Silvia Pinal fue la primera actriz mexicana en formar parte de la Academia de los Premios Oscar. Foto: El Universal
Corría el año de 1988 cuando se estrenaba en el mercado musical la canción Bye mamá, tema compuesto por José Ramón García Flórez y parte del álbum debut de Alejandra Guzmán, hija de Silvia Pinal y el exitoso cantante Enrique Guzmán.
Abiertamente era una carta de reproche a una madre ausente, por dedicarle más tiempo a su carrera en el mundo del espectáculo que a sus hijos: “Volabas cada vez más alto, casi como los cometas, yo aquí abajo extrañando tu presencia”. Para ese entonces, Silvia Pinal, a sus 57 años, había cosechado muchísimos éxitos como actriz de cine, teatro y televisión.
En cine se había abierto paso en Europa con las coproducciones hispano-mexicanas Las locuras de Bárbara (1958) y el filme musical Charleston (1959), ambas bajo la dirección de Tulio Demicheli. Además de actuar, fue también productora de la película italiana Uomini e Nobiluomini (Giorgio Bianchi, 1959) con las actuaciones de Vittorio de Sica y Elke Sommer.
Posteriormente protagonizó la cinta española Maribel y la extraña familia (José María Forqué, 1960) y el musical español Adiós Mimí Pompón (Luis Marquina, 1961), que contribuyeron a consolidar su presencia en el continente europeo.
Por si fuera poco, había trabajado para el importante director Luis Buñuel.
VIRIDIANA
Producción hispano-mexicana rodada en España, con un guion de Luis Buñuel en coautoría con Julio Alejandro y basada en la novela Halma, de Benito Pérez Galdós. Narra la historia de una joven aspirante a monja católica que poco antes de profesar, decide pasar unos días en la casa de campo de su tío cincuentón Jaime (Fernando Rey).
Sus días transcurren en compañía de la señora del servicio, Ramona (Margarita Lozano), y la hija de esta, la niña Rita (Teresa Rabal), así como Moncho (Francisco René), ayudante en las faenas cotidianas.
Algo elogiable en una historia es cuando los personajes están dimensionados; es decir, no son completamente buenos ni tampoco unos villanazos y eso puede notarse en el tío Jaime, aparentemente un hombre de bien, además de próspero y exitoso, que en una de esas deja salir sus perversiones más guardadas al pedirle a su sobrina que se vista de novia para luego, en complicidad con Ramona, darle un somnífero durante la cena y violarla estando ya inconsciente. A la mañana siguiente todo es confuso. El tío primero le dice a la joven que la hizo suya y por eso debe renunciar a la vida de monja y quedarse ahí con él, para siempre. Enseguida dice que no pasó nada. La culpa y el remordimiento no dejan en paz a Jorge y comete suicidio, ahorcándose en un árbol.
La película lleva buen ritmo, pero este se pierde mucho y de forma recurrente, con tanto personaje que no viene al caso.
Tras su estreno en el Festival de Cannes en 1961, en donde obtuvo el máximo galardón, la Palma de Oro, fue publicado un desafortunado artículo en un diario de la ciudad del Vaticano, L’Osservatore Romano, tachando a la película de blasfema. La Santa Sede, por su parte, la consideró anticristiana, lo que ocasionó su censura no sólo en España, sino también en Italia.
¿Y por qué tanta persignadera? Es que ¿a quién se le ocurre elegir para el personaje de una recatada religiosa a la hiper guapa Silvia Pinal que muestra en una escena, aunque dormida, su escultural cuerpo? ¿En qué cabeza cabe mezclar en una trama la beatitud de una mujer y al mismo tiempo la hormona alborotada del tío? ¡Las bajas pasiones que un rabo verde desea saciar con una devota! O mostrar la falsa caridad, porque Viridiana, luego de renunciar a la vida de religiosa y bajo el pretexto de brindarle cobijo, alimento y calor humano a un grupo de personas sin hogar, los lleva a la casa de campo a que trabajen de a gratis. Les ha asignado tareas que cumplir a cada uno, a cambio de un plato caliente y una cama donde dormir. Clásico en las historias de peones y capataces. La diferencia es que Viridiana los trata con amor, ¿para lavar sus culpas?
Una comuna que parece más bien una secta, donde los adeptos interrumpen sus quehaceres para ponerse a rezar tras las indicaciones de su “ama”. El filme también deja entrever la crudeza de la naturaleza humana, porque en ausencia de los patrones, los exindigentes “malagradecidos” se dan la gran vida. Organizan tremenda comilona, haciendo uso de lo que no es suyo, como cubiertos finos, botellas, candelabros y manteles carísimos y de mucho caché.
Luis Buñuel parecería decirnos que aquí aplica perfectamente eso de que cuando el gato se va, los ratones bailan. En la mesa kilométrica del comedor, los intrusos hacen gala de sus comportamientos más incivilizados y harto chocantes: se embriagan, hacen bromas de mal gusto, hablan chismerío y medio con la boca llena y hebras de pollo atoradas entre los dientes. Vino, gula y alharaca en todo su esplendor. Con la panza llena, vienen las canciones a capela, acompañadas de guitarra y desmanes al por mayor.
Entra a escena el actor Francisco Rabal, en el personaje del primo Jorge, quien llega a vivir con Viridiana. No cuestiona el loable gesto de ella por alojar al montón de desvalidos ni su dinámica de vida con ellos. Su mente está ocupada en otras cosas, como tener sus quereres con Ramona.
