brooklyn, Dies at 77”. Sólo un medio neoyorquino podía anunciar el deceso de alguien que amó tanto a la Gran Manzana. La muerte de Auster comenzó a invadir las redes sociales. Escritores y seguidores redactaron publicaciones, subieron fotografías, citaron sus frases, compartieron anécdotas. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) recordó cuando el escritor recibió la Medalla Carlos Fuentes en 2017.
Una especie de soledad parece inventarse entre las páginas de un libro cuando su autor muere. Queda una voz flotando entre letras, las frases crean su propio obituario en cada relectura. Es así, la trilogía de la existencia contempla el nacimiento, el desarrollo de la vida y su desenlace. No hay más. Tan eterno como efímero, acrecienta “un mundo de silencio” donde en un instante todo se va a negros. Leer al escritor es nombrarlo en secreto.
En marzo de 2023, la escritora Siri Hustvedt, esposa de Paul Auster, anunció en Instagram que el autor de La invención de la soledad padecía cáncer. Con el tiempo se sabría que fue un cáncer de pulmón. El texto que acompañó a la fotografía donde Siri aparecía dando un beso a Paul en su sien, relató la complejidad de la situación. Cinco semanas después, la escritora subió otra fotografía de Paul y agradeció las muestras de apoyo. El autor vestía suéter gris, boina azul y gafas oscuras. En su rostro un esbozo de sonrisa, su estilo rockstar de la literatura contemporánea.
El pasado 2 de mayo, dos días después del deceso de Paul, Siri Hustvedt volvió a acudir a su cuenta de Instagram para compartir que Paul Auster murió el 30 de abril a las 18:58 horas. El escritor partió en su biblioteca, la habitación que más amaba de su hogar, rodeado por su familia. Es inevitable preguntarse si, al igual que Izzy Maurer, Paul tuvo la oportunidad de soñar con otra vida momentos antes de morir, con otra vida donde el cáncer no lo hubiese vencido.