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Robert Venturi, el arquitecto de la posmodernidad

Ironía y ornamento simbólico

Capilla de la Academia Episcopal de Filadelfia A. Imagen ArchDaily Matt Wargo

Capilla de la Academia Episcopal de Filadelfia A. Imagen ArchDaily Matt Wargo

JESÚS GONZÁLEZ ENCINA

Robert Venturi es el arquitecto posmodernista por excelencia. Su obra, tanto teórica como edilicia, es una rica fuente de reflexión en torno a la arquitectura en general y una profunda crítica al movimiento moderno en particular. Y es que el arranque del posmodernismo con la demolición del icónico conjunto habitacional Pruitt-Igoe en St. Louis, Missouri, diseñado por el arquitecto Minoru Yamasaki, representa un momento de inflexión en la arquitectura, derrumbando el urbanismo utópico y la esperanza de mejorar la sociedad gracias a la ciencia y la tecnología.

El modernismo se empezó a gestar en la Alemania de entreguerras en el crisol que fue la escuela de diseño Bauhaus y la asociación Deutscher Wekbund, sentando las bases de una arquitectura preocupada por la casa-habitación y la ciudad. La gran exposición Weibenhofsiedlung de 1927, considerada como la primera manifestación del estilo internacional, reunió a algunos de los más importantes arquitectos de la época que trabajaban bajo la premisa de la modernidad, con proyectos que iban desde viviendas unifamiliares a complejos habitacionales, liberando a la arquitectura del ornamento con la más pura y limpia racionalidad, donde “la forma sigue a la función”, como señalaría Mies van der Rohe.

Posteriormente, los Congresos Internacionales de Arquitectura (CIAM) concentrarían sus esfuerzos en la reflexión sobre la ciudad, estableciendo en la Carta de Atenas sus cuatro grandes funciones: habitar, trabajar, circular y permitir el ocio. El documento tuvo grandes repercusiones en la generación de urbes como Brasilia, Brasil, y Chandigarh, India, que a partir de una tabula rasa nacieron como sitios que preveían todo y prometían una vida mejor.

Pasada la euforia del movimiento moderno, lleno de utopías, sus postulados se comenzaron a resquebrajar y a ser criticados ante el desencanto de que la ciencia y la tecnología no eran capaces de curar todos los males de la sociedad. El contexto macroeconómico y social jugaría un papel determinante, provocando una revisión de estas ideas.

Proyectos como el del urbanista Robert Moses en Nueva York, donde la construcción de vías rápidas cercenó los alrededores del área metropolitana priorizando el tráfico vehicular, provocaron múltiples protestas entre la población, destacándose la poderosa voz de la periodista y activista Jane Jacobs, que reflexionaba sobre el problema urbano desde la perspectiva del ciudadano.

En este contexto se desarrolló la obra de Robert Venturi, quien se unió a las críticas hacia el modernismo ingenuo.

Capilla de la Academia Episcopal en Filadelfia B. Imagen Wikimedia
Capilla de la Academia Episcopal en Filadelfia B. Imagen Wikimedia

COMUNICACIÓN Y SÍMBOLO

Además de su obra constructiva, Venturi se destaca como un gran teórico. Sus libros Complejidad y contradicción en la arquitectura (1966) y Aprendiendo de Las Vegas (1972), son una importante influencia en la crítica arquitectónica del último tercio del siglo XX. En el primero, señala que era necesario que la arquitectura recobrara la complejidad que le había quitado el movimiento moderno, arrancándole a los edificios la ironía y el simbolismo propios de las construcciones históricas, es decir, del sentido de pertenencia que generaban en el ciudadano.

El modernismo, al remover todo ornamento en pos de una perfecta y pura funcionalidad, parecía generar un sentimiento de alineamiento, deshumanizando las estructuras. Por eso, Venturi desarrolló una arquitectura que volvía al pasado a través de una especie de neoeclecticismo que recuperaba repertorios simbólicos y ornamentales en un afán comunicativo hacia los habitantes. A pesar de esto y contrario a lo que se podría pensar, no negaba por completo el movimiento moderno. De hecho, fue admirador de obras de Le Corbusier, como la Villa Saboye, donde la aparente simplicidad del exterior encierra la complejidad del interior, transgrediendo los espacios tradicionales de las viviendas.

Ante su frase contestaria “menos es aburrido”, que se contrapone al “menos es más” de Mies van der Rohe, podría pensarse que Venturi se oponía al célebre arquitecto alemán, pero nada más alejado de la realidad, pues llegó a admitir una especial admiración por Mies, considerándolo una mente brillante.

Sin embargo, el estadounidense sí teorizó en contra de la tabula rasa del modernismo, buscando en la arquitectura trivial de Norteamérica ejemplos que destacaran por su capacidad comunicativa para el viandante o el habitante promedio. De esta manera nació su influyente Aprendiendo de Las Vegas —coescrito con su esposa Denise Scott Brown y Steven Izenour—, libro concebido tras un seminario impartido en la Universidad de Yale en 1968, donde destacaba la honradez y sinceridad comunicativa de Strip, la calle principal que cruza la Ciudad del Pecado. Esta vialidad llena de rótulos multicolores y edificios que imitan obras maestras de la arquitectura antigua, ofrece una serie de simbolismos que genera una gran atracción.

Casa Vanna. Imagen wikiarquitectura com
Casa Vanna. Imagen wikiarquitectura com

EJEMPLOS DEL POSMODERNISMO

Entre los edificios más representativos de Robert Venturi destacan la Casa Guild y la Casa Vanna. La primera es un edificio de departamentos para ancianos retirados en un barrio de bajos recursos de Filadelfia. Su fachada es lo más distintivo de la estructura, pues recuerda el aspecto de la vivienda social. El mismo arquitecto reconoció lo feo y ordinario de los materiales, pero destacó que, sin embargo, tenían un fuerte valor comunicativo, particularmente la antena dorada que coronaba el edificio, símbolo —no exento de ironía— de la principal actividad a la que se dedicarían los habitantes del inmueble: ver televisión.

Por otro lado, la Casa Vanna en Chestnut Hill, también en Filadelfia, fue diseñada para su madre viuda. De apariencia clásica, la vivienda presenta una serie de contradicciones que caracterizan a la obra del arquitecto. La casa es pequeña y monumental a la vez, debido al manejo de la escala y los espacios. Además, se opone al modernismo al presentar elementos del pasado como el techo de dos aguas en lugar de un cubrimiento plano, una planta que se afirma en el terreno en contraposición a los típicos pilotes, y una chimenea que hace de punto focal. La entrada lleva a un pequeño atrio, coronado por un dintel que a su vez es interrumpido por un arco, como si se tratara de un collage, mientras la puerta se ubica en una lateral de este acceso. A pesar de estas contradicciones, el inmueble cumplía con las necesidades de la madre anciana de Venturi: dos recámaras, vestíbulo, comedor, cocina y baño en el primer piso; estudio, sanitario y espacio de almacenaje en el segundo.

La obra de Venturi valora la tradición y su afán comunicativo, donde la arquitectura, más allá de cumplir con una función, genera un discurso simbólico que permite comprender el cambio de valores y estética de la sociedad de las metrópolis modernas. Sin embargo, sin minimizar la obra y la gran influencia de este arquitecto, las construcciones posmodernas, en su afán comunicativo, podían caer en lo meramente trivial y decorativo, en esta eterna dicotomía entre lo funcional y lo ornamental.

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