La controversia de la cinta escaló al punto de ser destruida por la dictadura franquista, pero una copia fue salvada por Silvia Pinal, trayéndola consigo a México, en donde fue estrenada en 1963.
Entonces volvieron a verse escenas cuestionables, como la de la corona de espinas que es quemada en una fogata por simple travesura o la de los borrachos en pleno desenfreno, con el Aleluya de un fonógrafo como música de fondo.
Uno de los productores de la cinta fue Gustavo Alatriste, segundo esposo de Silvia Pinal, quien se enfrascó en líos legales con las coproductoras españolas Uninci y Films 59, al explotar el filme en México.
Todo este escándalo de Viridiana hizo que Luis Buñuel se volviera más polémico ante los ojos críticos. Tuvieron que pasar dieciséis años después de la desaparición de la dictadura de Franco para que pudiera estrenarse en España (1977).
Hoy en día está considerada como una de las 100 mejores películas mexicanas por especialistas y críticos del país.
TRAYECTORIA
Desde muy joven, Silvia Pinal gustaba de la ópera y quiso dedicarse a ella, pero la vida la llevó a estudiar actuación en Bellas Artes, teniendo como maestros a Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. Su debut fue como extra en la obra de teatro Sueño de una noche de verano (William Shakespeare) en 1947.
Posteriormente vinieron oportunidades para participar en comedias radiofónicas, en la estación XEQ, y para integrarse a una compañía de teatro experimental. Es cuando inicia una relación laboral y sentimental con Rafael Banquells. Un sueño de cristal fue el primer protagónico en teatro de Silvia Pinal.
Su incursión en el cine comienza en 1948, con un papel secundario en la cinta El pecado de Laura (Julián Soler, 1949). Meche Barba, Abel Salazar y su ya esposo Rafael Banquells compartieron escena con ella.
Otros filmes importantes en los que participó fueron La mujer que yo perdí (Roberto Rodríguez, 1949), compartiendo créditos con Pedro Infante y Blanca Estela Pavón; El rey del barrio (Gilberto Martínez Solares, 1950), al lado del actor Germán Valdés “Tin Tan”; Un extraño en la escalera (Tulio Demicheli, 1955), con Arturo de Córdova; así como El inocente (Rogelio A. González,1956), acompañada de Pedro Infante y Sara García.
Si bien Silvia Pinal forjó su trayectoria durante la Época de Oro del cine mexicano, su consagración vino con la trilogía dirigida por Luis Buñuel, con las cintas Viridiana (1961), El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965). El ángel exterminador ha sido considerada una de las mejores películas de todos los tiempos. En Simón del desierto, la actriz realizó su primer desnudo, un hecho nunca antes visto en el cine de la época.
RECONOCIMIENTOS
Entre sus premios destacan los Ariel por Mejor Coactuación Femenina en la cinta Un rincón cerca del cielo (Rogelio A. González, 1952), Mejor Actriz en Locura pasional (Tulio Demicheli, 1956), Mejor Actriz en La dulce enemiga (Tito Davison, 1957) y el Ariel de Oro Trayectoria Artística en 2008.
También fue acreedora a los Premios Diosas de Plata como Mejor Actriz en Los cuervos están de luto (Francisco del Villar, 1965) y en Divinas palabras (Juan Ibañez en la dirección y Gabriel Figueroa en la fotografía, 1978), así como la Diosa de Plata por Trayectoria Artística en 2009.
En el año 2016, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood reconoció su carrera y aportación a la industria del cine al nombrarla una de sus integrantes.
En 2022 fue homenajeada en el Palacio de Bellas Artes. Ese mismo año, recibió en el Teatro del Bosque Julio Castillo el Premio a la Trayectoria Profesional durante la quinta edición de los Premios Metropolitanos de Teatro.
Silvia Pinal destacó en telenovelas como Mañana es primavera (1982) y también fue actriz y productora de teatro. Es considerada pionera en la comedia musical, en la que sobresale Mame, estrenada en 1972 y con posteriores representaciones. También protagonizó Annie es un tiro al lado de su hija Viridiana Alatriste.
Por muchos años (de 1986 al 2007) fue presentadora y productora de Mujer casos de la vida real, todo un hito en la televisión mexicana que exponía, a través de episodios autoconclusivos, algunas de las condiciones de vida indignantes que sufren las mujeres, todos ellos confeccionados a partir de cartas que el mismo público espectador le iba haciendo llegar.
Esta serie representó una oportunidad para cientos de actores que regularmente desfilaban por los foros y más de una vez fueron llamados a aparecer en algún capítulo, como Irma Dorantes, Norma Lazareno, Javier Herranz, Irma Lozano, Katia del Río, Eduardo Liñán, Salvador Sánchez, Manuel Ojeda, María Eugenia Ríos, Abraham Ramos y un largo etcétera. También participaron en el programa Silvia Pasquel y Stephanie Salas, hija y nieta de Silvia Pinal, respectivamente. Todos ellos le dieron vida a cientos de personajes con el objetivo de crear conciencia y fomentar el respeto, la solidaridad y el amor, entre otros valores.
El legado de Silvia Pinal queda para la posteridad. Una de las butacas del teatro Hidalgo de la Ciudad de México lleva su nombre y el Museo de Cera exhibe desde el año 2013 una figura suya. Ahí, el visitante puede admirar un silencio que dice mucho.